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‘Los viejos estudios fotográficos’ Azorín

La sala Alcalá 31 expone hasta el 11 de enero El rostro de las letras. En ellas se puede ver la evolución del retrato fotográfico en la literatura a través de más de 200 fotografías y libros.

Los viejos estudios fotográficos

Estudio de Pau Audouard en la Casa Lleó i Morera, Barcelona, 1905.

Id a buscar en las apartadas callejuelas, en los sotabancos humildes, los viejos fotógrafos. Ellos son unos hombres sencillos y llenos de bondad. Viven retraídos y silenciosos; tal vez usan un bonete redondo; es posible que lleven unos bigotitos y unas gafas de oro. Esos fotógrafos se acuerdan con tristeza del tiempo viejo. El recuerdo de los insignes personajes del pasado flota todavía en sus estudios. Hay en ellos un telón con jardín y unas nubes con muebles; el reclinatorio en que apoyaban la cabeza está en primer término; luego observáis el sillón vetusto, venerable, en que se sentaron, hace muchos años, personajes ilustres. Una sensación de paz, de bienestar, os sobrecoge al entrar en estos estudios de fotógrafo.

'Los viejos estudios fotográficos'. Azorín

Estudio de Benjamin Johnston

Además se proyecta el audiovisual ‘Cementerio de almas’ donde la literatura y la fotografía se vuelven a dar la mano.

Stephen Shore. Las semillas del tiempo

La Fundación Mapfre de Madrid acoge hasta el 23 de noviembre una gran retrospectiva de Stephen Shore, artista que revolucionó la fotografía contemporánea. La exposición abarca cuarenta años de su carrera a lo largo de unas 260 imágenes, una oportunidad única para acercarnos a la obra de uno de los fotógrafos más influyentes del siglo XX.

Agosto de 1972. Amarillo, Texas,  Uncommon Places.

Amarillo, Texas, agosto de 1972. American Surfaces.

[Sobre American Surfaces] Seguía buscando una fotografía menos mediada, una experiencia menos mediada. Todavía se trataba de hacer una fotografía que fuera menos producto de las convenciones visuales y artísticas. Así que como experimento mental intentaba tomar una instantánea de mi campo visual. «¿Qué aspecto tiene esto ahora? ¿Cómo estoy mirando algo?» Lo hacía sin cámara pero utilizaba la experiencia como guía para estructurar las fotografías.

Golden Nugge, 27 Junio, 1978, Las Vegas, EEUU.

Golden Nugge, Las Vegas, EEUU. 27 de junio de 1978

Recuerdo haber leído una historia china llamada El cocinero del príncipe Wen Hui. El príncipe se maravilla de la facilidad con que su cocinero corta un trozo de carne, y le pregunta cómo lo hace. El cocinero le responde: «Un cocinero corriente le da tajos a la carne y tiene que cambiar de cuchillo una vez al mes. Un buen cocinero corta la carne en filetes y cambia el cuchillo una vez al año. Pero yo corto la carne con la mente. Encuentro intersticios e inserto la hoja ahí. He tenido este cuchillo durante los últimos veinte años y nunca he tenido que afilarlo». Recuerdo leer esto y pensar: «Bueno, no es más que un poco de valiosa sabiduría china», y me olvidé de ello. Y después en los años 80, cuando estaba trabajando en la cuestión del espacio en la fotografía me acordé de la historia. Comprendí que eso era a lo que yo aspiraba. Una vez me he ocupado de todos los controles, de los físicos y los estructurales, lo que hago es cambiar mi mente. La manera de crear profundidad en la foto de un paisaje sin elementos formales que verdaderamente parezcan permitirla consiste en tener una imagen mental tridimensional y confiar en que mi experiencia como fotógrafo sea suficiente para poder tomar decisiones mínimas que conseguirán eso. No me esfuerzo, todo lo que hago es cambiar mi mente, alterar mi percepción.

West Third Street, Parkersburg, West Virginia, 16 de mayo de 1974. Uncommon Places

West Third Street, Parkersburg, West Virginia, 16 de mayo de 1974. Uncommon Places.

Si vuelvo a pensar en los años 1970, cuando yo intentaba lograr un dominio formal, siempre que tenía una cuestión en la cabeza la exploraba no sólo en mi obra sino también viendo el trabajo de otros fotógrafos. Veía cómo los fotógrafos que se habían planteado esos mismos temas en el pasado los habían resuelto. Me sentía como un aprendiz dentro de una tradición que quizás empezara con… no sé… George Washington Wilson, vía Francis Frith y Timothy O’Sullivan, Carleton Watkins y Charles Marville, Eugène Atget y, obviamente, Walker Evans. Era gente que usaba especialmente la cámara de gran formato. Había otros que yo sentía que se habían ocupado conscientemente de estos problemas e iban dejando huellas para que yo aprendiera de ellos.

Stephen Shore, Uncommon Places

Natural Bridge, Nueva York, 31 de julio de 1974. Uncommon Places

Es cierto que me encuentro con gente que describe esas fotos como «nostálgicas». Pero en su momento, al verlas, habrían pensado: «¿Por qué fotografía todo esto? ¡Simplemente es como son las cosas!». Pero yo diría que tenía conciencia de cómo cambian las fotografías con el tiempo, algo que había aprendido de Walker Evans. Un coche funciona de un modo muy específico en una fotografía porque los coches cambian más rápido que los edificios. Un edificio puede tener quinientos años, pero un coche no va a tener más de cinco o diez años, aunque a veces Evans fotografiaba coches especialmente viejos. Una fila de coches en una calle le da a la fotografía un marco temporal concreto. Los coches son las semillas del tiempo.

Exposición de Stephen Shore en Fundación Mapfre

Condado de Sutherland, Escocia, 1988.

No elijo los lugares sólo por cuestiones formales, puesto que esas cuestiones no pueden separarse de tus sentimientos hacia el lugar. Yo sentía una conexión con esos paisajes, sentía lo que significaba estar ahí. Escocia… no sé cómo sucedió. Quería un terreno abierto que fuera frondoso, no seco, y nunca había estado ahí. Consulté un mapa topográfico y elegí un lugar en las Altas Tierras escocesas. Tuve suerte y pasé un buen mes allí. Era justo lo que quería. Me pareció un lugar emocionalmente muy fuerte. Durante años soñé con esos paisajes de Escocia.

Río Merced, Parque Nacional Yosemite, California. 13 de agosto de 1979.

Río Merced, Parque Nacional Yosemite, California. 13 de agosto de 1979.

Yo veo el trabajo de algunos de mis estudiantes, algunos se esfuerzan y acaban consiguiendo algo, pero otros tienen algo desde el principio. Uno de los indicadores del éxito es la ambición. Con algunos estudiantes yo sé que tienen más talento del que ellos creen tener, pero son poco ambiciosos. Y sé que pronto recibirán muchas otras influencias (las exigencias de la vida, tener un trabajo, una vida amorosa) y dejarán la fotografía. Es muy fácil descubrir que no tienes tiempo para tu arte.

Podéis ver la exposición en la sala Barbara de Braganza hasta el 23 de noviembre. Si no estáis es Madrid, ésta es una muy buena excusa para acercaros, o si no siempre podéis acceder a la visita virtual. En este vídeo, además, Stephen Shore hace un recorrido a lo largo de la exposición explicando cada trabajo.

Todas las citas están extraídas de una entrevista de David Campany a Stephen Shore publicada en el catálogo de la exposición.

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Vanessa Winship. Donde te llevan las palabras

Una de las exposiciones más interesantes que hay actualmente en Madrid es la de Vanessa Winship en Fundación Mapfre. Su trabajo se nutre de literatura y ficción pero siempre remitiendo a una realidad sin artificios. Sus fotografías son directas y sus retratos rotundos.

winship

Prácticamente toda la exposición es en blanco y negro.

Al principio era como aprendías a ser fotógrafo. Revelar la película (que casi siempre era en blanco y negro) era gran parte del encanto. También se asociaba de alguna forma con la verdad, ya que la mayoría de los periódicos funcionaban sólo en blanco y negro (…) Pero ahora significa algo bastante diferente para mí. No creo que el blanco y negro represente la realidad en absoluto, de hecho, el mundo es en color. Así, que se ha convertido en una declaración: esto es una fotografía, no la realidad.

Las imágenes de la exposición no están acompañadas de ninguna información sobre fecha o lugar donde se hicieron.

Me gusta la combinación de palabras e imágenes, pero no pies descriptivos, como hacen en los periódicos, sino unir palabras con imágenes que te puedan llevar a un sitio inesperado o palabras que hagan preguntas.

En este lugar, no era difícil ver cómo el muchacho, al igual que Narciso, se había enamorado de su propio reflejo

En este lugar, no era difícil ver cómo el muchacho, al igual que Narciso, se había enamorado de su propio reflejo.

Más que escritores en concreto se trata de amar las palabras y adónde te llevan. La literatura me inspira del mismo modo que las palabras oídas por casualidad. Esas palabras pronunciadas por gente corriente también pueden ser extraordinarias. Me encanta escuchar por casualidad trozos de conversaciones en el día a día. Probablemente soy tan buena oyente como observadora.

El reloj de la torre se había parado. El escenario, solo parcialmente desmantelado, esperaba en un estado de animación suspendida. Finalmente llegaron algunos niños, jugaron a sus juegos, trparon entre las vigas metálicas, parlotearon y cantaron. El escenario, durante un breve instante, volvió a estar vivo.

El reloj de la torre se había parado. El escenario, solo parcialmente desmantelado, esperaba en un estado de animación suspendida. Finalmente llegaron algunos niños, jugaron a sus juegos, treparon entre las vigas metálicas, parlotearon y cantaron. El escenario, durante un breve instante, volvió a estar vivo.

Cuando hago un retrato, espero encontrar un momento que realmente exprese lo que siente mi modelo y a veces está bien si su mirada es de incertidumbre. Busco su expresión sin máscara.

vanessa winship_ She dances on Jackson

Cuando miro esas fotografías [de su trabajo Sweet Nothings] recibo un fuerte impacto emocional. (…)

Semanas después de haberlas revelado y haberlas puesto juntas como series, hacían que se me saltasen las lágrimas… Es difícil de expresar correctamente. Realmente son una total encarnación de la inocencia y me parece excepcional haber tenido la oportunidad de ser testigo y fotografiarlo. Quizás nunca vuelva a encontrar algo así de nuevo.

SWEET NOTHINGS:Rural schoolgirls of the Eastern Anatolian border

Todo mi trabajo tiene que tener profundidad y eso significa tiempo. Estoy dispuesta a invertir ese tiempo en mi trabajo.

Vanessa Winship, Murcia

La exposición de Vanessa Winship en se podrá ver hasta el 31 de agosto en la nueva sala Bárbara de Braganza de Fundación Mapfre. Si estáis fuera de Madrid, podéis visitarla virtualmente aquí.

Las citas están extraídas tanto del catálogo de la exposición como de aquí y aquí.

La mano ausente de Lynne Cohen

Estos días Fundación Mapfre expone en la sala Azca la obra de la fotógrafa norteamericana Lynne Cohen.

Al escuchar hablar de su obra por primera vez, puede dar la impresión de ser fría y distante por tratarse de imágenes de espacios vacíos pero entrar en la sala es como un viaje por lugares desconcertantes que, al mismo tiempo, resultan familiares. Aunque no aparezcan personajes, su presencia humana está implícita en cada imagen. Parece que acabasen de abandonar la escena o a punto de entrar en ella.

Lynne Cohen

Living room, Lynne Cohen, 1971.

Fue a principios de los setenta […] Usaba material descartado de libros de ‘cómo hacerlo’ y catálogos de consumo y entonces me pregunté por qué no simplemente llamar a la puerta de alguien y preguntar si podía hacer una foto. Me pareció que el discurso sería más directo y comprometido. También, al pasarme a la fotografía pensé que podría hacer arte en el que la mano del artista estuviese ausente, un arte que pareciese que había aparecido por arte de magia. La fotografía me atrapó, como a muchos artistas de entonces, por ser un medio sin pretensiones. No venía con todo el bagaje histórico del arte como la escultura o la pintura.

Exposición Lynne Cohen

Warehouse, Lynne Cohen, 1979.

Llegué a la fotografía con unas opiniones definidas sobre arte y no me llevó mucho tiempo aprender los rudimentos del oficio. Algunas cosas hubiesen sido más fáciles si hubiese tenido más  formación en fotografía pero el tiempo que dediqué a estudiar antropología, filosofía y literatura no fue desperdiciado.

Exposición de Lynne Cohen

Laboratorio (micrófonos) Lynne Cohen, 1999.

Cuando la gente me preguntaba por qué no trabajaba en color, respondía que sí lo hacía. En gran parte de mi obra en blanco y negro hay pistas que indican cuál es el color dominante. […] Nadie necesita que le digan de qué color es un tablero de madera, el conglomerado o el acero inoxidable. Uno mismo lo rellena.

Lynne Cohen

Spa, Lynne Cohen, 2000

Una vez vi las fotos más grandes, me di cuenta de que no había un buen motivo para seguir haciendo copias por contacto. Las impresiones más grandes eran menos benignas y los espacios parecían incluso más construidos. Además, mientras los temas de mi trabajo tienden a crear rechazo, las fotos grandes tienen la capacidad seductora de empujarte hacia adentro. Es más difícil mantenerse alejado emocionalmente de una fotografía de formato más grande: son como ventanales por los que puedes caerte.

Lynne Cohen

Sin título, Lynne Cohen, 2001.

Mis objetivos no son tan nobles como las de los fotógrafos documentales. No me interesa coleccionar ejemplos de lugares con propósitos históricos, sociales o antropológicos. No me considero una fotógrafa documental. Por supuesto, mis fotografías documentan lugares a los que voy. Pero también son documentos de lo que pienso, reverberaciones entre lo que hay en el mundo y lo que está en mi cabeza.

La mano ausente de Lynne Cohen

Sin título, Lynne Cohen 2011

Como Brecht y Godard, quiero que el público haga parte del trabajo. Para mí, lo mejor es cuando el espectador va adelante y atrás y contempla las imágenes como documentos, como construcciones, como fotografías con una carga política y social. No tienen por qué ser una sola cosa y prefiero no decirle a la gente cómo leerlas.

La mano ausente de Lynne Cohen

Laboratory, Lynne Cohen, 1999.

Podéis visitar la exposición hasta el 11 de mayo en Fundación Mapfre. Si no estáis en Madrid, siempre podéis disfrutar de la visita virtual.

Las citas son traducciones de Camouflaje: An interview with Lynne Cohen de 2011, que podéis encontrar en su web.

Exposición World Press Photo 2011 en el Centro Cultural Moncloa

Daniel Berehulak, Primer Premio en la categoría Gente en las noticias

Ayer estuve en la exposición de World Press Photo 2011 que hay en el Centro Cultural Moncloa. Hay que verla. Es un perfecto resumen de lo que le ha pasado a la humanidad en el último año.

Uno de los trabajos que más me gustó fue el de Daniel Berehulak sobre las inundaciones  de Paquistán producidas por lluvias monzónicas. El trabajo de Martin Roemers sobre la vida cotidiana en grandes ciudades alrededor del mundo también es muy impactante. Me gustó por la sencillez del tema y de la técnica que utiliza. Pero tampoco es cuestión de decantarse por un trabajo u otro porque todos son fantásticos tanto por las historias que cuentan como por la forma de hacerlo. Hasta las fotografías de categorías como deportes o naturaleza que no suelen llamar la atención, aquí se convierten en arte.

Adam Pretty, Primer Premio en la categoría Deportes

Esta edición ha batido el récord de participaciones. Se han presentado más de 108.000 fotos de más de 5800 fotógrafos de 125 países. Cuando se expuso en Beirut, la cerraron por sorpresa diez días antes de la clausura oficial debido a la censura. «Durante una semana no hubo ningún problema, pero después alguien se dio cuenta de que había un fotógrafo israelí. No podemos permitir ningún tipo de censura, así que decidimos desmontarlo todo» dijo Erik de Krujif, responsable de proyectos de la organización holandesa World Press.

Martin Roemers, Primer Premio en la categoría Vida cotidiana

Si pasáis por Madrid, id a ver ésta antes que cualquier exposición de PhotoEspaña. Es gratuita y estará sólo hasta el 26 de junio.

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Jodi Bieber habla sobre la foto de Bibi Aisha (World Press Photo 2011)

Pie de foto: Ron Galella

Después de tomas las fotos en las bicis, Jackie me reconoció y dijo «¡Oh, eres tú otra vez!» mientras estaba fotografiándolos. Un fan, detrás de Jackie, la oyó decir al agenrte del servicio secreto Sr. Connelly «Aplasta su cámara»

Ron Galella, 1969

¡La prensa rosa se ha colado en PhotoEspaña! La cita está sacada de la exposición que hay en el Círculo de Bellas Artes. Si os soy sincera, aunque hay fotos bastante buenas, no me dijo nada. ¿Alguien la ha visto? ¿Qué os parece?

Exposición de André Kertész en La Fundación Carlos de Amberes

Las fotografías de André Kertész cruzan el siglo XX como las puntillas de bailarina: vuelan sin dejar nunca de pisar tierra. La exposición que desde hoy [ayer] le dedica la Fundación Carlos de Amberes de Madrid (100 imágenes que permanecerán los próximos tres meses) demuestran por qué Kertész inspiró a los pioneros de un arte que llevó la vida cotidiana a las vanguardias. De él dijo Henri Cartier-Bresson: «Inventemos lo que inventemos, Kertész siempre fue el pionero».

Hungría, Francia y Estados Unidos fueron los tres países que marcaron su vida y por eso la exposición que ahora se inaugura divide su obra en esas tres paradas geográficas. El recorrido arranca con la fotografía, de 1912, de un joven durmiendo, y acaba, en 1984, con una polaroid tomada desde su casa de Nueva York. Nacido en el seno de una familia judía de la Budapest austrohúngara, Kertész se alistó como alférez en 1914, tras estallar la Gran Guerra. Ahí, con su cámara, dará cuenta de la vida cotidiana de los soldados. El destino quiso que una herida en un brazo le alejara de la contienda. En el hospital empieza a experimentar con su cámara. Las formas torcidas (en la exposición se puede contemplar una serie de desnudos tan deformes como hermosos) fueron una de sus señas de identidad.

Pero fue París la que cambió al fotógrafo húngaro y es allí donde arranca su fama. Retrata a sus amigos (Mondrian, Chagall, Collete o Eisenstein) y ejerce una notable influencia en compatriotas suyos que empiezan, como Brassaï. Otro húngaro, el célebre Robert Capa, llegó de su mano a París. «La influencia de Kertész es enorme y su legado incomparable», afirma el comisario de la exposición, Peter Baki, director del Museo Húngaro de la Fotografía, que posee un fondo de 100.000 imágenes que pretenden reivindicar la importancia de los fotógrafos húngaros en la historia del arte (de Capa a Brassaï, Laslo Moholy-Nagy y, por supuesto el propio Kertész, quien donó toda su obra a esta institución).

Huyó del nazismo

Kertész murió en 1986 en Nueva York, había llegado allí con su mujer Elisabeth Sali huyendo del nazismo. Su suerte cambió cuando la editorial Condé Nast se fijó en él, empieza a trabajar para algunas de sus publicaciones (Vogue, Harper’s Bazaar) y pocos años después logra la nacionalidad. En los años cincuenta ya es un fotógrafo consagrado. «Cambió el paisaje del campo húngaro por el paisaje urbano de Nueva York. Su época parisina estuvo más volcada en el retrato», explica Peter Baki.

La muerte de su mujer, compañera desde los felices años de París y en los terribles de la huída a EE UU, le llevó a encerrarse en su casa, deprimido, donde inició su maravillosa serie de polaroids dedicadas a los objetos de la vida con su mujer. Vivió el duelo de la única manera que sabía: disparando una fotografía detrás de otra, sacando con ellas los gritos que se ahogaban en su cuerpo. La sobrevivió casi una década, pero nada volvió a ser igual. En una de sus imágenes más terribles (presente en Madrid) fotografió un muro derribado sobrevolado por unos pájaros. Fue en su último viaje a Hungría, buscando un país que ya no reconocía. Esperó una hora a encontrar la imagen que buscaba para explicar aquel último viaje.

El País.

Gervasio Sánchez habla sobre «Desaparecidos»

«La dignidad es lo que importa»: ‘Desaparecidos’, un proyecto de Gervasio Sánchez

El drama de los desaparecidos atraviesa toda mi vida profesional. Es el proyecto más duro al que me he enfrentado y tengo la convicción de que el dolor de las víctimas ha dejado profundas secuelas en mi interior. Podría decir que parte de mi vida también ha desaparecido durante su realización.

Era un joven estudiante de Periodismo en enero de 1983 cuando entré a formar parte de un grupo de adopción de Amnistía Internacional en Barcelona. Su responsable me ofreció encargarme de Centroamérica y me dio dos informes gigantescos sobre las violaciones de los derechos humanos en Guatemala bajo la dictadura del general Efraín Ríos Montt y en El Salvador, que vivía en plena guerra civil.

La lectura de aquellos papeles, repletos de hechos difíciles de imaginar por la mente más retorcida y sádica, cambió radicalmente mi visión del periodismo y me convenció de la necesidad de recorrer este mundo, tan poco amable con millones de personas, con la intención de documentar los dramas humanos.

La primera vez que viajé a Guatemala, en octubre de 1984, quise realizar un reportaje sobre los desaparecidos. El país vivía la etapa más oscura de su sangrienta historia y puedo dar fe de que daba miedo trabajar como periodista y fotógrafo.

La primera vez que viajé a El Salvador en ese mismo mes de octubre sentí algo parecido. El país se enfrentaba a las primeras negociaciones de paz entre el gobierno y los grupos guerrilleros. El sueño del fin de la guerra parecía cercano. Pero la paz se firmó ocho años después, a principios de 1992.

Mi primer reportaje chileno publicado en noviembre de 1986 fue sobre los desaparecidos.

Meses después, en mayo de 1987, publiqué un texto con datos inéditos sobre la llamada Caravana de la Muerte y pronostiqué que «este caso salpicaría un día a Pinochet». Once años después, en octubre de 1998, el ex dictador fue detenido en Londres gracias a una orden cursada por el juez Baltasar Garzón en base a los casos de desaparecidos de la Caravana de la Muerte.

La primera vez que viajé a Perú, en octubre de 1988, me encontré con el horror en Ayacucho. Los militares eran los dueños absolutos de la vida y la muerte.

Un tema tabú

La primera vez que viajé a Colombia, en mayo de 1990, me encontré con que la desaparición forzosa era un tema tabú. Ninguna autoridad política o judicial tenía interés por aclarar los centenares de casos acumulados.

Las fuerzas armadas, los grupos paramilitares y las guerrillas están implicadas en decenas de miles de desapariciones. La acumulación de pruebas sobre los llamados falsos positivos (ejecuciones extrajudiciales llevadas a cabo por miembros del ejército) podría provocar el enjuiciamiento del ex presidente Álvaro Uribe. No sería de extrañar que siguiese los pasos del ex presidente peruano Alberto Fujimori, juzgado y encarcelado por varios casos de desapariciones forzosas en su país.

Mi primer viaje a Irak coincidió con la caída del régimen criminal de Sadam Hussein en abril de 2003. Durante seis semanas pude documentar decenas de exhumaciones realizadas por los propios familiares sin ningún tipo de preparación forense. Presencié la apertura de la fosa de Al Mahawil, donde había más de 3.000 cuerpos de desaparecidos. Este proyecto fotográfico comenzó a fortalecerse gracias a las increíbles imágenes tomadas en aquellos días caóticos.

Mi primer viaje a Camboya, en noviembre de 1995, me permitió visitar el campo de exterminio de Tuol Sleng. La antigua escuela estaba vacía porque apenas había turistas en un país todavía golpeado por la guerra. Sus paredes fueron testigos de actos de torturas inimaginables. Dos millares de niños perdieron la vida en el penal.

La cobertura de las diferentes guerra balcánicas entre 1991 y 2000 me permitió enfrentarme al drama de los desaparecidos en la trastienda de la Europa comunitaria. Durante los últimos años he presenciado varias veces los funerales masivos en la localidad bosnia de Potocari que se celebran cada 11 de julio y donde se entierran a las víctimas identificadas de la matanza de Srebrenica.

Hasta hace dos años los desaparecidos españoles no eran un objetivo de este proyecto. El cambio de postura se produjo tras una entrevista realizada por una compañera de la agencia EFE a finales de 2008 coincidiendo con la inauguración de mi exposición Vidas Minadas 10 años en la sede de la UNESCO en París.

Poco antes de finalizarla se interesó por mi siguiente proyecto. Apenas había empezado a explicarle que estaba documentando la tragedia de los desaparecidos cuando me preguntó: «¿En España?» Le contesté que nunca había trabajado en mi país, pero que el proyecto abarcaba casi una decena de países de tres continentes. Me quedé de piedra cuando me lanzó a bocajarro: «Me parece una excusa». Intenté convencerla de la bondad de mi sistema de trabajo, pero ella no dio su brazo a torcer. Al concluir la conversación comencé a darle vueltas como sólo lo hacen las personas obsesivas como yo.

Unos días después empecé a buscar contactos. Me entrevisté con responsables de las agrupaciones de familiares de desaparecidos en León, Madrid, Sevilla, Pamplona, Zaragoza, Barcelona y Tarragona. En pocos meses acumulaba tanta información que decidí incluir España como epílogo del proyecto. Documenté exhumaciones, identificaciones y entregas de restos a los familiares.

El País.