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Premios Unicef 2011

Ya han salido los premios Unicef 2011, entre ellos tenemos un español, JM López, que ha ganado el segundo. Aquí os dejo la traducción los textos que acompañan los tres primeros premios en la web de Unicef, donde también podéis ver las menciones de honor.

Primer Premio: ‘Niños de Sodoma’ de Kai Löffelbein

Estamos acostumbrados a recoger el papel usado, las botellas, etc. y llevar los aparatos electronicos a puntos de reciclaje o de vuelta al fabricante. Haciendo esto sentimos que administramos nuestros recursos sensatamente. (Aunque quizás no sea muy sensato seguir comprando cosas nuevas constantemente). Pero muchas veces no queda claro, a pesar de las prohibiciones legales, adónde van realmente nuestros aparatos. De acuerdo a las estimaciones de Naciones Unidas, alrededor de 100.000 toneladas de residuos electrónicos se exportan, por ejemplo, de Alemania a África cada año.

‘Sodoma y Gomorra’ es cómo llaman a los vertederos de residuos tóxicos en el barrio Agbogbloshie de Accra, capital de Ghana. Es donde niños y adolescentes desmontan ordenadores, teléfonos móviles, televisiones y otros aparatos y queman los sistemas electrónicos para conseguir metales valiosos. El aire se llena de vapores nocivos; plomo, cadmio, zinc, cromo, niquel y otras sustancias químicas son emitidas dañando la salud de todo aquel que las inhala: dolores de cabeza, mareos, erupciones cutáneas y daños en el sistema nervioso son las consecuencias. Sin mencionar los residuos altamente tóxicos que contaminan la tierra. El fotógrafo alemán Kai Löffelbein ha sido testigo de toda la complejidad del problema: en teoría, el contenido de los residuos electrónicos como oro, plata y paladio se debería reciclar en países industrializados como materias primas valiosas. Y técnicamente, en gobierno ghanés debería prohibir la importación de este tipo de residuos. Pero no existe esa prohibición porque la gente puede hacer dinero comerciando con la chatarra. Pero, al final, todo se trata del principio de que ‘el que contamina paga’. Aquellos que crean el problema son los responsables de tratar los residuos de manera sostenible. Es nuestra responsabilidad.

Texto original y reportaje completo.

Segundo Premio: ‘Sequía, pobreza y hambre’ de JM López.

Marisela tiene seis años y medio y pesa 9 kg. Alex tiene seis meses y pesa 3 kg, Maira tiene dieciséis años y pesa 20kg. Son tres de los muchos niños que están por debajo de su peso en el este de Guatemala sufren de malnutrición severa en el llamado ‘corredor seco’. Debido a la falta de nutrientes vitales en los periodos más importantes de su crecimiento, estos niños sufren daños físicos y psíquicos irreversibles.

Durante su investigación en las provincias de Jalapa, Chiquimula y Zacapa, el fotógrafo español JM López se encontraba contínuamente con los mismos problemas: incremento de la sequía en las tierras ya de baja calidad de que disponen los campesinos debido al cambio climático y a las décadas de retraso en la reforma agraria. El 15 por ciento de la población todavía posee el 70 por ciento de las tierras de cultivo del país.

Aparte de las instituciones en las que JM López ha tomado fotos y de la ayuda médica temporal que provee de suministro de nutrientes, es obvio que la mejora sostenible de las condiciones de vida en Guatemala sólo se puede conseguir con un cambio estructural y político global. Por lo tanto, Unicef junto con organizaciones afiliadas y el gobierno guatemalteco tienen como objetivo reducir la malnutrición crónica en niños menores de cinco años en un 10% para el 2014 así como garantizar acceso a servicios médicos para niños y mujeres embarazadas. En concreto, esta campaña se centrará en 130 comunidades con los indicadores sociales más bajos y los mayores porcentajes de pobreza y de población rural indígena.

Texto original y reportaje completo.

Tercer Permio: ‘La línea de polio en la arena’ de Mary F. Calvert

Kano es la capital del estado con el mismo nombre en Nigeria. Poliomelitis, normalmente abreviado a polio y también llamado parálisis infaltil, es una enfermedad viral incurable. ¿Qué tienen que ver Kano y Polio entre ellas? En 2002, el fanatismo religioso islámico combinó la falta de conocimiento con una campaña de odio contra la influencia occidental que llevó a Kano rechazar la campaña de la Organización Mundial de la Salud contra el polio. Se extendió el rumor de que le habían echado a la vacuna drogas que provocaban antifertilidad e incluso que Occidente las usaba para extender el SIDA. Las consecuencias fueron fatales: después de cuatro años de desinformación, más de 3000 niños contrajeron la polio. Pero la gran cantidad de niños que sufrían permanentes problemas de salud hicieron cambiar de idea hasta los líderes con más prejuicios. Ahora, apoyan las vacunas preventivas. Junto a otras organizaciones, Unicef ha estado llevando a cabo campañas de información y concienciación que han demostrado ser muy efectivas: de 2009 a 2010, el número de casos de polio en Nigeria, han descendido en un 95%.

Capturar la reivindicación del derecho a la integridad física y a la buena salud, en particular en mujeres y niños, ha sido la motivación principal que está detrás de las imágenes más impresionantes que la fotógrafa americana Mary F. Calvert ha hecho en muchos años.

Texto original y reportaje completo.

Gervasio Sánchez habla sobre «Desaparecidos»

«La dignidad es lo que importa»: ‘Desaparecidos’, un proyecto de Gervasio Sánchez

El drama de los desaparecidos atraviesa toda mi vida profesional. Es el proyecto más duro al que me he enfrentado y tengo la convicción de que el dolor de las víctimas ha dejado profundas secuelas en mi interior. Podría decir que parte de mi vida también ha desaparecido durante su realización.

Era un joven estudiante de Periodismo en enero de 1983 cuando entré a formar parte de un grupo de adopción de Amnistía Internacional en Barcelona. Su responsable me ofreció encargarme de Centroamérica y me dio dos informes gigantescos sobre las violaciones de los derechos humanos en Guatemala bajo la dictadura del general Efraín Ríos Montt y en El Salvador, que vivía en plena guerra civil.

La lectura de aquellos papeles, repletos de hechos difíciles de imaginar por la mente más retorcida y sádica, cambió radicalmente mi visión del periodismo y me convenció de la necesidad de recorrer este mundo, tan poco amable con millones de personas, con la intención de documentar los dramas humanos.

La primera vez que viajé a Guatemala, en octubre de 1984, quise realizar un reportaje sobre los desaparecidos. El país vivía la etapa más oscura de su sangrienta historia y puedo dar fe de que daba miedo trabajar como periodista y fotógrafo.

La primera vez que viajé a El Salvador en ese mismo mes de octubre sentí algo parecido. El país se enfrentaba a las primeras negociaciones de paz entre el gobierno y los grupos guerrilleros. El sueño del fin de la guerra parecía cercano. Pero la paz se firmó ocho años después, a principios de 1992.

Mi primer reportaje chileno publicado en noviembre de 1986 fue sobre los desaparecidos.

Meses después, en mayo de 1987, publiqué un texto con datos inéditos sobre la llamada Caravana de la Muerte y pronostiqué que «este caso salpicaría un día a Pinochet». Once años después, en octubre de 1998, el ex dictador fue detenido en Londres gracias a una orden cursada por el juez Baltasar Garzón en base a los casos de desaparecidos de la Caravana de la Muerte.

La primera vez que viajé a Perú, en octubre de 1988, me encontré con el horror en Ayacucho. Los militares eran los dueños absolutos de la vida y la muerte.

Un tema tabú

La primera vez que viajé a Colombia, en mayo de 1990, me encontré con que la desaparición forzosa era un tema tabú. Ninguna autoridad política o judicial tenía interés por aclarar los centenares de casos acumulados.

Las fuerzas armadas, los grupos paramilitares y las guerrillas están implicadas en decenas de miles de desapariciones. La acumulación de pruebas sobre los llamados falsos positivos (ejecuciones extrajudiciales llevadas a cabo por miembros del ejército) podría provocar el enjuiciamiento del ex presidente Álvaro Uribe. No sería de extrañar que siguiese los pasos del ex presidente peruano Alberto Fujimori, juzgado y encarcelado por varios casos de desapariciones forzosas en su país.

Mi primer viaje a Irak coincidió con la caída del régimen criminal de Sadam Hussein en abril de 2003. Durante seis semanas pude documentar decenas de exhumaciones realizadas por los propios familiares sin ningún tipo de preparación forense. Presencié la apertura de la fosa de Al Mahawil, donde había más de 3.000 cuerpos de desaparecidos. Este proyecto fotográfico comenzó a fortalecerse gracias a las increíbles imágenes tomadas en aquellos días caóticos.

Mi primer viaje a Camboya, en noviembre de 1995, me permitió visitar el campo de exterminio de Tuol Sleng. La antigua escuela estaba vacía porque apenas había turistas en un país todavía golpeado por la guerra. Sus paredes fueron testigos de actos de torturas inimaginables. Dos millares de niños perdieron la vida en el penal.

La cobertura de las diferentes guerra balcánicas entre 1991 y 2000 me permitió enfrentarme al drama de los desaparecidos en la trastienda de la Europa comunitaria. Durante los últimos años he presenciado varias veces los funerales masivos en la localidad bosnia de Potocari que se celebran cada 11 de julio y donde se entierran a las víctimas identificadas de la matanza de Srebrenica.

Hasta hace dos años los desaparecidos españoles no eran un objetivo de este proyecto. El cambio de postura se produjo tras una entrevista realizada por una compañera de la agencia EFE a finales de 2008 coincidiendo con la inauguración de mi exposición Vidas Minadas 10 años en la sede de la UNESCO en París.

Poco antes de finalizarla se interesó por mi siguiente proyecto. Apenas había empezado a explicarle que estaba documentando la tragedia de los desaparecidos cuando me preguntó: «¿En España?» Le contesté que nunca había trabajado en mi país, pero que el proyecto abarcaba casi una decena de países de tres continentes. Me quedé de piedra cuando me lanzó a bocajarro: «Me parece una excusa». Intenté convencerla de la bondad de mi sistema de trabajo, pero ella no dio su brazo a torcer. Al concluir la conversación comencé a darle vueltas como sólo lo hacen las personas obsesivas como yo.

Unos días después empecé a buscar contactos. Me entrevisté con responsables de las agrupaciones de familiares de desaparecidos en León, Madrid, Sevilla, Pamplona, Zaragoza, Barcelona y Tarragona. En pocos meses acumulaba tanta información que decidí incluir España como epílogo del proyecto. Documenté exhumaciones, identificaciones y entregas de restos a los familiares.

El País.

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