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Entrevista a Henri Cartier-Bresson

Seguimos con los especiales del aniversario. La tercera entrada más vista ha sido la primera parte de la entrevista a Henri Cartier Bresson. Así que aquí tenéis la traducción de una entrevista de 1958. La ha transcrito la fotógrafa Erica McDonald y la he vuelto a encontrar en American Suburb X, que es una mina. También podéis descargárosla el audio aquí.

Para mí, la fotografía es el reconocimiento simultáneo  en una fracción de segundo del significado de un evento y la organización de las formas que le dan su propio carácter. Creo que para una vida activa, el descubrimiento de uno mismo se hace simultáneamente con el descubrimiento del mundo a nuestro alrededor, cómo éste nos moldea, y al mismo tiempo cómo también nosotros podemos influir en él. Debe de haber un equilibrio entre estos dos mundos: el interior, y el que está fuera de nosotros. Como resultado de una influencia recíproca, estos dos mundos llegan a formar uno sólo. Y ése es el mundo que debemos transmitir.

Pero esto, sólo concierne al contenido de la foto. Para mí, el contenido no se puede separar de la forma. Por forma, me refiero a una rigurosa organización geométrica de la interacción de las superficies, lineas y valores. Es sólo en esa organización donde nuestros conceptos y emociones se vuelven concretos y comunicables. En fotografía, la organización visual procede únicamente de un instinto desarrollado.

Antes que nada, me gustaría decir que es una regla que me he impuesto a mí mismo, un poco de disciplina, pero no es una norma. Es muy personal. Creo que no podemos diferenciar lo que queremos decir de la forma de decirlo.

La fotografía es un proceso mental. Tenemos que tener claro qué es lo que queremos decir. Nuestras concepciones, lo que pensamos de una situación específica, un problema concreto. La fotografía es una forma de escribirlo, de dibujarlo, de hacer bocetos de ello. Y básicamente esto se nos ofrece en la vida diaria. Tenemos que estar alerta y escoger un momento significativo. Es intuición. Es instinto.  No sabemos porqué disparamos en un momento concreto. Viene, está ahí, se nos ofrece. Tómalo. Todo está ahí, es una cuestión del azar, pero tienes que elegir y obligar a las oportunidades a venir a ti.

La parte creativa de la fotografía es muy pequeña. Un pintor se puede recrear, un escritor también, pero a nosotros se nos da, tenemos que escoger el momento, el instante decisivo, está ahí.

Cuando empecé con la fotografía en 1930 había muy pocas revistas de fotos, no había mercado. Y yo hacía fotos de aquello que me impresionaba, que me interesaba. Llevaba una especie de diario. Y sigo llevando un diario fotográfico. Y luego, empezaron las revistas y había trabajo en ellas. Tienes que trabajar para ti mismo, para expresarte. Con las revistas, estás en contacto con los sucesos importantes que ocurren en el mundo y tienes la posibilidad de hablar para un gran público.

¿Y afecta de alguna manera a su forma de enfrentarse a una historia el hecho de que sea para el gran público? ¿O sigue manteniendo sus propios preceptos, sigue siendo la misma intuición?
Es la misma intuición. Tienes que saber qué margen tienes para contar la historia para la revista pero no deberías trabajar para una revista, deberías hacerlo para ti mismo y para la historia.

Está claro que estás comunicando. Por ejemplo, has hecho muchos ensayos fotográficos en distintos países. ¿Cuando llegas a un país, vives allí durante un tiempo? ¿Intentas sentir el…?
No puedes apresurarte. Lleva un tiempo entender, tener el sentimiento de un lugar. Tienes una idea general de un país, pero cuando llegas, te das cuenta de tus ideas preconcebidas son erróneas, así que no debes forzar esas ideas que tenías. La realidad habla, así como tus impresiones. Es muy importante, la primera idea debe ser muy fresca, como la primera vez que ves la cara de alguien, tienes una impresión. Quizás más adelante te des cuenta de que estabas equivocado porque no te habías dado cuenta de algo en concreto, una sonrisa, algo… Y lo mismo ocurre con un país.

¿Nos puedes poner un ejemplo? Por ejemplo, tu trabajo en India, sobre donde en Occidente tenemos una idea muy exótica. ¿Cambió esa idea cuando llegaste y afectó a tu trabajo y a la forma de acercarte a la gente?
Es algo que te viene de dentro poco a poco, no ocurre de repente. Tienes que vivir allí, conocer a la gente, entablar relaciones. Tienes que estar al mismo nivel que la gente. no puedes llegar juzgando, tienes que acercarte a la gente, ser amable.Te tiene que gustar la gente. Puedes expresar todo lo que sientes, puedes estar horrorizado, de buen humor,… Puedes expresar todos los sentimientos.

Supongo que todo está en tu actitud, que te muestra qué elegir. ¿Haces muchas fotos, por ejemplo de un tema o esperas para…
Depende, no hay una regla. Tienes que ser sutil y flexible al mismo tiempo. Encajar exactamente.

Eres conocido por no reencuadrar tus fotos ¿quieres decir algo al respecto?
¿Sobre reencuadrar? Tienes que tener sentido de la geometría y de la relación de las formas como en cualquier medio plástico.Creo que te posicionas en un momento, luchamos en el tiempo y el espacio. Del mismo modo que escoges el momento exacto, también escoges el sitio correcto. Me acercaré o me alejaré para poner énfasis en el tema y si las relaciones, la interacción de las líneas es correcta, ahí está. Y si no es correcta no lo va a ser reencuadrando en el cuarto oscuro y haciendo todo tipo de trucos. Si una foto es mediocre, seguirá siendo mediocre. Se hace de una vez.

Washington, D.C., 1957

Bueno, supongo que volvemos a la intuición. Tiene que tenerla…
Sí. Y la técnica, la técnica no es nada abstracto, No puedes evadirla. La técnica tiene que ser algo que te ayude a expresar lo que quieres. Tienes que dominar tu método, conocer tus herramientas para decir lo que tengas que decir. Tienes que conocer tus objetivos, pero no es difícil. Se aprende muy rápido. Es como el mecanógrafo que no debe mirar al teclado, y así teclea. Pero luego, cuando sabe cómo teclear, sólo se preocupa por lo que tiene que decir. Es lo mismo. Un cocinero no pesa la sal para saber cuánta tiene que poner en una tarta. La sal que pone sirve para realzar el azúcar. Es intuición, es instinto, y es lo mismo.

Supongo que eso se puede aplicar a todas las formas de expresión, la técnica debe ser completamente asimilada.
Así lo creo. sí.

Por ejemplo, tú como fotógrafo, básicamente, lo que querrás hacer es comunicar, como cualquier artista en cualquier campo.
Sí, la comunicación ha sido algo muy importante. Quieres dar algo y saber que es bien recibido. No es reconocimiento. El éxito es peligroso, puede afectarte.

¿En qué sentido?
El éxito es tan injusto como el fracaso. Lo que es importante (se transforma en reconocimiento) Quieres dar algo y saber que alguien lo acepta. De hecho, cuando quieres a alguien, no te va a rechazar, acepta tu amor. Y para mí eso es comunicación. Dar algo que es…

Dar algo y ser correspondido.
Sí. No es reconocimiento.

¿Puedes hablar algo más sobre los aspectos técnicos de la fotografía?
No necesitamos un gran equipo. Prácticamente trabajo todo el tiempo con un 50 mm,  un objetivo muy luminoso porque nunca sé si voy a estar en una habitación oscura haciendo una foto ahora o fuera a plena luz del día en un momento. Así que…

Las cámaras compactas son importantes. Las pequeñas.
Son muy importantes. La gente apenas de da cuenta de que estás ahí.

En los viejos tiempos, tenían placas de colodión y todo eso…
Creo que con un 50mm puedes cubrir muchas cosas. A veces, especialmente para paisajes, necesitas un 90mm porque elimina todo el primer plano que no suele ser tan interesante. Pero esto no lo decides de antemano… Voy a trabajar con esta lente… No. Depende del tema. El tema te guía. El encuadre es tanto el reconocimiento de un orden geométrico, como el tema.

Es una pregunta que a veces hace la gente. ¿Cuál es tu foto favorita? Y tengo que decir que la fotografía importante es la próxima que vas a tomar. No somos comisarios de nuestro trabajo. Lo importante es el siguiente trabajo. La fotografía es una forma de vida. Para mí, mi cámara es una extensión de mi ojo. La llevo siempre conmigo. Pero todo depende de cómo vivamos, de lo que nos guste o de la actitud que tengamos hacia la vida. Lo que somos.

Henri Cartier-Bresson. El éxito es tan injusto como el fracaso

Seguimos con los especiales del aniversario. La tercera entrada más vista ha sido la primera parte de la entrevista a Henri Cartier Bresson. Así que aquí tenéis la traducción de una entrevista de 1958. La ha transcrito la fotógrafa Erica McDonald y la he vuelto a encontrar en American Suburb X, que es una mina. También podéis descargárosla el audio aquí.

Henri Cartier-Bresson

Henri Cartier-Bresson

 

Para mí, la fotografía es el reconocimiento simultáneo  en una fracción de segundo del significado de un evento y la organización de las formas que le dan su propio carácter. Creo que para una vida activa, el descubrimiento de uno mismo se hace simultáneamente con el descubrimiento del mundo a nuestro alrededor, cómo éste nos moldea, y al mismo tiempo cómo también nosotros podemos influir en él. Debe de haber un equilibrio entre estos dos mundos: el interior, y el que está fuera de nosotros. Como resultado de una influencia recíproca, estos dos mundos llegan a formar uno sólo. Y ése es el mundo que debemos transmitir.

Pero esto, sólo concierne al contenido de la foto. Para mí, el contenido no se puede separar de la forma. Por forma, me refiero a una rigurosa organización geométrica de la interacción de las superficies, lineas y valores. Es sólo en esa organización donde nuestros conceptos y emociones se vuelven concretos y comunicables. En fotografía, la organización visual procede únicamente de un instinto desarrollado.

Antes que nada, me gustaría decir que es una regla que me he impuesto a mí mismo, un poco de disciplina, pero no es una norma. Es muy personal. Creo que no podemos diferenciar lo que queremos decir de la forma de decirlo.

La fotografía es un proceso mental. Tenemos que tener claro qué es lo que queremos decir. Nuestras concepciones, lo que pensamos de una situación específica, un problema concreto. La fotografía es una forma de escribirlo, de dibujarlo, de hacer bocetos de ello. Y básicamente esto se nos ofrece en la vida diaria. Tenemos que estar alerta y escoger un momento significativo. Es intuición. Es instinto.  No sabemos porqué disparamos en un momento concreto. Viene, está ahí, se nos ofrece. Tómalo. Todo está ahí, es una cuestión del azar, pero tienes que elegir y obligar a las oportunidades a venir a ti.

La parte creativa de la fotografía es muy pequeña. Un pintor se puede recrear, un escritor también, pero a nosotros se nos da, tenemos que escoger el momento, el instante decisivo, está ahí.

Cuando empecé con la fotografía en 1930 había muy pocas revistas de fotos, no había mercado. Y yo hacía fotos de aquello que me impresionaba, que me interesaba. Llevaba una especie de diario. Y sigo llevando un diario fotográfico. Y luego, empezaron las revistas y había trabajo en ellas. Tienes que trabajar para ti mismo, para expresarte. Con las revistas, estás en contacto con los sucesos importantes que ocurren en el mundo y tienes la posibilidad de hablar para un gran público.

¿Y afecta de alguna manera a su forma de enfrentarse a una historia el hecho de que sea para el gran público? ¿O sigue manteniendo sus propios preceptos, sigue siendo la misma intuición?
Es la misma intuición. Tienes que saber qué margen tienes para contar la historia para la revista pero no deberías trabajar para una revista, deberías hacerlo para ti mismo y para la historia.

Está claro que estás comunicando. Por ejemplo, has hecho muchos ensayos fotográficos en distintos países. ¿Cuando llegas a un país, vives allí durante un tiempo? ¿Intentas sentir el…?
No puedes apresurarte. Lleva un tiempo entender, tener el sentimiento de un lugar. Tienes una idea general de un país, pero cuando llegas, te das cuenta de tus ideas preconcebidas son erróneas, así que no debes forzar esas ideas que tenías. La realidad habla, así como tus impresiones. Es muy importante, la primera idea debe ser muy fresca, como la primera vez que ves la cara de alguien, tienes una impresión. Quizás más adelante te des cuenta de que estabas equivocado porque no te habías dado cuenta de algo en concreto, una sonrisa, algo… Y lo mismo ocurre con un país.

¿Nos puedes poner un ejemplo? Por ejemplo, tu trabajo en India, sobre donde en Occidente tenemos una idea muy exótica. ¿Cambió esa idea cuando llegaste y afectó a tu trabajo y a la forma de acercarte a la gente?
Es algo que te viene de dentro poco a poco, no ocurre de repente. Tienes que vivir allí, conocer a la gente, entablar relaciones. Tienes que estar al mismo nivel que la gente. no puedes llegar juzgando, tienes que acercarte a la gente, ser amable.Te tiene que gustar la gente. Puedes expresar todo lo que sientes, puedes estar horrorizado, de buen humor,… Puedes expresar todos los sentimientos.

Supongo que todo está en tu actitud, que te muestra qué elegir. ¿Haces muchas fotos, por ejemplo de un tema o esperas para…
Depende, no hay una regla. Tienes que ser sutil y flexible al mismo tiempo. Encajar exactamente.

Eres conocido por no reencuadrar tus fotos ¿quieres decir algo al respecto?
¿Sobre reencuadrar? Tienes que tener sentido de la geometría y de la relación de las formas como en cualquier medio plástico. Creo que te posicionas en un momento, luchamos en el tiempo y el espacio. Del mismo modo que escoges el momento exacto, también escoges el sitio correcto. Me acercaré o me alejaré para poner énfasis en el tema y si las relaciones, la interacción de las líneas es correcta, ahí está. Y si no es correcta no lo va a ser reencuadrando en el cuarto oscuro y haciendo todo tipo de trucos. Si una foto es mediocre, seguirá siendo mediocre. Se hace de una vez.

Henri Cartier-Bresson

Henri Cartier-Bresson, Washington, D.C., 1957

Bueno, supongo que volvemos a la intuición. Tiene que tenerla…
Sí. Y la técnica, la técnica no es nada abstracto, No puedes evadirla. La técnica tiene que ser algo que te ayude a expresar lo que quieres. Tienes que dominar tu método, conocer tus herramientas para decir lo que tengas que decir. Tienes que conocer tus objetivos, pero no es difícil. Se aprende muy rápido. Es como el mecanógrafo que no debe mirar al teclado, y así teclea. Pero luego, cuando sabe cómo teclear, sólo se preocupa por lo que tiene que decir. Es lo mismo. Un cocinero no pesa la sal para saber cuánta tiene que poner en una tarta. La sal que pone sirve para realzar el azúcar. Es intuición, es instinto, y es lo mismo.

Supongo que eso se puede aplicar a todas las formas de expresión, la técnica debe ser completamente asimilada.
Así lo creo. sí.

Por ejemplo, tú como fotógrafo, básicamente, lo que querrás hacer es comunicar, como cualquier artista en cualquier campo.
Sí, la comunicación ha sido algo muy importante. Quieres dar algo y saber que es bien recibido. No es reconocimiento. El éxito es peligroso, puede afectarte.

¿En qué sentido?
El éxito es tan injusto como el fracaso. Lo que es importante (se transforma en reconocimiento) Quieres dar algo y saber que alguien lo acepta. De hecho, cuando quieres a alguien, no te va a rechazar, acepta tu amor. Y para mí eso es comunicación. Dar algo que es…

Henri Cartier Bresson

Henri Cartier-Bresson. Shangai, China, 1948.

Dar algo y ser correspondido.
Sí. No es reconocimiento.

¿Puedes hablar algo más sobre los aspectos técnicos de la fotografía?
No necesitamos un gran equipo. Prácticamente trabajo todo el tiempo con un 50 mm,  un objetivo muy luminoso porque nunca sé si voy a estar en una habitación oscura haciendo una foto ahora o fuera a plena luz del día en un momento. Así que…

Las cámaras compactas son importantes. Las pequeñas.
Son muy importantes. La gente apenas de da cuenta de que estás ahí.

En los viejos tiempos, tenían placas de colodión y todo eso…
Creo que con un 50mm puedes cubrir muchas cosas. A veces, especialmente para paisajes, necesitas un 90mm porque elimina todo el primer plano que no suele ser tan interesante. Pero esto no lo decides de antemano… Voy a trabajar con esta lente… No. Depende del tema. El tema te guía. El encuadre es tanto el reconocimiento de un orden geométrico, como el tema.

Es una pregunta que a veces hace la gente. ¿Cuál es tu foto favorita? Y tengo que decir que la fotografía importante es la próxima que vas a tomar. No somos comisarios de nuestro trabajo. Lo importante es el siguiente trabajo. La fotografía es una forma de vida. Para mí, mi cámara es una extensión de mi ojo. La llevo siempre conmigo. Pero todo depende de cómo vivamos, de lo que nos guste o de la actitud que tengamos hacia la vida. Lo que somos.

Henri Cartier-Bresson

Henri Cartier-Bresson, En un tren, Rumanía, 1975.

 

Henri Cartier-Bresson habla sobre la fotografía

La cuarta entrada más vista de este año ha sido la segunda parte de la entrevista con Cartier Bresson. Aquí os dejo la traducción de una transcripción de audio de 1973 que he encontrado en el genial blog American Suburb X.

Palabras de Henri Cartier-Bresson

He estado haciendo fotos desde que era muy joven. No me acuerdo de qué edad tenía. Empecé pintando y dibujando y para mí la fotografía era un medio para dibujar, eso es todo.  Un boceto inmediato hecho con la intuición que no puedes corregir. Si tienes que corregirlo, será en la siguiente foto. La vida es fluida y a veces las fotos desaparecen y no hay nada que puedas hacer. No puedes decirle a alguien “ey, por favor, sonríe de nuevo y vuelve a poner ese gesto” La vida ocurre sólo una vez, para siempre.

No me interesa documentar. Documentar es extremadamente aburrido y el periodismo… Soy muy mal reportero y fotoperiodista. Cuando hice la exposición en el Museo de Arte Moderno en el 46, Capa, que era muy cuidadoso me dijo: no debes tener la etiqueta de fotógrafo surrealista. Toda mi formación fue el surrealismo. Y aún me siento muy surrealista pero él me dijo que si te etiquetan de surrealista no vas a llegar más lejos, que no te harán un encargo y que serás como una planta de invernadero. Olvídalo, haz lo que te de la gana, pero la etiqueta debe ser fotoperiodista. Y Capa era extremadamente coherente así que no volví a mencionar el surrealismo, ésa es mi pasión privada. Y lo que quiero, lo que busco, es asunto mío. No soy un reportero. Eso es accidental, un extra. Cuando voy a algún lugar, intento hacer una foto que resuma una situación que maraville, que atraiga la mirada y que  tenga una buena relación de las formas, que para mí es esencial. Un placer visual.

Madrid, 1933.

Madrid, 1933.

Había ritmo, la forma, la cabeza cae aquí, eso va hacia allá. Hay ritmo entre los diferentes elementos. Hay un cuadrado aquí, un rectángulo y otro… ¿Ves? Esos problemas me preocupan. El mayor placer para mí es la geometría que significa estructura. No puedes ir a hacer fotos de formas y figuras, pero es un placer sensual y un placer intelectual cuando tienes todo en su sitio. Es reconocer un orden que tienes en frente. (…) La diferencia entre una foto buena y una mediocre es cuestión de milímetros una diferencia diminuta pero esencial y si tomo la foto desde allí tendrá una distribución diferente que desde allí o allí. Y realmente es un pequeña recolocación con pequeños movimientos lo que estoy haciendo. No estoy saltando de arriba a abajo. Es una relación entre tu nariz, tus ojos, la ventana de atrás y ese mi placer… Establecer esas relaciones. Y a veces no hay foto. No pasa nada, no hay foto.

El periodismo es una forma de constatar. Bueno, algunos periodistas son escritores maravillosos pero otros ponen un hecho detrás de otro y los hechos no son interesantes. Es el punto de vista sobre esos hechos lo que importa y en la fotografía es la re-evocación de esos hechos.

Las fotografías que me importan son fotos que puedo mirar durante más de dos minutos y es mucho. No  hay muchas fotos que puedas mirar una y otra vez.

Henri Matisse en su casa «Le Rêve». Los Alpes, 1944.

Lo más difícil para mí es el retrato. Es muy difícil. Es un signo de interrogación que pones en alguien intentando contar quién es, a qué puede aspirar, cuál es el significado de su expresión… Y la diferencia entre un retrato y una instantánea es que  en el retrato la persona acepta ser fotografiada. No es como alguien que ves, lo coges en la calle y ya.

Me gusta conocer a la gente en su ambiente. Es fascinante entrar en los hogares de la gente, mirarlos… Pero debes ser como un gato, sin molestar, de puntillas como un biólogo mirando a través de su microscopio. Cuando lo estudias todo, la gente reacciona de otra manera a cuando no sabes nada e intentas poner la cámara entre la piel de alguien y su camisa, no es fácil. Y las actitudes delante de la gente son muy distintas delante de la cámara. Algunos se sienten violentos, otros tímidos, algunos odian que les hagan fotos y a otros les encanta lucirse. Pillas a la gente muy rápido. Ves a la gente desnuda a través del visor, a veces los ves haciendo un steptease y puede resultar muy embarazoso. Recuerdo que tuve que fotografiar para Vogue a una mujer muy mayor, de Boston, una mujer maravillosa. Ella me sonrió pero era ese tipo de sonrisas que no puedes devolver. Ella quería ver la foto antes de que se publicara pero le dije que lo sentía mucho, que nunca lo hacía, que era una cuestión de confianza y ella estuvo de acuerdo. Me dijo “Ay, mis arrugas” y le dije que era su encanto propio porque después de todo depende de cómo te salen.  Es verdad, es la marca que te deja la vida. Depende de cómo la gente haya vivido y todo eso queda escrito en sus caras. Después de una cierta edad, pienso que tienes la cara que te mereces.

En general, cuando hago un retrato hago algunas preguntas para ver la reacción de la gente cuando intentan hablar tan poco como sea posible, pero aún así debes establecer algún tipo de contacto. En cuanto a Matisse, estuve delante de él alrededor de hora y media en un silencio absoluto. Nos mirábamos el uno al otro a los ojos y quizás hice una foto buena (…) Fueron unas 6 fotos en hora y media y no hubo ninguna incomodidad.

Isla de Sifnos, Grecia, 1961.

A veces la gente me pregunta ¿cuántas fotos haces? ¿muchas al día? Siempre contesto que no hay una regla. A veces, como en esta foto en Grecia, vi el marco y todo y esperé a que alguien pasara e hice dos fotos, una de un cura ortodoxo con un sombrero redondo y otra a una niña. La de la niña estaba todo en relación con las otras formas mientras que la de él tenía algo más, era otra concepción y a veces no tienes una segunda oportunidad porque la gente se ha ido. Ése es el motivo por el que esta profesión crea tanta ansiedad. Porque estás siempre esperando, qué va a pasar, qué, qué? Es así todo el rato. Estás fotografiando y sí, quizás mejor así pero no debes fotografiar demasiado. Es como cuando comes o bebes demasiado, tienes que comer y beber pero no darte un atracón. Porque en el momento en el que levantas la mano el obturador quiere más y más y quizás la foto se encontraba en la mitad. Es una fracción de segundo, es un instinto. En fotografía debes ser rápido, como un animal de caza. Así la atrapas y la tomas y la gente ni siquiera lo nota. Y es precioso. Para mí, la fotografía es un placer físico. No hace falta tener mucha cabeza, sólo sensibilidad, un dedo y dos piernas. Es muy bonito cuando sientes que tu cuerpo está trabajando, lleno de aire y contactando con la naturaleza. Es precioso.

Soy extremadamente impulsivo, terriblemente impulsivo. Es una lata para mis amigos y familia. Soy un manojo de nervios pero me aprovecho de eso en la fotografía. Nunca pienso. Actúo, rápido. Tienes que olvidarte de ti mismo, tienes que ser tú mismo y olvidarte de ti mismo al mismo tiempo y así la imagen resulta mucho más fuerte. Lo que quieres y lo que ves. Tienes que implicarte completamente en lo que haces y no pensar. Las ideas son peligrosas. Tienes que pensar todo el tiempo pero cuando estás fotografiando no tienes que intentar forzar las cosas para explicar ni probar algo. No tienes que probar nada. Eso vendrá sólo.

La primera impresión es esencial, la primera vista es impactante, sorprendente. Salta hacia ti. Lo irás alimentando con tu propia vida, con tu gusto, con el bagaje intelectual que acarreas. Tus experiencias, tu amor, tu odio es un todo. Y la poesía es la esencia de todo. Hay dos elementos que están de repente en conflicto y hay una lucha entre ellos pero se da rara vez. No puedes buscarlo. Es como buscar la inspiración, todo llega enriqueciéndote a ti mismo y a tu vida. Es como decir que esperas por una buena foto. Por una foto genial… Pocas veces vas a hacer una foto genial. Tienes que ordeñar a una vaca muchas veces para tener mucha leche para poder hacer un pequeño trozo de queso. No comprendo lo que quiere decir “drásticamente nuevo” No hay ideas nuevas en el mundo, sólo cómo se disponen esas cosas.  Todo es nuevo, cada minuto es nuevo.  Me refiero a reexaminar. La vida cambia a cada minuto. El mundo se va formando cada minuto y es algo bello y trágico. Siempre hay polos y uno no puede existir sin el otro. Son estas tensiones las que siempre me han movido.

Fábrica de coches, Paris, 1959

Fábrica de coches, Paris, 1959.

Esta foto me gusta. Estaba conduciendo en Grecia, en las montañas del norte. Había un niño en la carretera que pastoreaba cabras. No sé si lo saludé o algo pero de repente empezó a andar con sus manos. Había tanto júbilo, tanta alegría en ese país yermo, en esa carretera polvorienta.

Todo es interesante si profundizas un poco, pero al mismo tiempo no puedes fotografiar todo lo que veas. Hay sitios en los que el pulso se te acelera más que en otros… Después de la guerra no sé por qué pero tenía la sensación de que era importante ir a países coloniales. ¿Qué cambios van a ocurrir allí? Es por eso por lo que estuve tres años en oriente.

Estuve en India justo cuando Gandhi murió, después de la división de India y Pakistán y es cuando hay un cambio de situación cuando hay más tensión.  He estado viviendo en la India más de un año y el problema de la demografía, de la inmensidad del país, de la gente me preocupaba mucho. Me gusta vivir en los sitios, no me gusta ir de visita. Lo que se hace con tiempo, el tiempo lo respeta.

Nehru anuncia la muerte de Gandhi, Delhi, 1948.

Pasé en China los últimos tres meses del régimen de Kuo Ming-Tang. Lo vi caerse en pedazos y estuve allí cuando llegaron los comunistas. Me quedé otros seis meses. Los chinos siempre han estado entre regímenes caóticos, severos y tiranos.  Durante siglos han pasado de uno a otro. Tuve suerte de estar allí justo durante ese cambio. Una tradición y lo que permanece de ella, una actitud revolucionaria y una nueva concepción del hombre.

Interesar a la gente con lugares lejanos, impresionarlos, deleitarlos no es difícil. Lo más complicado es hacerlo en tu propio país. Sabes demasiado sobre él, cuando es tu propio bloque, tu propia rutina es difícil salir de ahí. Cuando voy al carnicero o lugares donde voy todo el tiempo, sé demasiado pero no lo suficiente para estar lúcido. Pero tienes que tener la mente abierta, ser consciente. Por eso la gente hace unas 10 fotos buenas en su vida. Lo interesante es la constancia. Seguir trabajando. Hay que reexaminar las cosas, intentar estar más lúcido y más libre y profundizar cada vez más. La cámara es un arma. No puedes probar nada pero al mismo tiempo es un arma. No es propaganda. En absoluto. Pero es una forma de gritar cómo te sientes. Me encanta la vida, me encantan los seres humanos, pero también odio a gente.  ¿Lo ves? La cámara puede ser una pistola pero también puede ser un diván de psicoanálisis. Puede ser un cálido beso. Puede ser un libro de bocetos. Y para mi, ésa es exactamente mi forma de sentir, disfruto tomando una foto, estando presente. Es una forma de decir sí. Es como las tres últimas palabras del Ulises de Joyce, que es uno de los trabajos más tremendos que se han escrito nunca. Es sí, sí, sí. Y así es la fotografía: sí sí, sí. No hay un quizás. Todos los quizás deberían ir a la basura porque es un instante, es una presencia, un momento, está ahí. Y es un respeto, es un gozo, el tremendo placer de decir sí. Incluso si es algo que odias, ¡sí! Es una afirmación. ¡Sí!

West Germany 1952-1953.

West Germany 1952-1953.

Henri Cartier-Bresson. La fotografía como afirmación

La cuarta entrada más vista de este año ha sido la segunda parte de la entrevista con Cartier Bresson. Aquí os dejo la traducción de una transcripción de audio de 1973 que he encontrado en el genial blog American Suburb X.

Palabras de Henri Cartier-Bresson

He estado haciendo fotos desde que era muy joven. No me acuerdo de qué edad tenía. Empecé pintando y dibujando y para mí la fotografía era un medio para dibujar, eso es todo.  Un boceto inmediato hecho con la intuición que no puedes corregir. Si tienes que corregirlo, será en la siguiente foto. La vida es fluida y a veces las fotos desaparecen y no hay nada que puedas hacer. No puedes decirle a alguien “ey, por favor, sonríe de nuevo y vuelve a poner ese gesto” La vida ocurre sólo una vez, para siempre.

No me interesa documentar. Documentar es extremadamente aburrido y el periodismo… Soy muy mal reportero y fotoperiodista. Cuando hice la exposición en el Museo de Arte Moderno en el 46, Capa, que era muy cuidadoso me dijo: no debes tener la etiqueta de fotógrafo surrealista. Toda mi formación fue el surrealismo. Y aún me siento muy surrealista pero él me dijo que si te etiquetan de surrealista no vas a llegar más lejos, que no te harán un encargo y que serás como una planta de invernadero. Olvídalo, haz lo que te de la gana, pero la etiqueta debe ser fotoperiodista. Y Capa era extremadamente coherente así que no volví a mencionar el surrealismo, ésa es mi pasión privada. Y lo que quiero, lo que busco, es asunto mío. No soy un reportero. Eso es accidental, un extra. Cuando voy a algún lugar, intento hacer una foto que resuma una situación que maraville, que atraiga la mirada y que  tenga una buena relación de las formas, que para mí es esencial. Un placer visual.

Madrid, 1933.

Madrid, 1933.

Había ritmo, la forma, la cabeza cae aquí, eso va hacia allá. Hay ritmo entre los diferentes elementos. Hay un cuadrado aquí, un rectángulo y otro… ¿Ves? Esos problemas me preocupan. El mayor placer para mí es la geometría que significa estructura. No puedes ir a hacer fotos de formas y figuras, pero es un placer sensual y un placer intelectual cuando tienes todo en su sitio. Es reconocer un orden que tienes en frente. (…) La diferencia entre una foto buena y una mediocre es cuestión de milímetros una diferencia diminuta pero esencial y si tomo la foto desde allí tendrá una distribución diferente que desde allí o allí. Y realmente es un pequeña recolocación con pequeños movimientos lo que estoy haciendo. No estoy saltando de arriba a abajo. Es una relación entre tu nariz, tus ojos, la ventana de atrás y ese mi placer… Establecer esas relaciones. Y a veces no hay foto. No pasa nada, no hay foto.

El periodismo es una forma de constatar. Bueno, algunos periodistas son escritores maravillosos pero otros ponen un hecho detrás de otro y los hechos no son interesantes. Es el punto de vista sobre esos hechos lo que importa y en la fotografía es la re-evocación de esos hechos.

Las fotografías que me importan son fotos que puedo mirar durante más de dos minutos y es mucho. No  hay muchas fotos que puedas mirar una y otra vez.

Henri Matisse en su casa «Le Rêve». Los Alpes, 1944.

Lo más difícil para mí es el retrato. Es muy difícil. Es un signo de interrogación que pones en alguien intentando contar quién es, a qué puede aspirar, cuál es el significado de su expresión… Y la diferencia entre un retrato y una instantánea es que  en el retrato la persona acepta ser fotografiada. No es como alguien que ves, lo coges en la calle y ya.

Me gusta conocer a la gente en su ambiente. Es fascinante entrar en los hogares de la gente, mirarlos… Pero debes ser como un gato, sin molestar, de puntillas como un biólogo mirando a través de su microscopio. Cuando lo estudias todo, la gente reacciona de otra manera a cuando no sabes nada e intentas poner la cámara entre la piel de alguien y su camisa, no es fácil. Y las actitudes delante de la gente son muy distintas delante de la cámara. Algunos se sienten violentos, otros tímidos, algunos odian que les hagan fotos y a otros les encanta lucirse. Pillas a la gente muy rápido. Ves a la gente desnuda a través del visor, a veces los ves haciendo un steptease y puede resultar muy embarazoso. Recuerdo que tuve que fotografiar para Vogue a una mujer muy mayor, de Boston, una mujer maravillosa. Ella me sonrió pero era ese tipo de sonrisas que no puedes devolver. Ella quería ver la foto antes de que se publicara pero le dije que lo sentía mucho, que nunca lo hacía, que era una cuestión de confianza y ella estuvo de acuerdo. Me dijo “Ay, mis arrugas” y le dije que era su encanto propio porque después de todo depende de cómo te salen.  Es verdad, es la marca que te deja la vida. Depende de cómo la gente haya vivido y todo eso queda escrito en sus caras. Después de una cierta edad, pienso que tienes la cara que te mereces.

En general, cuando hago un retrato hago algunas preguntas para ver la reacción de la gente cuando intentan hablar tan poco como sea posible, pero aún así debes establecer algún tipo de contacto. En cuanto a Matisse, estuve delante de él alrededor de hora y media en un silencio absoluto. Nos mirábamos el uno al otro a los ojos y quizás hice una foto buena (…) Fueron unas 6 fotos en hora y media y no hubo ninguna incomodidad.

Henri Cartier-Bresson

Henri Cartier-Bresson, Isla Sifnos, Grecia, 1961.

A veces la gente me pregunta ¿cuántas fotos haces? ¿muchas al día? Siempre contesto que no hay una regla. A veces, como en esta foto en Grecia, vi el marco y todo y esperé a que alguien pasara e hice dos fotos, una de un cura ortodoxo con un sombrero redondo y otra a una niña. La de la niña estaba todo en relación con las otras formas mientras que la de él tenía algo más, era otra concepción y a veces no tienes una segunda oportunidad porque la gente se ha ido. Ése es el motivo por el que esta profesión crea tanta ansiedad. Porque estás siempre esperando, qué va a pasar, qué, qué? Es así todo el rato. Estás fotografiando y sí, quizás mejor así pero no debes fotografiar demasiado. Es como cuando comes o bebes demasiado, tienes que comer y beber pero no darte un atracón. Porque en el momento en el que levantas la mano el obturador quiere más y más y quizás la foto se encontraba en la mitad. Es una fracción de segundo, es un instinto. En fotografía debes ser rápido, como un animal de caza. Así la atrapas y la tomas y la gente ni siquiera lo nota. Y es precioso. Para mí, la fotografía es un placer físico. No hace falta tener mucha cabeza, sólo sensibilidad, un dedo y dos piernas. Es muy bonito cuando sientes que tu cuerpo está trabajando, lleno de aire y contactando con la naturaleza. Es precioso.

Soy extremadamente impulsivo, terriblemente impulsivo. Es una lata para mis amigos y familia. Soy un manojo de nervios pero me aprovecho de eso en la fotografía. Nunca pienso. Actúo, rápido. Tienes que olvidarte de ti mismo, tienes que ser tú mismo y olvidarte de ti mismo al mismo tiempo y así la imagen resulta mucho más fuerte. Lo que quieres y lo que ves. Tienes que implicarte completamente en lo que haces y no pensar. Las ideas son peligrosas. Tienes que pensar todo el tiempo pero cuando estás fotografiando no tienes que intentar forzar las cosas para explicar ni probar algo. No tienes que probar nada. Eso vendrá sólo.

La primera impresión es esencial, la primera vista es impactante, sorprendente. Salta hacia ti. Lo irás alimentando con tu propia vida, con tu gusto, con el bagaje intelectual que acarreas. Tus experiencias, tu amor, tu odio es un todo. Y la poesía es la esencia de todo. Hay dos elementos que están de repente en conflicto y hay una lucha entre ellos pero se da rara vez. No puedes buscarlo. Es como buscar la inspiración, todo llega enriqueciéndote a ti mismo y a tu vida. Es como decir que esperas por una buena foto. Por una foto genial… Pocas veces vas a hacer una foto genial. Tienes que ordeñar a una vaca muchas veces para tener mucha leche para poder hacer un pequeño trozo de queso. No comprendo lo que quiere decir “drásticamente nuevo” No hay ideas nuevas en el mundo, sólo cómo se disponen esas cosas.  Todo es nuevo, cada minuto es nuevo.  Me refiero a reexaminar. La vida cambia a cada minuto. El mundo se va formando cada minuto y es algo bello y trágico. Siempre hay polos y uno no puede existir sin el otro. Son estas tensiones las que siempre me han movido.

Fábrica de coches, Paris, 1959

Fábrica de coches, Paris, 1959.

Esta foto me gusta. Estaba conduciendo en Grecia, en las montañas del norte. Había un niño en la carretera que pastoreaba cabras. No sé si lo saludé o algo pero de repente empezó a andar con sus manos. Había tanto júbilo, tanta alegría en ese país yermo, en esa carretera polvorienta.

Todo es interesante si profundizas un poco, pero al mismo tiempo no puedes fotografiar todo lo que veas. Hay sitios en los que el pulso se te acelera más que en otros… Después de la guerra no sé por qué pero tenía la sensación de que era importante ir a países coloniales. ¿Qué cambios van a ocurrir allí? Es por eso por lo que estuve tres años en oriente.

Estuve en India justo cuando Gandhi murió, después de la división de India y Pakistán y es cuando hay un cambio de situación cuando hay más tensión.  He estado viviendo en la India más de un año y el problema de la demografía, de la inmensidad del país, de la gente me preocupaba mucho. Me gusta vivir en los sitios, no me gusta ir de visita. Lo que se hace con tiempo, el tiempo lo respeta.

Nehru anuncia la muerte de Gandhi, Delhi, 1948.

Pasé en China los últimos tres meses del régimen de Kuo Ming-Tang. Lo vi caerse en pedazos y estuve allí cuando llegaron los comunistas. Me quedé otros seis meses. Los chinos siempre han estado entre regímenes caóticos, severos y tiranos.  Durante siglos han pasado de uno a otro. Tuve suerte de estar allí justo durante ese cambio. Una tradición y lo que permanece de ella, una actitud revolucionaria y una nueva concepción del hombre.

Interesar a la gente con lugares lejanos, impresionarlos, deleitarlos no es difícil. Lo más complicado es hacerlo en tu propio país. Sabes demasiado sobre él, cuando es tu propio bloque, tu propia rutina es difícil salir de ahí. Cuando voy al carnicero o lugares donde voy todo el tiempo, sé demasiado pero no lo suficiente para estar lúcido. Pero tienes que tener la mente abierta, ser consciente. Por eso la gente hace unas 10 fotos buenas en su vida. Lo interesante es la constancia. Seguir trabajando. Hay que reexaminar las cosas, intentar estar más lúcido y más libre y profundizar cada vez más. La cámara es un arma. No puedes probar nada pero al mismo tiempo es un arma. No es propaganda. En absoluto. Pero es una forma de gritar cómo te sientes. Me encanta la vida, me encantan los seres humanos, pero también odio a gente.  ¿Lo ves? La cámara puede ser una pistola pero también puede ser un diván de psicoanálisis. Puede ser un cálido beso. Puede ser un libro de bocetos. Y para mi, ésa es exactamente mi forma de sentir, disfruto tomando una foto, estando presente. Es una forma de decir sí. Es como las tres últimas palabras del Ulises de Joyce, que es uno de los trabajos más tremendos que se han escrito nunca. Es sí, sí, sí. Y así es la fotografía: sí sí, sí. No hay un quizás. Todos los quizás deberían ir a la basura porque es un instante, es una presencia, un momento, está ahí. Y es un respeto, es un gozo, el tremendo placer de decir sí. Incluso si es algo que odias, ¡sí! Es una afirmación. ¡Sí!

West Germany 1952-1953.

West Germany 1952-1953.

Pie de foto: «La araña del amor» de Cartier-Bresson.

La araña del amor, México, 1934.

«Corre a raudales el tequila. Sólo él, enfermo de disentería amibiana, se abstiene. Para escapar al aburrimiento, visita la casa en compañía del caricaturista y se pierden en el dédalo de las habitaciones. En el primer piso oyen un leve ruido y…»

Tuve mucha suerte. Me bastó con empujar la puerta. Dos lesbianas estaban haciendo el amor. Era tan voluptuoso, tan sensual… No se les veía la cara. Era milagroso, el amor físico en toda su plenitud. Tonio (Salazar) cogió una lámpara, yo hice varias fotos. No había nada obsceno en ello. Nunca hubiera podido hacer que posaran. Cuestión de pudor.

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Henri Cartier-Bresson. La araña del amor

Cartier-Bresson La araña del amor

Henri Cartier Bresson, La araña del amor. México 1934

«Corre a raudales el tequila. Sólo él, enfermo de disentería amibiana, se abstiene. Para escapar al aburrimiento, visita la casa en compañía del caricaturista y se pierden en el dédalo de las habitaciones. En el primer piso oyen un leve ruido y…»

Tuve mucha suerte. Me bastó con empujar la puerta. Dos lesbianas estaban haciendo el amor. Era tan voluptuoso, tan sensual… No se les veía la cara. Era milagroso, el amor físico en toda su plenitud. Tonio (Salazar) cogió una lámpara, yo hice varias fotos. No había nada obsceno en ello. Nunca hubiera podido hacer que posaran. Cuestión de pudor.

 

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Entrevista a Henri Cartier-Bresson (II).

Aquí tenéis la segunda y última parte de la entrevista a Cartier-Bresson 😉 La primera parte, aquí.

-¿Por qué nunca dejó reencuadrar sus fotos cuando era necesario?

Es mi alegría, mi placer. La única que hice reencuadrar fue la del cardenal Pacelli, el futuro Papa, que tomé en Montmartre en 1938. Trabajaba para el diario Cesoir y la foto debía estar lista a las 11. Tuve que alzar la cámara por encima de mi cabeza y disparar a ciegas. Después, hubo que reencuadrarla en el laboratorio.

-De todos modos, el laboratorio no lo apasiona…

No tengo nada que ver con todo eso. No es mi oficio. Para mis exposiciones, sólo pido que me dejen pasar una hora a solas, antes de la inauguración, y sugerir, si fuera preciso, el desplazamiento de tal o cual foto.

La araña del amor, 1934.

-¿Hay fotos que lamenta haber sacado?

En un momento dado, hubo una autocensura pero… eso a nadie le interesa ni le concierne.

-¿En qué situaciones interviene esa autocensura?

En el amor, la violencia, la muerte. Es una cuestión de pudor. Sin olvidar nuestra propia violencia cuando queremos sacar fotos. Comprendo muy bien la renuencia de los orientales a dejarse fotografiar.

-¿Se ha autocensurado a menudo?

Las malas fotos abundan y se desperdician muchas. En 1934, en México, fui muy afortunado. Sólo tuve que empujar una puerta y ahí estaban dos lesbianas haciendo el amor. ¡Qué voluptuosidad, qué sensualidad! No se veían sus rostros. Disparé. Haber podido verlo fue un milagro. Eso nada tiene de obsceno. Es el amor físico en plenitud. Nunca habría logrado que posaran.

-¿Qué es el pudor para un fotógrafo?

Los desnudos, por ejemplo. Jamás fotografié uno…

-Pero los ha dibujado…

No es la misma visión. En fotografía, me desagrada. Degas obtuvo un desnudo fotográfico admirable. Salvo en tales casos, es uno de esos temas que a nadie conciernen. En dibujo, es otra cosa. Hago muchos. Es lo que mas me cuesta dibujar; me obstino hasta el encarnizamiento. El dibujo me obsesiona de veras. En las exposiciones, hago muchos bosquejos. No soy un ilustrador; carezco totalmente de imaginación. Cuando era segundo asistente de Jean Renoir, en La regla del fuego y Une partie de campagne, los dos sabíamos muy bien que yo nunca dirigiría un film porque, sinceramente, no tengo imaginación.

-¿Aprendió mucho de su contacto con él?

“De su contacto con él” es una expresión que viene al caso porque, cuando se trabajaba a su lado, lo más enriquecedor era escucharlo y seguirlo. Trabajaba de un día para otro, rehacía los diálogos y cada uno aportaba lo suyo. Era la época del Frente Popular. Estábamos en medio del torbellino, el entusiasmo y el desorden, pero el equipo vivía la experiencia de una auténtica solidaridad entre todos sus miembros. Nos divertíamos mucho. Georges Bataille y yo fuimos extras en Une partie de capmagne, vestidos de seminaristas. Allí estuvieron también Jackes Becker y Luchino Visconti. Entre los niños que participaron como extras en La regla del juego, figuraron los nietos de Paul Cézanne y de Auguste Renoir. Esta experiencia cinematográfica no me dejó ninguna enseñanza técnica. Un segundo asistente no ponía el ojo en el visor.

-¿Cómo se puede tener vista de pintor y, al mismo tiempo, ver el mundo únicamente en blanco y negro?

No predomina la luz, sino la forma. Ese es el quid de la cuestión.

-¿Por eso se dedica al dibujo más que a la pintura?

Soy un apasionado del color pero, para acercarme a la paleta, necesito que alguien me dé un puntapié en el trasero. Quizá tema enfrentar el problema del color. En fotografía, el color se basa en un prisma elemental, se queda en lo químico, no trasciende como en la pintura.


Truman Capote, 1946

-¿Qué pintores reúne su museo imaginario?

Van Eyck, Cézanne, Uccello. Me obsesiona la composición. Matisse, por supuesto, pero también Bonnard, Bonnard… Y la pintura metafísica del joven de Chirico, por su misterio. Las Meninas, de Velázquez, es el misterio absoluto. No lo comprendo y, por lo tanto, toda vez que lo miro me trastorna. Tal vez sea preciso renunciar a saber y explicar. Limitarse a mirar. La gente identifica, pero no mira. La observo en las exposiciones. Pasa uno o dos minutos frente a un cuadro con los auriculares puestos; exactamente lo que dura la perorata. ¡Pero no somos estudiantes de paleografía! La pintura se dirige, ante todo, a la emoción, a la sensibilidad, a la vista. La historia viene después. Durante la muestra de escultores taínos en el Petit Palais, me entretuve observando a los visitantes. Una minoría ínfima daba la vuelta a cada vitrina. A la mayoría, le bastaba echarle un vistazo de frente, acercarse lo imprescindible para leer el tarjetón. ¡Algunos se decepcionaban cuando no encontraban el precio! Eso no es amar la pintura.

-Usted ha sido surrealista…

Más bien he sido “surrealizante”. Conocí muy bien a Bretón, Crevel y Ernest. Pero no amo la pintura surrealista. Es literatura. Magritte está lleno de astucias. ¡Es bueno para la publicidad!

-La publicidad tampoco le gusta mucho que digamos…

Es la punta de lanza de un sistema que, sin ella, se derrumbaría. Nos obliga a comprar. La aparición de la sociedad de consumo, en la década del 60, es una de las dos grandes fechas del pensamiento contemporáneo; la otra fue el descubrimiento de las matemáticas cuánticas. He trabajado para la industria en condiciones hoy inexistentes, pero jamás para agencias de publicidad.

-Desde siempre, es conocido como un gran rebelde, pero, ¿ha cambiado el objeto de su indignación?

Hay mucha gente lúcida respecto a la demografía y el estallido del mundo, por ejemplo, pero esa lucidez impele a muy poca cosa a rebelarse. En el mejor de los casos, se hastían. Hoy el desastre tiene un nombre: tecnociencia, esta carrera de aprendices de brujos. Eso me rebela. Y el universo de los “especialistas”. Y la supuesta “brecha generacional”. Cuando estamos sobre la tierra, todos pertenecemos a la misma generación. Mientras vivimos sobre la misma tierra, somos solidarios. Esta segregación entre edades me horroriza tanto como los integrismos religiosos.

Zurich, 1966

-¿No discrimina entre jóvenes y viejos?

No, con una sola excepción, que reconozco. Tengo problemas con mis coetáneos alemanes, pero ninguno con los jóvenes alemanes. No siento odio alguno; simplemente, prefiero no conversar con ellos. Hace poco montaron una exposición de fotos mías en Hamburgo. La visité y me sentí muy cómodo, pero… también me invitaron a visitar Salzburgo. De noche, en la Opera, me crucé con hombres de mi edad en smoking, y tuve ganas de preguntarles qué hacían durante la guerra.

-¿Cincuenta años después?

Hice trabajos forzados en treinta “komandos” diferentes. Me escapé tres veces. Tuve compañeros denunciados, torturados, fusilados. Eso no se puede olvidar. Mi nacionalidad no era “francés”, sino “prisionero fugado”. He conocido la verdadera solidaridad; he conocido a personas de una calidad humana… HOMBRES que habían asumido su destino.

-¿Es inútil abrigar la esperanza que alguna vez podamos leer sus memorias?

No soy escritor. Apenas si puedo escribir tarjetas postales. De todos modos, no tengo tiempo.

-Pero, ¿qué hace todo el día?

¿Qué cree que hago? Miro.

 

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Henri Cartier-Bresson

Henri Cartier-Bresson por Dennis Stock, Manhattan, 1961.

¿Por qué nunca dejó reencuadrar sus fotos cuando era necesario?

Es mi alegría, mi placer. La única que hice reencuadrar fue la del cardenal Pacelli, el futuro Papa, que tomé en Montmartre en 1938. Trabajaba para el diario Cesoir y la foto debía estar lista a las 11. Tuve que alzar la cámara por encima de mi cabeza y disparar a ciegas. Después, hubo que reencuadrarla en el laboratorio.

De todos modos, el laboratorio no lo apasiona…

No tengo nada que ver con todo eso. No es mi oficio. Para mis exposiciones, sólo pido que me dejen pasar una hora a solas, antes de la inauguración, y sugerir, si fuera preciso, el desplazamiento de tal o cual foto.

Cartier-Bresson La araña del amor

Henri Cartier Bresson, La araña del amor. México 1934

¿Hay fotos que lamenta haber sacado?

En un momento dado, hubo una autocensura pero… eso a nadie le interesa ni le concierne.

¿En qué situaciones interviene esa autocensura?

En el amor, la violencia, la muerte. Es una cuestión de pudor. Sin olvidar nuestra propia violencia cuando queremos sacar fotos. Comprendo muy bien la renuencia de los orientales a dejarse fotografiar.

¿Se ha autocensurado a menudo?

Las malas fotos abundan y se desperdician muchas. En 1934, en México, fui muy afortunado. Sólo tuve que empujar una puerta y ahí estaban dos lesbianas haciendo el amor. ¡Qué voluptuosidad, qué sensualidad! No se veían sus rostros. Disparé. Haber podido verlo fue un milagro. Eso nada tiene de obsceno. Es el amor físico en plenitud. Nunca habría logrado que posaran.

¿Qué es el pudor para un fotógrafo?

Los desnudos, por ejemplo. Jamás fotografié uno…

Pero los ha dibujado…

No es la misma visión. En fotografía, me desagrada. Degas obtuvo un desnudo fotográfico admirable. Salvo en tales casos, es uno de esos temas que a nadie conciernen. En dibujo, es otra cosa. Hago muchos. Es lo que mas me cuesta dibujar; me obstino hasta el encarnizamiento. El dibujo me obsesiona de veras. En las exposiciones, hago muchos bosquejos. No soy un ilustrador; carezco totalmente de imaginación. Cuando era segundo asistente de Jean Renoir, en La regla del fuego y Une partie de campagne, los dos sabíamos muy bien que yo nunca dirigiría un film porque, sinceramente, no tengo imaginación.

Henri Cartier-Bresson.

Henri Cartier-Bresson. Plantación de algodón, Carolina del Sur, 1960.

¿Aprendió mucho de su contacto con él?

“De su contacto con él” es una expresión que viene al caso porque, cuando se trabajaba a su lado, lo más enriquecedor era escucharlo y seguirlo. Trabajaba de un día para otro, rehacía los diálogos y cada uno aportaba lo suyo. Era la época del Frente Popular. Estábamos en medio del torbellino, el entusiasmo y el desorden, pero el equipo vivía la experiencia de una auténtica solidaridad entre todos sus miembros. Nos divertíamos mucho. Georges Bataille y yo fuimos extras en Une partie de capmagne, vestidos de seminaristas. Allí estuvieron también Jackes Becker y Luchino Visconti. Entre los niños que participaron como extras en La regla del juego, figuraron los nietos de Paul Cézanne y de Auguste Renoir. Esta experiencia cinematográfica no me dejó ninguna enseñanza técnica. Un segundo asistente no ponía el ojo en el visor.

¿Cómo se puede tener vista de pintor y, al mismo tiempo, ver el mundo únicamente en blanco y negro?

No predomina la luz, sino la forma. Ese es el quid de la cuestión.

¿Por eso se dedica al dibujo más que a la pintura?

Soy un apasionado del color pero, para acercarme a la paleta, necesito que alguien me dé un puntapié en el trasero. Quizá tema enfrentar el problema del color. En fotografía, el color se basa en un prisma elemental, se queda en lo químico, no trasciende como en la pintura.

Henri Cartier-Bresson

Henri Cartier-Bresson. Truman Capote, 1946.

¿Qué pintores reúne su museo imaginario?

Van Eyck, Cézanne, Uccello. Me obsesiona la composición. Matisse, por supuesto, pero también Bonnard, Bonnard… Y la pintura metafísica del joven de Chirico, por su misterio. Las Meninas, de Velázquez, es el misterio absoluto. No lo comprendo y, por lo tanto, toda vez que lo miro me trastorna. Tal vez sea preciso renunciar a saber y explicar. Limitarse a mirar. La gente identifica, pero no mira. La observo en las exposiciones. Pasa uno o dos minutos frente a un cuadro con los auriculares puestos; exactamente lo que dura la perorata. ¡Pero no somos estudiantes de paleografía! La pintura se dirige, ante todo, a la emoción, a la sensibilidad, a la vista. La historia viene después. Durante la muestra de escultores taínos en el Petit Palais, me entretuve observando a los visitantes. Una minoría ínfima daba la vuelta a cada vitrina. A la mayoría, le bastaba echarle un vistazo de frente, acercarse lo imprescindible para leer el tarjetón. ¡Algunos se decepcionaban cuando no encontraban el precio! Eso no es amar la pintura.

Usted ha sido surrealista…

Más bien he sido “surrealizante”. Conocí muy bien a Bretón, Crevel y Ernest. Pero no amo la pintura surrealista. Es literatura. Magritte está lleno de astucias. ¡Es bueno para la publicidad!

La publicidad tampoco le gusta mucho que digamos…

Es la punta de lanza de un sistema que, sin ella, se derrumbaría. Nos obliga a comprar. La aparición de la sociedad de consumo, en la década del 60, es una de las dos grandes fechas del pensamiento contemporáneo; la otra fue el descubrimiento de las matemáticas cuánticas. He trabajado para la industria en condiciones hoy inexistentes, pero jamás para agencias de publicidad.

Desde siempre, es conocido como un gran rebelde, pero, ¿ha cambiado el objeto de su indignación?

Hay mucha gente lúcida respecto a la demografía y el estallido del mundo, por ejemplo, pero esa lucidez impele a muy poca cosa a rebelarse. En el mejor de los casos, se hastían. Hoy el desastre tiene un nombre: tecnociencia, esta carrera de aprendices de brujos. Eso me rebela. Y el universo de los “especialistas”. Y la supuesta “brecha generacional”. Cuando estamos sobre la tierra, todos pertenecemos a la misma generación. Mientras vivimos sobre la misma tierra, somos solidarios. Esta segregación entre edades me horroriza tanto como los integrismos religiosos.

Henri Cartier-Bresson

Henri Cartier-Bresson, Illinois. Chicago. 1947.

-¿No discrimina entre jóvenes y viejos?

No, con una sola excepción, que reconozco. Tengo problemas con mis coetáneos alemanes, pero ninguno con los jóvenes alemanes. No siento odio alguno; simplemente, prefiero no conversar con ellos. Hace poco montaron una exposición de fotos mías en Hamburgo. La visité y me sentí muy cómodo, pero… también me invitaron a visitar Salzburgo. De noche, en la Opera, me crucé con hombres de mi edad en smoking, y tuve ganas de preguntarles qué hacían durante la guerra.

-¿Cincuenta años después?

Hice trabajos forzados en treinta “komandos” diferentes. Me escapé tres veces. Tuve compañeros denunciados, torturados, fusilados. Eso no se puede olvidar. Mi nacionalidad no era “francés”, sino “prisionero fugado”. He conocido la verdadera solidaridad; he conocido a personas de una calidad humana… HOMBRES que habían asumido su destino.

-¿Es inútil abrigar la esperanza que alguna vez podamos leer sus memorias?

No soy escritor. Apenas si puedo escribir tarjetas postales. De todos modos, no tengo tiempo.

-Pero, ¿qué hace todo el día?

¿Qué cree que hago? Miro.

 

Henri Cartier-Bresson

Henri Cartier-Bresson, París, 1932.

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Entrevista a Henri Cartier-Bresson. (Especial aniversario)

Henri-Cartier Bresson Vs Robert Capa.

Capa para mí llevaba el traje de luces de un gran torero, aunque él no mataba; jugador empedernido, se debatía generosamente por él y por los demás en un torbellino.

La fatalidad quiso golpearle en plena gloria.

Cartier-Bresson, 18 de enero de 1998. Extraído de Fotografiar del natural.

Entrevista a Henri Cartier-Bresson (I)

Primera parte de la entrevista realizada por Pierre Assouline a Cartier-Bresson en París en 1998. Es bastante larga, así que la pondré en dos partes.

-¿Sigue siendo un anarquista?

Sí, desde siempre. Desde el primer momento, siendo muy joven, de hecho, cuando descubrí la existencia de otros mundos aparte de las civilizaciones judeocristiana y musulmana. El anarquismo es, ante todo, una ética y, como tal, se ha mantenido intacto. El mundo ha cambiado, pero no el concepto de anarquía, el desafío frente a todos los poderes. Gracias a eso, he logrado zafarme del falso problema de la celebridad. Ser un fotógrafo conocido es una forma de poder y yo no la deseo.

-Su negativa a dejarse fotografiar, ¿debe entenderse en este sentido?

Sin duda. Hay que pasar inadvertido y protegerse a toda costa. El hecho de ser observado modifica el modo de mirar a los otros.

-Por cierto que jamás se lo ve por televisión.

¿A mí? ¿Y para qué? No soy actor.

-¿Le interesa lo que se televisa?

¿Ese tropel ininterrumpido de imágenes? Ni siquiera son imágenes porque eso no es visual. No es nada. Hombres como Julien Gracq, Samuel Beckett o Louis René des Forets no van a la televisión. Son mis escritores preferidos, entre los contemporáneos.

-Usted ha fotografiado a Julien Gracq.

La primera vez que fui a su casa, charlamos sin llegar a nada. Le dije: «Perdón, adiós” Más tarde, volví a llamarlo y le pregunté: “¿Podemos intentarlo de nuevo?” Y entonces hice un truco con su mirada penetrante. Eso es peligroso porque siempre hay que hablar mientras se fotografía a alguien. Si no, la gente no comprende. En cambio, para dibujar el retrato de alguien se necesita silencio. Pero dejemos la fotografía y hablemos de otra cosa.

-¿De los escritores clásicos?

Siempre releo a los mismos. Saint Simon, que me apasiona, Nietzsche, Stendhal, Montaigne, Baudelaire, la novela inglesa y, por supuesto, Rimbaud. Sin olvidar el Aragon surrealista, el de Paysan de Paris (1926). Y Joyce, y Proust, del que no me canso. Al releer La prisionera, siento una emoción renovada. Cuando salgo de la literatura francesa, por lo general, es para leer algo sobre el budismo tibetano o el zen japonés, más accesible para los occidentales.

-¿Es creyente?

Nunca lo fui. Mis padres eran católicos de izquierda pero, cuando yo era muy pequeño, las historias bíblicas me aterraban. Del cristianismo elijo el amor, por eso prefiero el Cantar de los Cantares al resto. Del budismo, elijo la compasión.

-Pero, ¿qué le ha aportado el budismo?

Me ha permitido captar mejor la cuestión que me obsesiona, que no es el espacio sino el tiempo, la duración infinitesimal, la plenitud del instante. El tiempo es una convención. El budismo nos dice que no es lineal, que no avanza en una sola dirección. ¡En mi juventud detesté tanto el positivismo! Gracias al budismo, que me ha marcado mucho, he podido encarar mejor el problema del tiempo.

-¿También en la fotografía?

En ese aspecto, la fotografía tiene cierto matiz fúnebre. “Listo, retírese. Que pase el siguiente“. En el budismo, lo que importa es el instante. Cézanne expresó en una carta: “Cuando pinto y me pongo a pensar, todo huye”. Los artistas de hoy miran menos y piensan demasiado. El resultado es un supuesto academicismo de vanguardia. Hay que vivir el instante en plenitud, sólo así uno puede estar en lo que hace.

-¿Quiénes influyeron más en su manera de mirar el mundo?

Ante todo, mi tío que, en cierto modo, fue mi padre mítico ya que el mío, el verdadero, murió en la guerra, cuando yo era muy pequeño. Mi tío me llevaba a su taller. Después, el pintor André Lhote, con el que estudié en su Academia. El me decía: “Pequeño surrealista, ¡qué hermosos colores!” De allí proviene mi gusto por la forma, la composición y la geometría en la fotografía. No sé contar, pero sé dónde cae la sección áurea. Todo eso se hace sin premeditación, como algo integrado hasta devenir un reflejo. Encuentro mi placer en la contemplación. Otro hombre que influyó mucho sobre mí fue el crítico y editor de arte Tériade, mi amigo desde la década del 30. Era mi gurú. Jamás me atreví a tutearlo, pese a que entre los dos no había una gran diferencia de edad. Fue por respeto. El me dijo, hace veinte años, “Has hecho cuanto podías hacer en fotografía; en ella, sólo podrás venir a menos. Deberías volver a la pintura y el dibujo” Desde luego, tenía razón. Seguí su consejo inmediatamente.

-¿No le quedaba nada por demostrar en ese campo?

La fotografía no demuestra absolutamente nada, ni es mi propósito demostrar algo. Mi amigo Sebastiao Salgado sacó fotografías extraordinarias que no fueron concebidas por el ojo de un pintor, sino por el de un sociólogo, un economista, un militante. Respeto muchísimo lo que él hace, pero en él hay una faceta mesiánica que yo no poseo. Es la diferencia que hay entre un novel y un difamador.

-¿Cómo sitúa sus dos actividades principales ante el problema del tiempo?

La fotografía es la acción inmediata; el dibujo es la meditación. Aquella es el impulso espontáneo de una atención visual perpetua; capta el instante y su eternidad. En éste, el trazo elabora lo que nuestra conciencia pudo captar de ese instante. Al dibujar, disponemos de un tiempo; no así cuando fotografiamos.

-La fotografía y el dibujo, ¿le proporcionan placeres distintos?

El placer es el mismo; concretar, luchar contra el tiempo. Pero tanto en la fotografía como en el dibujo o la pintura, una vez acabada la obra, quiero saber si tiene sentido o no. Esa es la verdadera crítica. No me interesa saber si aquél a quien muestro lo que hago lo ama o no, si todos los gustos están contenidos en la naturaleza y otras tonterías. Criticar es meterse en la piel de otro e intentar comprender qué quiso hacer. Sólo me importa el porqué de las cosas.

-¿Qué le ha gustado en la fotografía durante tantos años?

Apretar el disparador o, si lo prefiere, sacar la foto. Es mi pasión. Estuve tres años en la India, Birmania, China e Indonesia. En todo ese tiempo, digamos que sólo vi mis fotos por casualidad, en los diarios. Las sacaba y las enviaba a Magnum, sin interesarme por el resultado. Soy como ese cazador al que le apasiona derribar una pieza, pero no la comería. A mí me ocurre lo mismo; sólo me importa disparar. El problema es encontrar el momento oportuno, el instante…

-¿El instante decisivo?

Nada tengo contra esa expresión, pero la llevo pegada a la piel como una etiqueta, desde que Verve publicó mi libro Images a la sauvette, con una ilustración en tapa de Matisse que era un homenaje a la fotografía en general. Yo lo había encabezado con una cita del cardenal de Retz: “Nada hay en el mundo que no tenga un momento decisivo”. Un editor neoyorquino que publicó mi libro, se inspiró en ella y lo tituló The Decisive Moment. Desde entonces, esa frase me persigue.

-¿Cómo concilia los imperativos de ese instante decisivo con su gusto por la geometría?

La composición se basa en el azar. Jamás hago cálculos. Entreveo una estructura y espero que suceda algo. No hay reglas.

-En última instancia, ¿trata su cámara como si fuera una libreta de bosquejos?

Absolutamente. En verdad, me meto en la imagen recortada en el visor. Esta actitud no sólo requiere sensibilidad y concentración; en mi caso, también pide espíritu geométrico.

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