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Pie de foto de Larry Clark

Hice esta foto en 1971. Hace tanto tiempo que parece que es de otra vida. El hombre se llamaba Gene Knight. Era un viejo amigo mío, lo fue durante la mayor parte de mi vida. Estábamos todos drogándonos y él tenía una pequeña pistola en el bolsillo. Fue a cogerla y se disparó a sí mismo en la pierna. Fue un accidente.

Me puse de pie en una esquina a hacer fotos. Cuando pasa una cosa así tienes que volverte profesional y simplemente hacer tu trabajo. La chica me miró y me dijo algo así como: «Eres el hijo de puta más frío que he conocido nunca” como si tuviera que sacarle yo la bala de la pierna. Era muy extraño estar allí. Era como si fuera uno de los de la foto, sólo que tenía una cámara. Puedo dividirme en dos y ver las cosas con cierta distancia.

Al final, no fue nada, fue sólo una pequeña herida superficial. Pero lo llevamos a un par de médicos que nos dieron recetas de una especie de morfina sintética que sólo dan por cáncer o heridas de bala. Así que dispararse a sí mismo en realidad sólo hizo que consiguiera un montón de drogas buenas.

Empecé a fotografiar a mis amigos en 1962 pero sin la más mínima intención de hacer un libro.  Lo hacía simplemente por practicar. Realmente quería grabar una película pero era imposible hacerla yo solo. En 1970, pensé en terminar el libro, así que lo maqueté con las fotos que ya tenía. Estaba decidido a reflejar todo lo que había visto a lo largo de los años, así que volví a Tulsa, Oklahoma (entonces estaba viviendo en Nueva York). Sabía muy bien las fotos que necesitaba para terminar el libro porque conocía la vida en Tulsa muy bien.

Cuando volví, sabía que podía ocurrir cualquier cosa, incluida la violencia. No sabía cuándo ocurriría,  ni dónde, pero estaba preparado para ello. Estaba preparado para todo.

Original en inglés en Guardian.

Larry Clark. Tulsa

Hice esta foto en 1971. Hace tanto tiempo que parece que es de otra vida. El hombre se llamaba Gene Knight. Era un viejo amigo mío, lo fue durante la mayor parte de mi vida. Estábamos todos drogándonos y él tenía una pequeña pistola en el bolsillo. Fue a cogerla y se disparó a sí mismo en la pierna. Fue un accidente.

Me puse de pie en una esquina a hacer fotos. Cuando pasa una cosa así tienes que volverte profesional y simplemente hacer tu trabajo. La chica me miró y me dijo algo así como: «Eres el hijo de puta más frío que he conocido nunca” como si tuviera que sacarle yo la bala de la pierna. Era muy extraño estar allí. Era como si fuera uno de los de la foto, sólo que tenía una cámara. Puedo dividirme en dos y ver las cosas con cierta distancia.

Al final, no fue nada, fue sólo una pequeña herida superficial. Pero lo llevamos a un par de médicos que nos dieron recetas de una especie de morfina sintética que sólo dan por cáncer o heridas de bala. Así que dispararse a sí mismo en realidad sólo hizo que consiguiera un montón de drogas buenas.

Empecé a fotografiar a mis amigos en 1962 pero sin la más mínima intención de hacer un libro.  Lo hacía simplemente por practicar. Realmente quería grabar una película pero era imposible hacerla yo solo. En 1970, pensé en terminar el libro, así que lo maqueté con las fotos que ya tenía. Estaba decidido a reflejar todo lo que había visto a lo largo de los años, así que volví a Tulsa, Oklahoma (entonces estaba viviendo en Nueva York). Sabía muy bien las fotos que necesitaba para terminar el libro porque conocía la vida en Tulsa muy bien.

Cuando volví, sabía que podía ocurrir cualquier cosa, incluida la violencia. No sabía cuándo ocurriría, ni dónde, pero estaba preparado para ello. Estaba preparado para todo.

Larry Clark.

Original en inglés en Guardian.

Una exposición de Larry Clark es censurada en París.

El artista Santiago Sierra, durante una proyección de su vídeo Los penetrados. Fotografía de Gorka Lejarcegi

 

En arte casi todo vale

La censura parcial a la exposición de Larry Clark en París reabre el debate sobre los límites de la creación – Las fronteras se desplazan de la mano de la moral

 

TEREIXA CONSTENLA 23/10/2010

Larry Clark es un especialista en fotografiar menores que juegan a malotes. Sus adolescentes se deslizan hacia el lado oscuro antes de tener edad para votar: hay sexo precoz, jeringas con falsos paraísos, pistolas que dicen la última palabra. También gracietas que solo hacen gracia a los adolescentes: una panda hace un calvo (muestra el trasero) en una de las instantáneas.

Y aunque Larry Clark es ya un viejo conocido de las polémicas -lleva retratando esos mundos peligrosos y duros de los menores desamparados desde los sesenta-, su última exposición en el Museo de Arte Moderno de París ha vuelto a encender la mecha. ¿Se excede Clark? ¿Lo hace el Ayuntamiento de París, que ha prohibido el acceso a los menores de 18 años a la exposición? ¿Se alimentan controversias para tener éxito?

Vayamos por partes. El Ayuntamiento de París ha vetado la entrada a menores porque considera que, según la legislación francesa, algunas de las 200 obras pueden ser consideradas pornográficas. Cabían otros caminos, incluido uno expeditivo. «Si vas a prohibir el acceso a un determinado público, es mejor no montar la exposición», sostiene Iñaki Martínez Antelo, que dirige el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo (Marco). «Cuando programas una exposición así ya sabes que se generará polémica, tienes que pensar a quién va dirigida si estás al frente de una institución pública», añade.

Desde luego, los gestores franceses no pueden escudarse en el desconocimiento. Clark es un clásico sobre el que se polemiza una y otra vez. Lo de París es un calco de lo ocurrido ¡en Valencia en 1994! La sala Parpalló mostró ese año fotos de Larry Clark y el japonés Nobuyoshi Araki (masturbaciones juveniles, adolescentes drogados, menores acobardados…) que hicieron temblar sotanas y correr ríos de tinta con gran eficacia: la Fiscalía de Valencia prohibió la entrada a la exposición a menores de 18 años si no iban acompañados.

Polémica y censura suelen ir de la mano. Robert Mapplethorpe, uno de los grandes de la fotografía contemporánea, fue también uno de los artistas más censurados del siglo XX por la sexualidad explícita de sus obras (muchas homosexuales, para mayor escándalo de morales conservadoras). Aunque fue encumbrado tras su muerte, su obra parece condenada a perturbar hasta la eternidad. El último ataque le llegó de una de las redes del futuro. Facebook vetó las campañas publicitarias sobre Night work, el último disco de la banda neoyorquina Scissor Sisters, por considerar que la portada resultaba inapropiada. En ella -una imagen de Mapplethorpe- se veían nalgas y muslos del bailarín clásico Peter Reed, marcados por las mallas de ballet, al acabar una coreografía.

«Si a estas alturas alguien piensa que es pornografía cualquier foto de Mapplethorpe, está claro que tiene un criterio erróneo, por no emplear una palabra más fuerte», reprocha José Guirao, director de La Casa Encendida. «Hannah Montana me parece más pornográfica, aunque no en el sentido clásico del término». Y pregunta: «¿Son pornográficas las escenas de ninfas y faunos, la mitología renacentista colgada en museos nacionales o Las tres Gracias de Rubens?».

¿Es pornográfico el vídeo Los penetrados de Santiago Sierra, pero no lo es el mural pintado en una casa de Pompeya hace casi 2.000 años donde una pareja heterosexual practica sexo anal? La pintura romana puede verse en el Museo de Nápoles, el vídeo de Santiago Sierra (Madrid, 1966) se proyectó en la galería Helga de Alvear en 2009. Las creaciones de Sierra dan mucho que hablar y, como mínimo, algo que pensar. En la Bienal de Venecia de 2003 tapió el pabellón español e impidió el acceso a quienes no estuvieran documentados -para denunciar las restricciones comunitarias a los inmigrantes-, y en una galería de Londres mostró en 2007 módulos construidos con excrementos humanos recogidos en ciudades indias por parias que purgaban así la maldad desplegada en vidas anteriores.

Los penetrados es un vídeo de 45 minutos, que muestra todas las combinaciones posibles de penetración anal entre hombres y mujeres de raza blanca y negra. Se filmó con voluntarios -que percibieron 250 euros por participar- captados mediante un anuncio en la prensa. Sierra ha rehusado hablar para este artículo, pero sí lo hizo en 2009, en plena exposición: «Probablemente sea pornografía. Entiendo que la pornografía son imágenes de gente fornicando y nada más, sin trama, y eso es Los penetrados». Reacio a explicar su obra, añadía: «En mi trabajo la gente tiene libertad para pensar por sí misma. No es necesaria mi guía». ¿Qué pretendía con el vídeo? Denunciar la paranoia y el temor de la sociedad blanca hacia los inmigrantes africanos; la sexualidad le pareció la vía más contundente. ¿Un provocador? Al artista le molesta tal etiqueta.

Pero claro que hay especialistas en provocar y programadores especializados en ficharles. Para el artista Rogelio López Cuenca (Nerja, 1959), la «censura parcial» de Clark en París le parece «una parte indispensable del show». Conviven, dice, dos tendencias: el uso de artistas provocadores como «una cara de la estrategia y retórica dominantes en la publicidad comercial» y la exclusión de creadores controvertidos por empresas patrocinadoras «que no quieren verse asociadas de ningún modo a asuntos polémicos».

La censura de hoy le parece a López Cuenca más sutil y versátil. «Nadie se quiere reconocer en el papel de censor, que ha sufrido un gran descrédito público. Con frecuencia se delega esa responsabilidad en otros invisibles». Habla desde la experiencia: sufrió censuras «más veces de lo que hubiera esperado». La inviabilidad económica suele ser un argumento recurrente -y menos impopular- para quitarse de en medio un proyecto controvertido. «Tienes que negociar permanentemente la adecuación de la obra a las posibilidades de realización y divulgación», cuenta. En conclusión, la libertad del creador es «ilusoria».

Los límites artísticos se desplazan con la moral de la época. Al margen de episodios rancios como el de Facebook, la homosexualidad apenas escandaliza ya en las democracias occidentales. «En primer lugar antepondría a la religión, estamos en un periodo muy fundamentalista, incluyendo a todas las religiones», señala Estrella de Diego, ensayista y catedrática de Arte Contemporáneo de la Universidad Complutense. Los otros temas calientes, según Iñaki Martínez Antelo, son el terrorismo y los menores. De lo último, además de Clark, sirva este ejemplo curioso: la Wikipedia británica bloqueó temporalmente el acceso a la portada a Virgin killer, un antiguo disco de Scorpions de 1976, porque mostraba a una niña desnuda, para minimizar los contenidos «indecentes» en la Red. Cuatro décadas han endurecido la tolerancia hacia la utilización de menores.

Impere la moral que impere, ni para la académica, ni para el creador, ni para los programadores deben colocarse límites al arte. «Los límites son censura, es mejor que sobre a que falte, aunque muchas imágenes están hechas para epatar y escandalizar», argumenta De Diego. La barrera, para el director de La Casa Encendida, es nítida: el Código Penal. «No matar a nadie, no secuestrar… El arte forma parte de la vida y lo que no sea delito tiene cabida en el arte», afirma el ex director del Reina Sofía. Durante su etapa en este museo, si las exposiciones incluían obras duras, se advertía con un cartel. Esto le parece suficiente: «Visitar una exposición no es obligatorio, están en locales cerrados».

-¿En ningún caso habría que limitar el acceso de menores?

-Creo que no. ¿Está regulado que un niño de 14 años no acceda en Internet a webs violentas? No sé entonces por qué tenemos que regularlo en el arte.

El País.