Archive for the ‘ Pie de foto ’ Category

Bruce Davidson. Algo en su rostro

El fotógrafo Bruce Davidson nos cuenta la historia de una de sus fotografías favoritas que hizo cuando recorría Gran Bretaña en descapotable en los años sesenta.

Bruce Davidson

Bruce Davidson, Londres 1960.

Siempre he tenido cariño a Gran Bretaña. Escuchábamos la BBC durante la guerra, cuando tenía al tío Herb pilotando un bombardero, que creo que era de Inglaterra.

En 1960, compré un Hillman Minx descapotable, que no era muy caro por aquél entonces, y conduje a través de Inglaterra con la capota bajada. Era un coche de conducción americana, lo que tenía sus ventajas porque podía fotografiar a la gente de la acera más fácilmente. También tenía una chaqueta con grandes bolsillos a los lados donde podía meter mis Leicas.

Encontré a esta chica por accidente, estaba paseando por las calles de Londres.  Me acerqué a un grupo de adolescentes y empezamos a charlar. Me llevaron a una taberna y luego a un salón de baile gigante. Creo que estaba en una isla. Se me estaba haciendo tarde y tenía que continuar el viaje a la mañana siguiente así que no me quedé mucho.

Pero separé a esta chica para fotografiarla sujetando a ese gato, que probablemente había recogido de la calle, y llevando y saco de dormir amarrado al cuerpo. Había muchísimo misterio en ella. No sabía de dónde había salido, tampoco me quedé con su nombre, pero había algo en su rostro -lleno de esperanza, positivismo y amplitud de miras hacia la vida- era la nueva cara de Gran Bretaña.

La tomé con un objetivo de 50mm normal, con el diafragma muy abierto. Utilicé una película Ilford, llamada HPS -película de alta sensibilidad- que me encantaba, aunque probablemente ya no se fabrique. Me encantaba la textura del grano; ella parece una estatua.

Todavía le tengo cariño a esta fotografía. Me pregunto qué estará haciendo esa chica ahora. Debe de estar ocultándose en algún lugar de Londres, o quizás haya muerto, nunca se sabe.

Bruce Davidson

Bruce Davidson, Londres, 1960.

Traducción del texto publicado originalmente en inglés en Guardian.

Puedes conocer el trabajo de Bruce Davidson en la web de Magnum Photos.

 

Alfred Stieglitz. Cómo llegué a fotografiar nubes

Alfred Stieglitz fue uno de los fotógrafos que más luchó a principios del siglo XX para que la fotografía se considerase una forma más de expresión artística. El trabajo que representa mejor esta idea es probablemente Equivalents (Equivalencias), serie de diez fotografías de nubes. En este texto de 1923 publicado originalmente en The Amateur Photographer & Photography habla sobre cómo llegó a fotografiar las nubes.

Alfred Stieglitz

Alfred Stieglitz Equivalent

El verano pasado, cuando varios colaboradores de la publicación “M.S.S”, fiel la fotografía y su significado estético, mandaron sus manuscritos, Waldo Frank -uno de las luces literarias más jóvenes, autor de Our América– escribió que creía que el poder secreto de mi fotografía se debía a mi capacidad para hipnotizar a mis modelos.

Me sorprendí cuando lo leí. Me preguntaba qué diría sobre mis escenas callejeras, los árboles, los interiores y otros temas, las fotografías que tanto había admirado, o si sintió que ésas también se debían a mis poderes de hipnotismo. En realidad, una declaración muy pobre viniendo de alguien que había demostrado un pensamiento profundo y justo, interesado en el conocimiento.

Sucedió, que la misma mañana en la que había leído este artículo, mi cuñado (abogado y músico) sin venir a cuento me dijo que no podía entender cómo alguien con una supuesta sensibilidad musical, podía haber dejado de tocar el piano por completo. Él toca el violín. El violín no ocupa lugar, el piano sí. El piano necesita revisiones de un profesional. Simplemente no podía permitírmelo, incluso cuando era supuestamente rico. No era simplemente una cuestión de dinero.

Alfred Stieglitz

Alfred Stieglitz Equivalent

Hace 35 años o más, pasé unos días en Murre (Suiza) y estaba experimentando con placas. Me interesaban las nubes y su relación con el resto del mundo, las nubes por sí mismas, y las que eran difíciles de fotografiar, casi imposible. Desde entonces, las nubes han estado en mi mente, a veces de una forma muy poderosa y siempre supe que continuaría ese experimento hecho hace 35 años. Siempre observaba las nubes. Las estudiaba. Tuve oportunidades extraordinarias aquí mismo en esa ladera. Lo que dijo Frank me molestó y también lo que dijo mi cuñado. Estaba en pleno misticismo de mi verano fotográfico, intentando sumar a todo lo que sabía, al trabajo que había hecho. Siempre evolucionando -profundizando cada vez más en la vida- en la fotografía.

Mi madre estaba muriendo. Nuestra finca se hacía pedazos. Al viejo caballo de 37 años lo había mantenido vivo el cochero de 70. Me llenaba el sentimiento del ahora: todo a mi alrededor se desmoronaba, despacio pero infalible: los castaños estaban muriendo, todos los castaños del país llevaban años muriendo, los pinos también estaban sentenciados, enfermos. Y yo, pobre pero trabajando. El mundo era un absoluto desastre, el ser humano se había convertido en un bicho raro, no tan digno como nuestro gigante castaño de la colina.

Alfred Stieglitz Equivalents

Alfred Stieglitz. Equivalents

Así que decidí lo que les contestaría al señor Frank y a mi cuñado. Por fin haría algo que tenía en mente hace años. Haría una serie de fotografías de nubes. Se lo conté a la señora O’Keeffe. Quería fotografiar nubes para ver lo que había aprendido de fotografía en 40 años. A través de las nubes expresar mi filosofía de vida, demostrar que mis fotografías no pueden reducirse al contenido y sus temas -ni árboles, caras, interiores peculiares, ni privilegios especiales- las nubes estaban ahí para todo el mundo, sin pagar impuestos aún, gratis.

Así que empecé a trabajar con las nubes y era muy emocionante todos los días durante semanas. Cada vez que revelaba estaba muy nervioso, siempre creía que casi había conseguido lo que buscaba, pero había fallado. Le dije a la señora O’Keeffe que quería series de fotografías que cuando las viera Ernest Bloch (el gran compositor) pudiera exclamar: “¡Música! ¡Música! ¡Hombre, porque esto es música! ¿Cómo lo has conseguido?” Y señalaría los violines, las flautas y los oboes, y los instrumentos de viento, lleno de entusiasmo y diría que tendría que escribir una sinfonía llamada “Nubes”. No como la de Debussy sino mejor, mucho mejor.

Y cuando finalmente tuve mi serie de fotos reveladas y Bloch las vió, lo que dije que quería que ocurriera, ocurrió palabra por palabra.

Fotografías directas, todas en papel gaslight, excepto una en platinotipo. Con el poder de los fotógrafos de todos los tiempos, y satisfecho de haber aprendido algo durante estos cuarenta años. Este año hará cuarenta años que empecé en Berlín con Vogel.

Ahora si las series de nubes se deben a mis poderes de hipnotismo me declaro “Culpable”. Sólo algunos “fotógrafos pictorialistas” cuando venían a una exposición parecían totalmente ciegos ante las fotos de nubes. Mis fotografías parecen fotografías y a sus ojos no pueden ser arte. Como si tuvieran alguna idea sobre arte o fotografía -o la más mínima idea sobre la vida. Mi objetivo es hacer fotografías que cada vez se parezcan más a fotografías que, a no ser que alguien tenga ojos y vea, pasen desapercibidas y que una vez que alguien las haya visto, no las olvide jamás. No sé si queda claro.

Alfred Stieglitz Equivalents

Alfred Stieglitz Equivalents

Podéis leer el texto original en inglés aquí.

Andrew McConnell. Un momento mágico

Andrew McConnell

Andrew McConnell, Kinshasa, República Democrática del Congo, 2010.

En 2010 me mandaron a Kinshasa para seguir a una orquesta sinfónica que vivía en la la zona de Kimbanguiste. Estaba a punto de estrenarse un documental sobre músicos autodidactas que empezaron tocando instrumentos caseros y fui allí cuatro días para fotografiarlos. Veía a los músicos en sus ensayos diarios en en los alrededores de la casa del director de orquesta, disfrutando de sus actuaciones y observando cómo los miembros mayores enseñaban a los niños a tocar. La noche del estreno, los músicos se montaron en uno de esos destartalados autobuses y los condujeron alrededor del pueblo hasta el sofisticado hotel donde todos vimos el documental juntos. Fue muy bien, hubo un montón de risas.

Los músicos, que proceden de toda la capital congolesa, tienen su trabajo a lo largo del día. Uno es electricista, otro pescador. Por alguna razón, el director de la orquesta ha puesto una valla verde brillante alrededor de su casa y todas las sillas de plástico donde se sentaban los músicos también eran verdes. En realidad, parecía tener muchas cosas verdes. El hecho de que Josephine, la violonchelista de la foto, también vista de ese color es una bonita coincidencia. Ella vende comida en el mercado y lleva un pequeño negocio, así que puede practicar hasta la noche, cuando la mayoría de los músicos se han ido a casa.

Era tarde y la luz se estaba yendo. Josephine estaba sola en el recinto. Me subí a una silla para captar los dos mundos a cada lado de la valla. Ella estaba absorta en su música mientras fuera, en la calle sumida en la pobreza era todo caos y bullicio. La carretera estaba llena de baches, había gente vendiendo somieres de camas, otros vendían carbón. Y la música se colaba en la escena.

La respuesta a esta fotografía fue increíble. Fue parte de la exposición itinerante del World Press Photo 2011 y recibí emails de todas partes del mundo. Algunos eran violonchelistas pero la mayoría no lo eran. En realidad, sigo recibiendo mensajes.

Josephine y el resto de la Orchestre Symphonique Kimbanguiste me parecen inspiradores. Son de origen pobre, pero están apasionados con su música. Cuando actuaban, se me erizaban los pelos de la nuca. Creo que la fotografía habla del poder de la música para elevarnos. Pero también habla del poder de las mujeres y del espíritu humano, que es indestructible y lleno de esperanza. Fue un momento mágico, uno de esos momentos en los que te preguntas si volverás a ver algo tan bonito de nuevo.

 

Influencias: «Eugene Richards, James NachtweyEdward Burtynsky

Consejo: «Fotografía lo que te apasione, no lo que pienses que deberías fotografiar.»

 

Traducción del artículo publicado en Guardian.

 

7 fotos que lo cambiaron todo para Magnum

Magnum Photos cumple 68 años de trayectoria y para celebrarlo ha pedido a 50 de sus miembros que elijan «la imagen que lo cambió todo». Cada uno ha elegido una imagen que ha supuesto un punto de inflexión en su carrera como creadores de imágenes. Hemos hecho una selección de las 7 que más nos han gustado.

Alex Webb

Alex Webb

Alex Webb, Haiti

El triste, vibrante, trágico y encantador país de Haití ha sido la clave de mi fotografía. Después de leer Los comediantes de Graham Green (que transcurre en Haití, que al mismo tiempo me aterraba y fascinaba) hice mi primer viaje en 1975. Fotografié en blanco y negro y pronto me di cuenta de que faltaba algo: no estaba capturando la sensación abrasadora de la luz y el calor –físico y quizás también metafísico- de este país, tan diferente a la gris desconfianza de Nueva Inglaterra, donde crecí.

No me ocupaba de la intensidad emocional de mi experiencia en esta tierra conflictiva. Así que cuando volví a Haiti cuatro años más tarde, decidí trabajar en color. A medida que vagaba por los pórticos del céntrico Port au Prince en 1979, recuerdo ver a este hombre con un ramo de juncos –increíblemente silueteado contra la vibrante pared roja- y justo un segundo hombre, en la sombra apareció de repente. Hice la foto y poco a poco empecé a darme cuenta de que era hora de dejar atrás el blanco y negro.

Alec Soth

Alec Soth

Alec Soth

En marzo de 1992, hice un viaje por carretera a lo largo del Mississippi con mi futura mujer Rachel y nuestra perra Tasha. Viajamos desde nuestra casa en Minneapolis a Memphis. Cada noche íbamos a la busca de un sitio discreto donde aparcar para poder dormir en nuestra furgoneta. Sacábamos todas nuestras bolsas y hacíamos una pequeña habitación. Una década más tarde, viajaría de nuevo por el Mississippi para mi primer libro, Sleeping by the Mississippi. Esta fotografía es como mirar a la semilla de la que brotó todo ese trabajo.

Chien-Chi Chang

Chien-Chi Chang

Chien-Chi Chang

Esta codiciada profesión es propensa a todo tipo de peligros inesperados. Algunos naturales: un traspié seguido de una caída por un barranco. Algunos políticos: alguna detención ocasional en la cárcel. Algunos personales: un colapso de agotamiento en un baño solitario de Nueva Zelanda. La lista continúa y estos percances se pueden considerar los normales, desafortunadas consecuencias de esta profesión. Pero el daño real, descubrí que estaba en casa, donde un matrimonio había muerto.

Alex Majoli

Alex Majoli

Alex Majoli

Hace mucho tiempo, cuando murió mi abuela, quise llevarle a su tumba algo más que las típicas flores, algo que me importaba en una época en la que acababa de descubrir lo que quería hacer con mi vida: ser fotógrafo. Así que llevé una copia de una fotografía de la que estaba orgulloso –una foto que le hice a mi primo desnudo cuando tenía unos quince años, en 1986. Me sentía bien con ese gesto. Pero, unas semanas después, oí que algunos familiares estaban molestos porque alguien había dejado una fotografía de un desnudo en la tumba de mi abuela, y que se había abierto una investigación. No sabía qué hacer, así que le dije a mi madre que había sido yo. Fue un enorme malentendido. Pero a día de hoy me gusta esta fotografía. Esa experiencia me enseñó algo sobre el impredecible poder de una fotografía. Cuando dejé la fotografía en la tumba de mi abuela, lo hice con buena intención y el gesto significaba algo muy concreto y personal para mí. Pero luego, una vez que la fotografía salió de mis manos y entró en el mundo, me di cuenta de que mis intenciones eran irrelevantes. El poder de la fotografía tomó una vida completamente nueva fuera de mi control.

Michael Christopher Brown

 

Michael Christopher Brown

Michael Christopher Brown

Esta fotografía la hice con un móvil fuera de una tienda de libros de Pekín en 2010. Vivía en China, haciendo viajes por carretera en mi furgoneta Jinbei. La experiencia y la novedad del teléfono eran emocionantes, pero no sabía que el teléfono me permitiera cambiar –de alguien que era utilizado por la fotografía a alguien que utilizaba la fotografía. Sin bolsas de equipo y el bagaje e historia del proceso fotográfico, era capaz de olvidarme de la fotografía y centrarme simplemente en la experiencia. En ese momento descubrí lo que necesitaba contar.

Peter Marlow

 

Peter Marlow

Peter Marlow. Aguas termales naturales en Kawayu. Japón, 1998.

Una mañana muy temprano de 2000, me arrastró fuera de la cama mi guía japonés, el increíblemente paciente Ito Kadowaki, que me condujo a través de este confuso y fascinante país. Anduvimos hasta el río, nos quitamos toda la ropa y nos hicimos camino hasta aguas termales que brotaban del centro de la corriente. Estaba en un punto de mi carrera en el que estaba aprendiendo que no necesitaba acontecimientos a los que dirigir mis fotografías. Fotografía y autoría se basan mucho en la confianza y yo comenzaba a comprender que podía ser menos intrusivo, dejar que las situaciones surgieran y ver fotografías en lo ordinario, en los momentos intermedios. Este momento en particular fue increíble: la niebla, el calor y el frío en el mismo lugar. Hacer una fotografía de mis pies es exactamente lo que conservo de esa experiencia. Ser fotoperiodista en esa situación no parecía lo correcto, y simplemente intenté mostrar mi propia experiencia pasando a ser parte de la fotografía. Hice lo que pude por mantener mi cámara telemétrica fuera del agua y simplemente echarme hacia atrás tranquilo, relajado y fotografiar mis pies.

En definitiva, intento que las fotos ocurran porque ahora tengo la confianza de que siempre lo harán. ¿Puede ser más sencillo?

Jacob Aue Sobol

Jacob Aue Sobol

Jacob Aue Sobol, Tiniteqilaaq, Groenlandia, 2001.

¿La foto que lo cambió todo? Cuando me enamoré de Sabine y me enseñó a bailar. Después de ese momento, dejé de hacer fotos para probar algo o ser atrevido. Después de ese momento, empecé a bailar. Sabine se había pintado los labios, se puso tacones y un vestido de lunares. Era el bautizo del primer bebé de su hermana. ‘Pegeeraava, ¿estoy guapa?’ me preguntó Sabine. Se levantó la falda enseñando sus bragas de estrellas y sus medias llenas de carreras. ‘Lorunaraalid. Estás preciosa’, le dije, cogiéndola y empezando a bailar. A menudo he mirado a Sabine bailar en salas de fiestas sin querer que yo me uniera. Pero ahora estábamos solos en casa de su tío, yo me entregué a los dos, al baile y a Sabine. Bailamos sobre las mesas, sillas y colchón. Cada vez más salvajes. A través de la ventana abierta podíamos escuchar el repiqueteo de las campanas de la iglesia pero Sabine insistía: “Aamma, aamma, gilinnermud ilinniardiiatsiikkid! ‘¡Más, más, deja que te enseñe a bailar!”

Todos los textos los hemos sacado de la web de Magnum Photos, donde podéis encontrarlos en inglés con las otras 43 fotografías que conmemoran este aniversario. Nos encantaría saber cuál es tu favorita, la que te ha movido más y con la que te sientes más identificado. Si  no está en nuestra lista, déjalo en los comentarios.

James Nachtwey. Un lugar para la belleza

James Nachtwey ha estado recientemente en España para recoger el Premio Luka Brajnović en la facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra. En su visita a España, también visitó Madrid donde participó en la serie Conversaciones con. Ésta es una selección de citas surgidas estos encuentros publicadas en diferentes medios de comunicación.

Una fotografía que muestre la verdadera naturaleza de la guerra es una declaración contra ella.

James Nachtwey

Una reliquia de la guerra civil convertida en monumento en un parque. James Nachwey, Nicaragua, 1984.

Mi trabajo está dirigido a apelar a través de imágenes a los mejores instintos de la gente: la generosidad, la tolerancia, la capacidad de identificarse con las vidas de otros y, quizás lo más importante, el rechazo para aceptar lo inaceptable.

James Nachtwey

Superviviente de uncampo de exterminio hutu, James Nachtwey, Ruanda, 1994.

Sé que con cada cobertura me llevo una parte del dolor, pero nunca es comparable al que sufren las víctimas. La mía es solo una parte mínima que siempre te acompaña. Tienes que aprender a llevar ese peso con gracia.

James Nachtwey

James Nachtwey, El ejército evacua soldados heridos de un campo de fútbol. El Salvador, 1984.

Son mariposas de colores. Hay algo muy conmovedor para mí acerca de la inocencia de esas chicas en esta foto, con sus vestidos de domingo, recién planchados al salir de misa. Es un momento de lírica, de poesía, en medio de una situación brutal. El helicóptero está ahí recogiendo soldados heridos. Aun en los lugares más oscuros y en las situaciones más tenebrosas hay lugar para la belleza, para lo bueno.

Web de James Nachtwey

Fuentes 1 y 2

Harold Feinstein. Cuando algo te deje con la boca abierta

Harold Feinstein. Cuando algo te deje con la boca abierta

Harold Feinstein, Coney Island, 1949.

Nací en Coney Island. Me gusta pensar que caí desde el útero de mi madre al divertido parque gigante Parachute Jump mientras comía un perrito caliente del Nathan. Hice esta foto en la playa, allá por 1949, cuando tenía 18 años. Por aquel entonces, no se veía a mucha gente haciendo fotos. Recuerdo a estos chicos retándome: ‘Ey, señor, haznos una foto’. Nunca he sido de los que se niegan. Cuando la gente grita algo así, ellos mismos hacen la foto simplemente por quererla. No era una escena atípica en Coney Island. Era un buen lugar para dar una vuelta, perder tus inhibiciones y hacer lo que te saliera naturalmente. Hacía sol, el suficiente calor para bañarte en el océano y un montón de gritos y ruido. Se podía escuchar a la gente gritar en la primera bajada de montaña rusa – pero también había quietud en todo esto, porque era un ruido muy continuo.

Estos chicos probablemente iban al instituto y en su tiempo libre pasaban el rato en las esquinas de Brooklyn cuando no estaban aquí. Era justo después de la Segunda Guerra Mundial, así que aún había racionamiento y vales de comida, pero su objetivo era pasarlo bien de una forma u otra. La gente así hace fotos porque sienten un ansia de reconocimiento: las relacionan con ser jóvenes, con estar enamorados y con salir con un montón de amigos. Nunca volví a encontrarme con ellos, pero en los años 80 recibí una llamada del sobrino de la chica. ‘Es incluso más guapa ahora’ me dijo.

Coney Island era mi isla del tesoro. Casi siempre trabajaba tan rápido que no veía detalles de las fotografías hasta que las revelaba. Es ésta, no me había dado cuenta de que la chica tenía el brazo alrededor del chico, ni de las pecas en la espalda del de atrás. Había tantas cosas por fotografiar que la cuestión no era cómo hacer una buena foto, sino cómo no perderla. Tenías italianos, portorriqueños, gente de todas partes del mundo y no tenías que pagar para entrar. Realmente era el sitio de la gente. Me encantaba montarme en la montaña rusa Cyclone. Me ponía justo en las primeras filas. Luego, en la mayor caída, me ponía de pie, me giraba y hacía fotos a quien tuviese detrás mía gritando.

Empecé a hacer fotos en 1946. Antes de eso, era pintor y dibujante con el apoyo de mis padres. Se disgustaron un poco cuando empecé con la fotografía. Pensaban que los fotógrafos eran tipos que hacían fotos en las bodas. Me atrajo la fotografía callejera porque allí hay fotos en todos lados: una mujer sujetando un perro, un bebé gritando para que lo pongan en el carrito, niños jugando al beisbol, tiendas con barriles gigantes de pepinillos en la puerta. Quería fotografiar la vida y allí estaba.

Cuando fui reclutado para la guerra de Corea, pedí ser fotógrafo pero me metieron en infantería. Tuve suerte de escaparme porque si hubiese sido un fotógrafo oficial, tendría que haber fotografiado eventos oficiales. Ser de infantería significaba que podría fotografiar la vida en el Gls y en Corea tal y como yo la veía.

Ahora soy profesor y el consejo que le doy a mis estudiantes es: cuando algo te deje con la boca abierta, pulsa el disparador. Y donde yo me quedo constantemente con la boca abierta es en Coney Island.

 

Traducción de un artículo original de The Guardian.

Olmo González Moriana. La imagen inmaterial

Olmo González

De vez en cuando me encuentro con una imagen que persiste en mi cabeza de algún modo. En algunos casos han sido el comienzo de todo un proyecto más o menos completo. En este caso, una pantalla de un escaparate por el que paso muy a menudo se está convirtiendo en una especie de check-point en el que tengo que mirar y, muchas veces, tomar una foto de nuevo. Es una tontería, pero me pone contento ver esos colores cambiar a mi paso, una descomposición del reflejo de la luz, un efecto simple pero que me atrae de alguna manera.

He probado de varias maneras, a plena luz del día, de noche, sin flash, con él. Y me sigue enganchando. La pantalla, además, está detrás de un cristal, no puedo tocarla ni controlarla, es una suerte de espejo que descompone mi reflejo, pero que, al hacerlo, devuelve una imagen inmaterial, una experiencia mística a través de un recurso técnico aplicado sobre la luz.

El caso es que creo que ahí hay otra puerta a algo más complejo que ya espera en mi inconsciente a que le dedique un poco de tiempo, aunque reconozco que aún no sé nada más. Pondría ejemplos de trabajos que me producen el mismo efecto, como la obra de Jessica Eaton, Stephen Gill o Miguel Ángel Tornero, pero lo cierto es que aún no me he planteado investigar en profundidad a dónde me puede dirigir esta imagen, más por falta de tiempo que por ganas.

Web de Olmo González Moriana.

Olmo González. La imagen inmaterial

Jessica Eaton, Cfaal 241, 2012.

Nadav Kander. Yangtsé, The Long River

Nadav Kander, Yangtsé, El río largo

Chongqing IV. Picnic de domingo

Vive más gente a lo largo del río Yangtsé que en todo Estados Unidos. Así que en mi primer viaje a China, quise experimentar esto visitando Shangai y Chongqing, una ciudad gigantesca de 27 millones de personas, donde hice esta foto.

Fue en una parte sucia de la ciudad. Había un pequeño vertido tóxico que salía de una planta de acero hasta el Yangtsé. Estaba literalmente chisporroteando de químicos – en realidad, parecía que estaba lloviendo. Y justo al lado había una zona de picnic. Para la mayoría de la gente de Chongqing, es un lugar pintoresco para visitar; algunos incluso nadaban o pescaban. Esto me incomodaba, pero luego me di cuenta de que todos estaban disfrutando de un rato maravilloso – demostrando que las relaciones y la familia es lo que realmente importa.

Así que me acerqué a este grupo e instalé la cámara. Hice que pareciera que estaba fotografiando la escena de la izquierda, luego la giré hacia la derecha, esperé, e hice esta foto. Si hubiese pedido permiso, se habrían puesto de espaldas y todo habría sido diferente. Después les pregunté para estar seguro que de no les importaba. Ya estaba emocionado, sabía que la imagen funcionaría.

Empecé a interesarme por la migración en China, donde alrededor de 150 millones de personas se desplazan, trabajando constantemente, viendo muy poco a sus familias, a veces una vez al año. Así que empecé a fotografiar a individuos en un lugar y luego los transfería a otras fotografía, en una especie de ‘migración fotográfica’.

A la persona desenfocada del extremo de la mesa realmente le hice la foto en una zona de obras de Shangai. Lo puse encima del hombre que estaba sentado allí originalmente. El hecho de que el tipo a la derecha estuviera sentado en una silla muy parecida es sólo casualidad. Es una de las fotos más felices y placenteras que he hecho nunca.

Traducción de un artículo original de The Guardian.

Web de Nadav Kander.

 

René Burri. Matar al maestro

El fotógrafo suizo René Burri falleció este lunes a causa del cáncer. En una entrevista que le hizo Phaidon en 2012, habla de su relación con su maestro, Henri Cartier-Bresson.

René Burri. Matar al maestro

René Burri, Iglesia Kaiser Wilhem, bombardeada durante la guerra y nunca restaurada. Berlin Oeste, 1959.

Bresson fue mi gran maestro. Teníamos una magnífica relación a pesar de que los elementos en ella fuesen antagónicos. Pero nos inspirábamos el uno al otro.

René Burri. Matar al maestro

René Burri. María Callas en la ópera de Philadelphia, EEUU, 1951.

Henri me irritaba muy a menudo. ¿Por qué? ¡Miraba mis hojas de contacto al revés! Lo hacía porque quería ver la composición. Yo le decía ‘¡Te voy a estrangular un día! ¿No te interesan mis fotos?’ Pero aprendí mucho de eso y llegó el día en el que saqué una fotografía de la funda de contactos e intenté mirarla del mismo modo.

En ese momento comprendí que tienes que ir más allá de la imagen. Y Cartier-Bresson era el mejor en 35 mm de todos los tiempos – en el sentido de la composición y de llevarla al ‘orgasmo’, o lo que él llamaba ‘momento decisivo’.

René Burri. Matar al maestro

René Burri, Tae Song Dong, Corea del Sur, 1961.

La foto de los hombres en el tejado salió de un trabajo que estaba haciendo sobre la ciudad, la gente y las contradicciones en la ciudad. Estaba viajando, era un encargo. Pero mientras más desarrollaba mi propia visión del tela (…) descubría cosas para mí mismo.

René Burri. Matar al maestro

René Burri, Sao Paulo., Brasil, 1960.

¿Conocía a estos hombres de la azotea? No. Subí allí arriba por curiosidad. En aquellos tiempos, los edificios no tenían vigilancia, no había guardas como ahora. Era cuestión de subir, llamar a la puerta y decir ‘Disculpe, ¿puedo hacer una foto?’ ‘Claro, pase’ Así que salí a la terraza y en aquel momento aparecieron esos tíos de la nada e hice 5 fotografías.

Por aquel entonces, Cartier-Bresson nos limitaba a usar objetivos de entre 35 y 90 mm. Cuando le enseñé las fotos, me dijo ‘Brillante, René’. Salí y grité ‘¡Ah!’ Me escuchó y me preguntó qué pasaba. ‘Nada, no importa’, le dije. El objetivo que usé era de 180 mm ¡Nunca se lo dije! En ese momento, me liberé de mi mentor. ¡Maté a mi maestro!

René Burri. Matar al maestro

René Burri. Ernesto Guevara (Che) Habana, Cuba, 1963.

Fuente: Phaidon 1 y 2

Habitantes del Café Lehmitz. Anders Petersen

Anders Petersen, Lilly and RoseEra la una de la mañana y estaba esperando a mi amiga Gertrude en el Café Lehmitz de Hamburgo. Estaba hasta los topes y sonaba una música fantástica en la gramola. Era 1967. Un tipo se acercó y me preguntó por mi cámara, que estaba encima de la mesa. Era una Nikon F. Le dije que era una buena cámara. Él me contestó “yo tengo una mejor”. La suya era una Kodak Retina 1C. Levantamos nuestras cervezas y brindamos por nuestras cámaras. Luego fuimos a bailar con algunas chicas bonitas.

De repente, me di cuenta de que al otro lado del café un grupo de gente se estaba pasando mi cámara de los unos a los otros y estaban sacándose fotos. Fue allí y les dije “Hacedme una foto, que ésa es mi cámara.” Ok, dijeron, y después me la devolvieron. Hice algunas fotos por mi cuenta, y así fue como empecé a fotografiar en el café Lehmitz.

Seguí haciendo fotos durante los tres años siguientes yendo y viendo de Estocolmo, donde estudiaba fotografía, para revelar los carretes. En el café podía dormir gratis en la cocina, a cambio de cuidar de los hijos de la cocinera. Este época fue muy formativa. Allí incluso monté mi primera exposición. Colgué 350 fotos en la pared de arriba del bar y dije que quien se reconociera en alguna podía cogerla y quedársela. Unos días más tarde la pared estaba vacía.

Esta foto trata de personalidades. Lilly era la favorita de todos, una mujer muy carismática, muchos hombres estaban enamorados de ella y ella lo sabía. El hombre de la izquierda lo llamaban Rose, por un tatuaje que tenía en el pecho. Iba bien vestido porque venía del trabajo, un restaurante que estaba a 10 minutos. Cada noche venía al Café Lehmitz para ver a sus amigos, pero sobre todo para ver a Lilly. Rose era un tío serio, y solo tenía ojos para ella. Cuando hice esta foto, ella estaba enfadada conmigo porque le había hecho muchas fotos. Me dijo.”¿No te puedes comportar normal, tomarte una cerveza y ser como el resto? ¿Tienes que hacer fotos todo el rato? Por favor, finito, ¡ahora!” ¿Ves ese tío pequeño detrás suya? Ése es Scar. Era un famoso traga cuchillos. Hablaba mucho sobre ello y se metía en muchas peleas, pero era un buen hombre.

Tom Waits_ Rain dogsTom Waits usó una de mis fotografías de Rose y Lilly para la portada de su álbum Rain Dogs. Rose tiene el torso desnudo y está echado sobre Lilly, que se ríe mucho porque él estaba en plan melodramático. Cuando la casa de discos me lo pidió, dije que sí porque me gusta mucho la música de Tom. Nos conocimos y pasamos un buen rato, hablamos el mismo lenguaje.

Iba todo tipo de gente al Cafe Lehmitz; gente local, gente del puerto y de las ciudades de alrededor y muchas prostitutas mayores de la zona de St Pauli. También iba allí gente mayor que había tenido una vida dura y no eran aceptados en ningún otro sitio. Hice cientos de fotos, es como un álbum familiar, pero ésta es especial. Me gustan los tres personajes y están siendo ellos mismos.

Mejor consejo: La gente siempre dice que hay que ser fuerte. Pero para mí, hay que ser débil; suficientemente débil para sentir, para involucrarte, para ser tú mismo. No seas fuerte, sé débil.

Traducción del artículo de Guardian My best shot.