Andrew McConnell. Un momento mágico

Andrew McConnell

Andrew McConnell, Kinshasa, República Democrática del Congo, 2010.

En 2010 me mandaron a Kinshasa para seguir a una orquesta sinfónica que vivía en la la zona de Kimbanguiste. Estaba a punto de estrenarse un documental sobre músicos autodidactas que empezaron tocando instrumentos caseros y fui allí cuatro días para fotografiarlos. Veía a los músicos en sus ensayos diarios en en los alrededores de la casa del director de orquesta, disfrutando de sus actuaciones y observando cómo los miembros mayores enseñaban a los niños a tocar. La noche del estreno, los músicos se montaron en uno de esos destartalados autobuses y los condujeron alrededor del pueblo hasta el sofisticado hotel donde todos vimos el documental juntos. Fue muy bien, hubo un montón de risas.

Los músicos, que proceden de toda la capital congolesa, tienen su trabajo a lo largo del día. Uno es electricista, otro pescador. Por alguna razón, el director de la orquesta ha puesto una valla verde brillante alrededor de su casa y todas las sillas de plástico donde se sentaban los músicos también eran verdes. En realidad, parecía tener muchas cosas verdes. El hecho de que Josephine, la violonchelista de la foto, también vista de ese color es una bonita coincidencia. Ella vende comida en el mercado y lleva un pequeño negocio, así que puede practicar hasta la noche, cuando la mayoría de los músicos se han ido a casa.

Era tarde y la luz se estaba yendo. Josephine estaba sola en el recinto. Me subí a una silla para captar los dos mundos a cada lado de la valla. Ella estaba absorta en su música mientras fuera, en la calle sumida en la pobreza era todo caos y bullicio. La carretera estaba llena de baches, había gente vendiendo somieres de camas, otros vendían carbón. Y la música se colaba en la escena.

La respuesta a esta fotografía fue increíble. Fue parte de la exposición itinerante del World Press Photo 2011 y recibí emails de todas partes del mundo. Algunos eran violonchelistas pero la mayoría no lo eran. En realidad, sigo recibiendo mensajes.

Josephine y el resto de la Orchestre Symphonique Kimbanguiste me parecen inspiradores. Son de origen pobre, pero están apasionados con su música. Cuando actuaban, se me erizaban los pelos de la nuca. Creo que la fotografía habla del poder de la música para elevarnos. Pero también habla del poder de las mujeres y del espíritu humano, que es indestructible y lleno de esperanza. Fue un momento mágico, uno de esos momentos en los que te preguntas si volverás a ver algo tan bonito de nuevo.

 

Influencias: «Eugene Richards, James NachtweyEdward Burtynsky

Consejo: «Fotografía lo que te apasione, no lo que pienses que deberías fotografiar.»

 

Traducción del artículo publicado en Guardian.

 

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