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Entrevista a Adriana Lestido

PHE- Comenzaste tu trabajo como fotoperiodista en el diario La Voz ¿Cómo fue tu experiencia en el mundo del periodismo? ¿De qué manera influyó en tu trabajo posterior?

Adriana Lestido- El periodo como fotoperiodista coincidió con mis años de formación, digamos que me formé trabajando como reportera gráfica. Si bien fue una etapa, un medio de vida que sabía se iba a terminar en algún momento –ya en ese entonces mi trabajo personal iba por otro lado-, fueron años de mucho aprendizaje, sobre todo la época en la que trabajé en la agencia DyN.

Había un equipo de fotógrafos excelentes. Dani Yako era el editor, por suerte desde su amor por la fotografía privilegiaba la imagen sobre la información. Había mucha efervescencia, era la vuelta de la democracia, y el fotoperiodismo acompañó ese período con mucha pasión. Creo que me ayudó a desarrollar la intuición para saber dónde pararme y a poder expresar una situación en una o dos imágenes. También me vino muy bien como práctica de laboratorio. Se hacía de cada nota el pull de agencia (alrededor de 20 copias de la foto elegida). Las hacíamos nosotros y tenían que estar perfectas. Yo hago mis copias y eso me sirvió mucho.

PHE- Las mujeres en contextos de marginalidad y desamparo son una constante en tu trabajo ¿Porqué te interesa? ¿Cuál es el fin último de estas fotografías?

AL- No se cuál es el fin último de lo que hago, no puedo saberlo, la vida dirá. Lo que se es que mi trabajo surge de la necesidad. Creo que la necesidad es lo único que legitima lo que se hace. En mi caso, lo que desencadenó la pulsión creativa tuvo que ver durante muchos años con lo femenino, lo maternal, la falta de familia, la injusticia, el desamparo… con mis zonas oscuras, con las cosas que necesité comprender para pasar mis propios límites. Soy mujer y por eso he mirado a las mujeres, no como una reivindicación de género sino más bien como una búsqueda de espejos. Miro desde mi vida y desde mi historia, pero lo que me interesa es el conflicto humano, más allá del género. El fin quizá haya sido comprender algo de la complejidad de los vínculos fundamentales, su misterio… Son las emociones básicas las que le dan sentido a mi trabajo, más allá de las circunstancias.

Por otro lado creo que en esencia mi obra está atravesada por la separación. El dolor de la separación y también la separación como necesidad vital para seguir evolucionando. Y otra constante en mi trabajo es la ausencia del hombre. Si bien pasé muchísimos años fotografiando mujeres, lo que en realidad está siempre presente es la ausencia del hombre. Incluso El amor, que es mi serie más personal y abstracta, si bien gira alrededor de un hombre, se siente más como una ausencia que como una presencia.

PHE- En tu serie Mujeres presas con sus hijos pasaste un año visitando la cárcel para retratar a estas mujeres ¿Cómo fue la experiencia? ¿Qué te interesaba especialmente de este trabajo?

AL- Al principio lo que me interesaba era la maternidad en cautiverio. Así empecé, con una idea un poco romántica, pero la realidad es mucho más dura. Estando presa no importa tanto si se está con un hijo o no, lo fuerte es estar preso. Poco a poco el eje fue cambiando y terminó siendo lo que es, mujeres presas. Mujeres que no pueden decidir, que están presas mucho antes de estar en la cárcel. Eso es lo que me interesaba.

Fue muy duro hacerlo, en un momento tuve que suspender, pensé que no iba a poder terminarlo. Luego retomé y después de un tiempo nuevamente tuve que interrumpirlo por obstáculos que me ponían en la cárcel (fue así todo el tiempo, una y otra vez). La última vez que lo interrumpí pensé que todavía faltaba… pero luego trabajando en la edición me di cuenta que ya estaba. Fue un alivio, ya no podía seguir yendo.

Sin embargo, y pese a todas las dificultades –externas e internas- pasé bellos momentos ahí adentro, se dieron buenos vínculos, de mucho cariño y camaradería. Era una fiesta cada vez que llegaba, les llevaba las imágenes que había hecho la vez anterior y eso era una alegría para ellas. De alguna forma yo era el nexo con el afuera y a su vez quien les devolvía su imagen en prisión… Estando adentro estaba todo bien, tenía la fuerte sensación de estar haciendo lo que debía hacer. El problema era antes y después. Volviendo a lo que decía de la necesidad, si no hubiese sido tan fuerte jamás hubiera podido hacerlo.

PHE- Otro trabajo que implica mucha cercanía es Madres e hijas ¿Cómo lo desarrollaste?

AL- Madres e hijas lo desarrollé durante 3 años, creo que es el trabajo más intenso que hice.

Siempre me pareció que había un misterio en el vínculo madre-hija. Me obsesionaba la marca materna y el rollo de todas las mujeres con sus madres. Creo que es la relación humana más compleja. Todo está ahí, en ese vínculo.

Decidí mirar a cuatro parejas de madres e hijas y busqué a estas mujeres en mi entorno. Me interesaba observar hijas de distintas edades pero no quería que fueran en principio desconocidas como las presas, aunque tampoco demasiado cercanas, porque es más difícil si hay un lazo fuerte. Al principio sólo iba y charlábamos sobre el vínculo, hablábamos de la relación, de los roles… Yo grababa las charlas, después las transcribía y se las llevaba. Era muy fuerte para ellas y para mí también, porque una cosa es hablar y otra leer lo que se dijo, más si transcurrió cierto tiempo. También llevaba una polaroid, les hacía un retrato y se lo dejaba para que se fuera viendo mi mirada.

Después, poco a poco, empecé a sacar la cámara y a hacer fotos, todo se fue dando naturalmente. Generalmente alternaba un mes con cada una. Al tiempo empecé a quedarme a dormir en sus casas. A formar parte de sus vidas. Cada vez que iba, llevaba millones de fotos (siempre copio doble) y así empezó a haber una relación con la imagen. Todas tienen infinidad de fotos.

Luego empezamos a hacer viajes. Fuimos a Bariloche, a Mar del Plata, a Mendoza, a Pinamar. Eran viajes que ellas solían hacer y que a la vez yo agitaba para que se dieran. En los viajes era cuando más entrega había, de ellas y mía. A Alma y Maura terminé de fotografiarlas en Roma, donde ahora viven. Y en paralelo fui trabajando la edición. Para mí el trabajo con las imágenes es fundamental.

Antes, con Mujeres presas, había fotografiado mucho sin trabajar a fondo la edición y tuve que encontrar en ese sinfín de fotos el esqueleto de la cosa. En cambio con Madres e hijas fui trabajando la edición al mismo tiempo que fotografiaba. En esa etapa me gustaba ver las fotos sobre paredes. Tenía telgopores sobre los que iba asociando las imágenes y armando las historias. Poco a poco fui entendiendo hacia dónde iba, qué es lo que estaba viendo. Fui encontrando el tono, la voz. Empecé Madres e hijas en el ’95 y terminé de editarlo en el ’98. El momento más fuerte creo que fue en el ’96. Un año denso, oscuro, de conexión muy profunda con mi vida. Ahí vinieron la mayoría de las imágenes.

PHE- Utilizas una distancia focal muy corta, para obligarte a estar cerca y hacer fotografías intimistas ¿Cómo consigues esta proximidad con tus modelos?

AL- Si, siempre trabajo con un lente de 35 mm o a lo sumo con uno normal. Necesito estar cerca para poder fundirme con lo que estoy mirando, para poder ser lo que miro. La proximidad -que no es deliberada, simplemente se da- la logro cuando me olvido de mí. Creo que toda imagen viva surge de la unión de la energía del que mira y de lo mirado, es la expresión de una frecuencia común a los dos. La paradoja es que cuánto más cerca estoy más puedo desaparecer.

PHE- ¿De que manera te implicas en tu trabajo? ¿Dirías que hay algo de ti en cada una de estas mujeres?

AL- En mi trabajo me entrego con alma y vida… suena un poco rimbombante pero es así… Creo que todo depende de la entrega. La perfección del trabajo –de cualquier trabajo- es la perfección de la entrega. Por otro lado si no hay entrega total a la imagen no puede entrarse en su espacio poético. Sí, claro, hay algo de mí en cada una de ellas y hay algo de ellas en mí.

PHE- Tus fotos de Argentina son en blanco y negro, y las fotos de Sudáfrica son en color, ¿Por qué se dio este cambio? ¿Qué aporta el color frente al blanco y negro?

AL- Mi trabajo en general es en blanco y negro porque la imagen sin color la siento más esencial, más medular… es como con los sueños, por lo general uno tiene las imágenes pero no los colores, salvo que el color cumpla una función especial, entonces se le recuerda. De todas formas me gusta mucho también el color y de tanto en tanto lo hago, pero es más bien como un respiro.

Lo de Sudáfrica fue un trabajo hecho en sólo 23 días, que se expuso allí mismo, esa fue la premisa. Disfruté mucho de que así fuera, ya que yo que siempre me paso años y años con cada proyecto, los maduro mucho antes de exponerlos. Sentí mucha frescura al trabajar así, por eso también quise que fuera color. Todo lo contrario de lo que siempre hago.

PHE- ¿Cuál es el proyecto más complicado al que te has enfrentado como fotógrafa?

AL- No hay uno más complicado, todos siempre son difíciles, aunque pase por distintos lados la dificultad. Las mayores dificultades son internas, hay que descender al fondo para poder emerger con algo vivo. Siempre hay que atravesar una oscuridad, que desenmascarar algo, y eso es doloroso.

PHE- Este año tendrás una exposición individual en Casa de América dentro de la sección oficial del festival ¿En qué consiste esta exposición? ¿Qué obras se van a poder ver allí?

AL- Se va a ver la mayor parte de mi trabajo. O mejor dicho se va a ver el hilo conductor de todo mi trabajo, la trama. Tiene un recorrido cronológico que va enlazando los distintos ensayos que realicé a lo largo de mi camino como fotógrafa -Hospital Infanto-Juvenil, Madres Adolescentes, Mujeres Presas, Madres e Hijas, El Amor y Villa Gesell- con imágenes únicas y pequeños textos. Pero no se trata de una selección de imágenes sino de un relato nuevo, de una historia compuesta por fragmentos de otras más pequeñas, que hablan básicamente del amor, del dolor, de los vínculos y las rupturas. Quise de alguna forma llegar al fundamento de mi mirada. En el fondo todo es una historia de amor… Un amor difícil, pero qué amor no lo es.

PHE- ¿Podrías compartir con nosotros los proyectos en los que te encuentras trabajando actualmente?

AL- Pido disculpas pero no me gusta hablar de lo que todavía no es, siento que le quito fuerzas. Cuando algo está en proceso de gestación es tan frágil… En realidad tengo algunas ideas en danza pero aún no embarqué, sigo cerrando y limpiando.. El proceso que se inició cuando armé esta muestra todavía continúa.

Fuente: PHE

Si todavía no habéis visto la exposición de Amores difíciles en la Casa de América, tenéis tiempo hasta el 29 de agosto. Os aseguro que merece la pena. Aquí os dejo otra entrevista muy cortita en la misma exposición.