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Garry Winogrand. A cámara lenta

Stephen Shore habla en esta entrevista sobre su admiración por Garry Winogrand y en concreto por esta foto, World’s fair.

Garry winogrand

World’s fair. Garry Winogrand, Nueva York, 1964.

Garry Winogrand siempre ha sido uno de mis fotógrafos preferidos. No tengo muchas fotos en mi casa pero  ninguna mía, pero el fotógrafo del que más tengo es Winogrand. Tengo la foto del banco del parque (World’s fair, 1964), a la que siempre vuelvo. Éramos amigos, pero el suyo era otro mundo, no el mundo que yo vivía. (…)

Llevo con esta foto quizá treinta y cinco años. Me parece una hazaña olímpica ser capaz de prestar atención a siete u ocho personas a la vez. También estoy convencido de que Winogrand no le estaba prestando atención al fondo. Si miras la foto, en cierto cierto sentido hay una sensación de collage. Hay gente sentada en el banco y luego hay una mujer desenfocada caminando al fondo. La sensación de collage creo que  procede el hecho de que, por un lado, hay una parte de la foto que refleja todas las decisiones que ha tomado el fotógrafo. el encuadre, el tiempo, el momento, el ángulo; y, por otro,  hay una parte de la imagen, el fondo, que es inconsciente. Así pues, Winogrand tiene un tipo de atención distinta a la de un fotógrafo de  8 x 10″. con una 8 x 10″ normalmente tienes tiempo de  ejercitar la atención de un modo que Winogrand no podía hacerlo. Si yo hubiera estado fotografiando ese banco me habría dado cuenta de lo que había detrás, pero no habría podido lograr la hazaña extraordinaria de Winogrand de ver a toda esa gente a la vez. Este tipo de atención es increíble y apropiado para el tipo de fotografía que él hacía. Yo creo que Winogrand aprendió una forma de acelerar su mente. ¿Sabes lo que quiero decir?, como cuando tienes un accidente de coche y todo parece ir a cámara lenta. (…) Ves lo que está pasando y lo que está a punto de pasar. Imagínate lo que sería poder en ese estado mental cuando haces fotos en la calle. Yo creo que Winogrand era capaz de ver así cuando hacía fotos. Podía ver a cámara lenta.

Stephen Shore.

Extracto de la entrevista Modos de fotografiar de David Campany a Stephen Shore publicada en el catálogo de la exposición de Stephen Shore en Fundación Mapfre

Pie de foto: ‘Falling man’ de Richard Drew

Un hombre, en un salto acrobático, está cayendo. Parece muy tranquilo yendo de cabeza hacia la muerte. ¿Qué pasaría por mente?

Magdalena Herrera, Directora de fotografía de GEO Magazine.

(…) No he contado cuánta gente fotografié ese día tirándose del edificio. Creo que hay unas 7 u 8 fotos de la secuencia de Falling man. Vestía una cazadora blanca y se puede ver una camiseta naranja debajo. No tengo la necesidad de saber quién era. Si hay gente que quiera averiguar quién era, me parece bien, pero para mí nunca fue una prioridad.

Creo que la gente se siente atracción y, al mismo tiempo, repulsión porque se imaginan a sí mismos en esa situación. Para mí es un momento muy tranquilo. No es una foto violenta en ningún aspecto. Creo que alguna gente siente rechazo por ella porque podría ser su destino. Pero esta fotografía no forma parte de la muerte de ese hombre, sino parte de su vida. (…)

No me obsesiona. Sólo me llama la atención que la gente aún quiera hablar de ella. A lo mejor en estos diez años han salido otras imágenes que no siguen impactando tanto después de una década. Me abruma que haya gente que la considere una imagen tan icónica y que formará parte de mi legado fotográfico. (…) Nunca la había considerado una fotografía emblemática Siempre la he visto como un ‘soldado desconocido’ que espero que represente a toda la gente que corrió la misma suerte ese día.

Richard Drew.

Traducción de algunos fragmentos del artículo publicado en The Daily Beast. La cita de arriba está sacada del homenaje que han hecho en Lightbox al 11 de Septiembre.

‘Women are beautiful» de Garry Winogrand

La pasión por fotografiar a las mujeres

Guapas y libres. Así eran las mujeres que retrató el fotógrafo neoyorquino Winogrand. En la década de las revoluciones, los años sesenta, ellas hacían notar su presencia sintiendo por primera vez la importancia de su sexo. La serie ‘Las mujeres son bellas’ es un valioso documento para comprender una época.

«Cuando veo una mujer atractiva, hago lo que mejor sé hacer, fotografiarla”. Garry Winogrand (1928-1984), uno de los grandes fotógrafos estadounidenses, era así, directo y sincero. El “príncipe de las calles”, como le apodaron sus colegas, huyó de los estudios, de los flases, de escenarios fabricados, y eligió el contacto directo con la realidad. Su serie de retratos agrupados en la serie Women are beautiful (Las mujeres son bellas) es un testimonio directo de aquellas americanas que rompieron con los corsés y desafiaron al mundo en la década de los sesenta.

Nació y creció en el Bronx neoyorquino, se enroló fugazmente en el ejército y estudió arte en la Universidad de Columbia, pero todo pasó a un segundo plano cuando un amigo le mostró un cuarto oscuro. Fue su primera experiencia en el proceso de la fotografía. Un descubrimiento. “Nunca volví a pintar”, diría después.

Transformado en un compulsivo reportero –influido por Walker Evans y sus retratos de la América profunda–, fotografiaba “las cosas para ver a qué se parecen cuando han sido fotografiadas”. Expuso en tres ocasiones en el Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York, consiguió dos becas del Guggenheim y fue un excelente profesor en el Instituto de Diseño de Chicago y en la Universidad de Tejas.

En 1950, las revistas ilustradas lo invadían todo. El mercado de la posguerra demandaba fotorreporteros y la generación de Winogrand, lejos de la imagen del fotógrafo de acción y aventurero, perseguía la autenticidad. Una buena muestra es la serie de mujeres de Winogrand, propiedad de la coleccionista Lola Garrido, que por primera vez se exhibe completa en Barcelona, en la Fundación Colectania. “Inge Morath [fotógrafa y esposa del escritor Henry Miller] me aconsejó comprarla. El portfolio de 85 fotografías salió a la venta en 1984 en San Francisco; es el trabajo de muchos años por las calles de varias ciudades, Nueva York, San Francisco, Aspen… Winogrand supo retratar lo que significó el cambio de actitud de la mujer”, afirma.

Las mujeres que inmortalizó Winogrand transmiten alegría de vivir, reflejan el cambio de hábitos de una sociedad a la que se incorporaron sin complejos. Ellas se convirtieron en protagonistas. Se manifestaban con pancartas a favor del aborto, lanzaban sus sujetadores a la basura, cortaron sus faldas y trabajaron en oficios hasta entonces considerados solo de hombres. En los años de la guerra fría, una nueva generación pedía paso. John F. Kennedy llegaba a la presidencia de Estados Unidos como la gran esperanza; I want to hold your hand, de Los Beatles, escalaba el primer puesto de las listas americanas; las mujeres se enrolaban en el movimiento feminista, mostraban su cuerpo sin inhibiciones, paladeaban su libertad. Winogrand atrapó aquel goce de una conquista. “No es un reportaje”, dice Garrido, “son fotos hechas al azar. Para hacer esta serie disparó más de 15.000 imágenes. Buscaba el gesto y luego editaba las fotos”. Women are beautiful apareció en 1975. No tuvo mucho éxito. Fotógrafos y críticos encontraron la obra desigual, pero se convirtió en un símbolo. De una época, de una revolución. Winogrand inició este trabajo en 1960, a las puertas de la guerra de Vietnam, que marcó a fuego a la sociedad norteamericana, y la publicó en 1975, cuando cayó la ciudad de Saigón.

“No sé si todas las mujeres de las fotos son bellas, pero sí que las mujeres son bellas en las fotos”, escribió Garry Winogrand en el prólogo de su libro. Aquellas guapas mujeres anónimas ni siquiera se fijaban en un hombre con una Leica de gran angular preenfocado que tomaba fotos sin mirar por el visor, sin encuadrar. Winogrand observaba, divisaba una chica guapa con buenos pechos y disparaba. Mujeres en las avenidas neoyorquinas, riendo, sonriendo, tumbadas, con una pierna levantada, en gestos que hasta entonces nunca habían sido reflejados. “Es uno de los fotógrafos que más han hecho por la liberación de la mujer”, asegura Lola Garrido. “El primero que retrató a las mujeres como son de verdad”.

John Szarkowski, el primer director del departamento de fotografía del MOMA, llamaba a Garry Winogrand “el principal de su época”. Junto a Diane Arbus y Lee Friedlander encabezó una nueva generación de fotógrafos que pretendieron no reformar la vida, sino conocerla. O, como decía el pintor Frank Stella, todo lo que hay que ver es lo que ves. Eso es lo que hacía Winogrand con un estilo de encuadres diagonales muy cercano al expresionismo abstracto.

Winogrand oscilaba entre el optimismo y la melancolía. Su primera mujer le acusaba de egocéntrico, exigente e insensible. Lo cierto es que vivía para la fotografía. “Sentí que era mi camino y me agarré a él. Lo necesito desesperadamente y nada me ha hecho nunca apartarme de la fotografía”. 1975, cuando publicó Women are beautiful, fue un mal año para él. Dejó de fumar, engordó 15 kilos, y detectaron que algo no iba bien en su tiroides. Cuando murió, en 1984, dejó en su estudio más de 300.000 rollos de películas sin revelar, miles de fotos sin clasificar. Un final digno para su gran pasión.

La exposición ‘Women are beautiful’ se inaugura en la Fundación Foto Colectania (Julián Romea, 6. Barcelona), el próximo miércoles.

Julia Luzán. El País.


Exposición de André Kertész en La Fundación Carlos de Amberes

Las fotografías de André Kertész cruzan el siglo XX como las puntillas de bailarina: vuelan sin dejar nunca de pisar tierra. La exposición que desde hoy [ayer] le dedica la Fundación Carlos de Amberes de Madrid (100 imágenes que permanecerán los próximos tres meses) demuestran por qué Kertész inspiró a los pioneros de un arte que llevó la vida cotidiana a las vanguardias. De él dijo Henri Cartier-Bresson: «Inventemos lo que inventemos, Kertész siempre fue el pionero».

Hungría, Francia y Estados Unidos fueron los tres países que marcaron su vida y por eso la exposición que ahora se inaugura divide su obra en esas tres paradas geográficas. El recorrido arranca con la fotografía, de 1912, de un joven durmiendo, y acaba, en 1984, con una polaroid tomada desde su casa de Nueva York. Nacido en el seno de una familia judía de la Budapest austrohúngara, Kertész se alistó como alférez en 1914, tras estallar la Gran Guerra. Ahí, con su cámara, dará cuenta de la vida cotidiana de los soldados. El destino quiso que una herida en un brazo le alejara de la contienda. En el hospital empieza a experimentar con su cámara. Las formas torcidas (en la exposición se puede contemplar una serie de desnudos tan deformes como hermosos) fueron una de sus señas de identidad.

Pero fue París la que cambió al fotógrafo húngaro y es allí donde arranca su fama. Retrata a sus amigos (Mondrian, Chagall, Collete o Eisenstein) y ejerce una notable influencia en compatriotas suyos que empiezan, como Brassaï. Otro húngaro, el célebre Robert Capa, llegó de su mano a París. «La influencia de Kertész es enorme y su legado incomparable», afirma el comisario de la exposición, Peter Baki, director del Museo Húngaro de la Fotografía, que posee un fondo de 100.000 imágenes que pretenden reivindicar la importancia de los fotógrafos húngaros en la historia del arte (de Capa a Brassaï, Laslo Moholy-Nagy y, por supuesto el propio Kertész, quien donó toda su obra a esta institución).

Huyó del nazismo

Kertész murió en 1986 en Nueva York, había llegado allí con su mujer Elisabeth Sali huyendo del nazismo. Su suerte cambió cuando la editorial Condé Nast se fijó en él, empieza a trabajar para algunas de sus publicaciones (Vogue, Harper’s Bazaar) y pocos años después logra la nacionalidad. En los años cincuenta ya es un fotógrafo consagrado. «Cambió el paisaje del campo húngaro por el paisaje urbano de Nueva York. Su época parisina estuvo más volcada en el retrato», explica Peter Baki.

La muerte de su mujer, compañera desde los felices años de París y en los terribles de la huída a EE UU, le llevó a encerrarse en su casa, deprimido, donde inició su maravillosa serie de polaroids dedicadas a los objetos de la vida con su mujer. Vivió el duelo de la única manera que sabía: disparando una fotografía detrás de otra, sacando con ellas los gritos que se ahogaban en su cuerpo. La sobrevivió casi una década, pero nada volvió a ser igual. En una de sus imágenes más terribles (presente en Madrid) fotografió un muro derribado sobrevolado por unos pájaros. Fue en su último viaje a Hungría, buscando un país que ya no reconocía. Esperó una hora a encontrar la imagen que buscaba para explicar aquel último viaje.

El País.

Muere la mujer de “El beso”

"El beso", Alfred Eisenstaed, 1945.

El nombre de Edith Shain no nos dice nada, pero el eufórico beso que le dio un anónimo soldado de la Marina de EE UU en Times Square para celebrar el final de la II Guerra Mundial la ha convertido en uno de los grandes iconos de la fotografía y en la protagonista del más famoso de los besos famosos. Su familia ha informado de que la enfermera ha muerto a los 91 años.

La fotografía en blanco y negro del día de la victoria, en la que Shain está vestida con su uniforme de enfermera, la tomó Alfred Eisenstaedt y se publicó en portada de la revista Life. En contra de lo que pueda parecer por lo apasionado del gesto, los protagonistas de la foto no eran pareja. «El muchacho me agarró y yo cerré los ojos. Le dejé besarme, porque había estado en la guerra, luchando por todos nosotros, y me sentí feliz de hacerlo. Después me dejó sola y me marché», contó en numerosas ocasiones Shain. «La gente me dice que cuando yo esté en el paraíso, ellos van a recordar esta foto», comentó por su parte Eisenstaedt, muerto en 1995.

La identidad de la mujer no se conoció hasta finales de los años setenta, cuando la propia Shain escribió al fotógrafo para decirle que ella era la protagonista del momento épico que Eisenstaedt capturó el 14 de agosto de 1945. La mujer tenía 27 años y trabajaba por aquel entonces en el Doctor’s Hospital de Nueva York. Sin embargo, la identidad de él sigue siendo un disputado misterio. Ese día, conocido como V-J Day (Victory over Japon Day), Japón se rindió a las tropas aliadas, acto que puso fin al conflicto más sangriento de la historia universal. Se anunció en el letrero luminoso del Times y, en un estallido de júbilo, la gente eufórica se tiró a las calles a celebrarlo y Eisenstaedt pudo capturar este momento, convertido en sinónimo de la felicidad y de la espontaneidad.

El beso, Victor Jorgensen, 1945.

Una curiosidad: el teniente Victor Jorgensen, fotógrafo de la Armada estadounidense, captó exactamente la misma escena desde otro ángulo, con un encuadre ligeramente distinto, y su fotografía fue publicada pocos días después en el New York Times. En esta foto no se ve el pie en alto de la enfermera, símbolo del primer beso. Eisenstaedt fue acusado en numerosas ocasiones de haber trucado y preparado la imagen, pero él siempre lo negó, una versión corroborada por la enfermera. Según el fotógrafo, se dedicó a seguir por la calle a un fogoso marinero que iba besando a toda mujer que se lo permitía. A partir de que se revelada su identidad, Shain participó en numerosos acontecimientos relacionados con la efeméride, como desfiles, ofrendas florales y memoriales en recuerdo de los caídos. (…)

Todavía sigue sin identificar el soldado que protagonizó el beso y aún hay varios veteranos soldados de la Marina, hoy octogenarios, que dicen ser el hombre que agarró por la cintura a una desconocida para besarla. (…)

El País

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Entrevista a Boogie

Ésta es la primera entrevista de Convo, una serie de entrevistas que va a realizar Annals of America. Para mi gusto el entrevistador, le da mas importancia a su mudanza a «América» que a su trabajo como fotógrafo. Pero de todos modos es bastante interesante.

Durante casi 20 años, el fotógrafo serbio Boogie ha documentado las vidas de los marginados de la sociedad. Ha fotografiado miembros de bandas y drogadictos en viviendas de protección oficial de Brooklyn; cabezas rapadas neonazis en Serbia; y prostitutas transexuales en Sao Paulo, Brasil. Se ha ganado la entrada sin restricciones a mundos donde los forasteros son recibidos normalmente con violencia, desconfianza o una combinación de ambas.

Ha contado esas historias con ojo inquebrantable –sin retroceder nunca e intentando siempre mostrar un retrato verídico. “Es simplemente la forma en la que veo el mundo”, dice Boogie, “la gente que ve mi trabajo puede formar su propia opinión”

Las fotografías de Boogie tienen el poder golpearte y dejarte bloqueado, o de encender fuego en tu mente. Sus imágenes son provocativas de una forma inesperada. A medio camino entre la violencia, la pena y la cruda realidad, él se las arregla para arrancar claridad y belleza del caos.

Durante los últimos meses, he estado manteniendo la correspondencia por email con Boogie, hablando de todo, desde la muerte del sueño americano y la paternidad, hasta la vida en América después de la quiebra y qué significa la felicidad. Nuestras conversaciones han sido muy profundas, y me alegra que la entrevista de Boogie inaugure esta nueva serie.


 

 

Cuando escuchas el término “el sueño americano” ¿qué te sugiere?

El sueño americano solía significar algo, pero ahora creo que está muerto. Antes de venir a Estados Unidos, tenía la imagen de los americanos empezando su pequeño negocio y teniendo éxito gracias a su trabajo y a sus buenas ideas. Pero ahora, tú abres tu pequeña cafetería, lo haces genial, y luego llega un Starbucks y te destruye. O pagas tu seguro médico cada mes durante años, luego te pones malo y el seguro no te lo cubre, así que te quedas en bancarrota. Se escuchan cada vez más historias de gente normal de clase media luchando para llegar a fin de mes. Ya no parece un sueño.

¿Crees que es porque la vida en América se ha vuelto más dura, o que sencillamente la vida en el siglo XXI se ha vuelto más difícil en general?

Creo que la vida en general es más difícil, pero no le veo sentido. Con todos los avances tecnológicos que vemos, la vida de la gente debería ser más fácil en vez de más dura.

Tú eres de Belgrado y te mudaste a Nueva York en 1998. ¿Qué te impulsó a mudarte y que  te atrajo al instalarte en Nueva York?

Nunca planeé venir a América pero gané la lotería, y no podía dejar de venir. Teníamos amigos de familiares viviendo en Nueva York,  y al principio me ofrecieron un lugar donde quedarme. Pero una semana antes de venirme, cambiaron de opinión. Vine de todos modos, y me quedé una semana en la casa del amigo de un amigo, alquilé mi primer estudio en Queens, y el resto es la típica historia de un inmigrante.

Cuando llegaste a Nueva York por primera vez, ¿notaste el cambio cultural?

Por supuesto, fue un cambio cultural gigante. Nunca había estado en Estados Unidos antes de mudarme. Así que todo lo que sabía de USA lo había aprendido de las películas. Es decir, no sabía nada. En las películas, incluso policías detectives, tiene lofts espectaculares en el corazón de la ciudad, y ahí estaba yo en mi estudio de Queens sin televisión, con sólo un colchón y una radio vieja. Así que fue duro. Pero ¿qué puedes hacer? Lo aceptas y sigues adelante. Me llevó un tiempo adaptarme. Y si me preguntas si lo volvería a hacer, te diría que no, nunca.

 

 

¿Puedes hablarme de la experiencia que viviste durante la Guerra Civil Serbia?

En realidad fue la ruptura de la antigua Yugoslavia. Es demasiado para hablar de eso aquí, era surrealista, gente sufriendo a mi alrededor, era bastante devastador. Trato el tema con detalle en mi libro Belgrade Belongs To Me, pero sólo para darte una idea, niños y ancianos morían en los hospitales por la falta de medicina y comida (las Naciones Unidas nos impusieron sanciones económicas en 1993); la gente se suicidaba para no morirse de hambre; los índices de suicidios estaban por las nubes;  y los soldados volvían de la línea de frente medio locos.

¿Cómo influyó esa experiencia en tu forma de ver la guerra?

Me hizo sentir más cerca de los seres humanos, probablemente porque fue una experiencia directa, no estaba simplemente viéndolo en la tele.

¿Cómo escoges un tema o una persona a la que fotografiar? Y cuando la elección está hecha, ¿cómo te ganas la confianza de la gente para fotografiar esas escenas tan íntimas?

En realidad, no elijo un tema o una persona que fotografiar, ni tengo un método para ganarme a la gente. Simplemente me dejo llevar y las cosas van saliendo. Intento no juzgar a la gente y me acerco a ellos con el corazón abierto, con respeto. La gente se da cuenta de eso y se siente bien conmigo. La mayoría de las fotos que tengo de miembros de bandas con pistolas y gente disparando, las he hecho porque ellos me han pedido hacerlas. Tú no puedes preguntarle a una persona si puedes fotografiarlo en esas situaciones – imagínate ir a los barrios de protección oficial y pedirles que te dejen fotografiarlos con pistolas… Eso no podría acabar bien.

Niño jugando con una pistola, Estambul, 2007.

¿Has pasado alguna situación peligrosa cuando fotografiabas en una zona insegura?

Creo que he tenido bastante suerte, nunca me ha pasado nada malo. Siempre escucho lo que me dice mi instinto, y cuando me dice que algo se ha acabado, sencillamente me marcho. Obviamente tengo fotos bastante intensas, y esas pistolas señalándome, estaban todas cargadas, (si no, no tendría sentido tenerlas). Pero no me sentía amenazado en esas situaciones. Además, en situaciones como esa, segregas mucha adrenalina y eso te hace seguir. Sólo después me he dado cuenta de lo disparatado que era todo.

¿Qué te atrae de la fotografía como profesión?

Sencillamente, no me puedo imaginar haciendo otra cosa.

¿Crees que la fotografía puede tener un impacto en la vida de la gente?

Estoy seguro de que lo tiene pero nunca ha sido mi objetivo.  Nunca he intentado moralizar a través de mi trabajo. Yo no creo que pueda cambiar el mundo, yo sólo hago fotos e intento enseñar las cosas tal y como son.

¿Qué quieres conseguir mostrando las cosas tal y como son?

En realidad, nada. Es sólo la forma que tengo de ver el mundo. La gente que ve mi trabajo puede sacar sus propias conclusiones.

¿Disfrutas de tu trabajo?

Sí, mucho.

Brooklyn, 2003.

Has publicado muchos libros con tu trabajo, ha exhibido en galerías, y tus fotos ilustran artículos en publicaciones como Juxtapoz o Time. ¿Te consideras una persona con éxito?

Sé que suena a cliché, pero no mido el éxito con dinero o fama. Éxito es algo más profundo. Por ejemplo, estar a gusto con uno mismo sin importar en qué escalón social y financiero te encuentres en ese momento. Todas esas cosas pueden desaparecer mañana y luego ¿dónde te quedas? Creo que la mejor medida del éxito es disfrutar de tu trabajo y tu familia. No necesitas la aprobación de otra gente. Así que para contestar a tu pregunta: me encanta mi trabajo y adoro a mi familia, así que sí, creo he tenido bastante éxito.

¿Cómo mantienes un buen equilibrio entre tu vida personal y tu vida profesional?

No es muy difícil, porque no tengo muchas distracciones últimamente. Mi vida gira en torno a mi familia y a la fotografía y estoy bastante centrado en ambos.

¿Qué momentos de tu vida te han impresionado más y te han ayudado a definir lo que eres hoy?

La muerte de mi padre y el nacimiento de mi hija.

¿Cuándo murió tu padre?

Mi padre, Aleksandar, murió en 2004. Lo quería más que a nadie en el mundo. Pero creo que sólo se lo dije el día que murió. Me di cuenta de lo que es importante en la vida, y de que no estaré aquí para siempre. Algunas cosas que creí que eran importantes (dinero, etc), dejaron de serlo de repente. Me gustaría poder vivir cada día como si fuera el último. Pero entonces, no dejaría nada acabado.

¿Cuándo nació tu hija?

Mi hija Maya nació en septiembre de 2007. Ella le dio un motivo a mi vida, y las cosas empezaron a tomar sentido.

A parte de las necesidades básicas, ¿qué o quién necesitas tener en tu vida?

Mi familia y mi cámara.

¿Cómo ha cambiado tu vida desde que te mudaste de Serbia a los Estados Unidos?

En todos los sentidos posibles, y está siempre cambiando, pero es bueno. Además, cuando cambia tu vida, tú evolucionas como persona y al mismo tiempo, evoluciona tu trabajo. Es bastante excitante. Estoy constantemente inspirado, como un niño.

¿Puedes citar algún ejemplo de inspiración –gente, lugares, objetos o escenas- que atrapen tu mirada?

Viajar, por ejemplo. Ver cómo otra gente y otras culturas viven no tiene precio. Te cambia, te da nuevas perspectivas, porque ver diferentes formas de ser te ayuda a decidir qué quieres ser en tu propia vida. Pero, en realidad, casi todo me inspira. Simplemente bajando la calle  podría disparar un carrete en una sola manzana, no importa si es de gente, pájaros, nubes o edificios. Hay fotos buenas en todas partes. Creo que la cuestión está en abrir tu mente y dejar que vengan a ti.

Estación de metro Grand Centra, Nueva York, 2003.

¿Cuáles son los hitos que han marcado tu evolución personal desde que te mudaste a América?

Cuando empecé a vivir gracias a la fotografía (sobre el 2004); cuando conocí a mi esposa (2006); y cuando tuve a mi hija (2007).

¿Qué te frustra de América? ¿Y qué te impresiona o sorprende?

La situación actual en América no es bastante buena. Muchas cosas me recuerdan a cómo era Serbia antes de que estallara la guerra.  Y lo que me sorprende es que la gente todavía no se pelee por la calle.

¿Qué cosas en concreto te recuerdan a Serbia antes de que estallara la guerra?

Algo que es muy parecido es el gobierno intentando acabar con la crisis económica imprimiendo más dinero. Eso fue un desastre para Serbia, y también va a ser un desastre para este país. Toda esta palabrería de salir de esta y de recuperación es una tontería. Las leyes de la naturaleza no funcionan así.

Está pasando algo muy parecido en los medios de comunicación. Hay sólo una opinión que pueda expresarse. A cualquiera que opine lo contrario se le tacha de traidor o chiflado.

Durante el último año y medio en América se ha estado hablando de un antes y un después de la caída del mercado de valores de noviembre de 2008, de una forma parecida a cómo se hablaba de la vida antes y después del 11S. ¿Cómo ves el crack y la situación actual del desempleo y los problemas económicos?

Creo que lo peor está por venir. Desgraciadamente, creo que esto es sólo el comienzo. De nuevo, es parecido a lo que pasó en Serbia, la clase media está desapareciendo y los ricos, se están haciendo más ricos. Es una nueva forma de feudalismo.

Tokyo

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