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Tina Modotti. Me considero fotógrafa y nada más

A partir de mañana día 28, se podrá ver la exposición de Tina Modotti dentro del recorrido oficial de PhotoEspaña 2015. En este texto de 1929, habla de su visión sobre la fotografía y de cómo ésta debe servir como documento histórico.

Tina Modotti, México

Tina Modotti. Campesinos mexicanos leyendo el periódico, 1928.

Sobre la fotografía

Tina Modotti

Siempre que se emplean las palabras “arte” o “artístico” en relación a mi trabajo fotográfico recibo una impresión desagradable, debida seguramente al mal uso y abuso que se hace de ellas.

Me considero una fotógrafa y nada más, y si mis fotografías se diferencian de lo generalmente producido en este campo, es que yo precisamente trato de producir no arte, sino fotografías honradas, sin trucos ni manipulaciones, mientras que la mayoría de los fotógrafos aún buscan los “efectos artísticos” o la imitación de otros medios de expresión gráfica, lo cual resulta un producto híbrido y no logra impartir a la obra que producen el rasgo más valioso que debería tener: LA CALIDAD FOTOGRÁFICA.

Mucho se ha discutido en estos últimos años sobre si la fotografía puede o no ser una obra de arte compartida con las demás creaciones plásticas. Naturalmente las opiniones varían entre unos que sí aceptan la fotografía como un medio de expresión igual a cualquier otro; y los otros, los miopes, que siguen mirando a este siglo veinte con ojos del siglo dieciocho y que, por lo tanto, son incapaces de aceptar las manifestaciones de nuestra civilización mecánica. Pero para nosotros, los que empleamos la cámara como una herramienta, o como el pintor emplea su pincel, no nos importan las opiniones adversas, tenemos la aprobación de las personas que reconocen el mérito de la fotografía en sus múltiples funciones y la aceptan como el medio más elocuente y directo de fijar o registrar la época presente.

Tampoco importa saber si la fotografía es o no arte; lo que sí importa es distinguir entre buena y mala fotografía. Y por buena se debe entender aquella que acepta todas las limitaciones inherentes a la técnica fotográfica y aprovecha todas las posibilidades y características que el medio ofrece; mientras que por mala fotografía se debe entender aquella que está hecha, se podría decir, con una especie de complejo de inferioridad, no apreciando lo que la fotografía tiene de suyo, de propio, y, en cambio, recurriendo a toda clase de imitaciones, dando estas obras la impresión de que el que las hace tiene casi vergüenza de hacer fotografías y trata de esconder todo lo que hay de fotográfico en su obra, sobreponiendo trucos y falsificaciones que sólo pueden agradar a los que tienen un gusto pervertido.

La fotografía, por el hecho mismo de que sólo puede ser producida en el presente y basándose en lo que existe objetivamente frente a la cámara, se impone como el medio más satisfactorio de registrar la vida objetiva en todas sus manifestaciones; de allí su valor documental, y si a esto se añade sensibilidad y comprensión de asunto, y sobre todo, una clara orientación del lugar que debe tomar en el campo del desenvolvimiento histórico, creo que el resultado es algo digno de ocupar un puesto en la producción social, a la cual todos debemos contribuir.

Introducción a la exposición de 1929 en la biblioteca Nacional de México.

Tina Modotti. Sobre la fotografía

Tina Modotti, manos sobre una pala, 1927.

Graciela Iturbide. La mujer ángel

Mujer Angel, Sonora Desert, 1979

Graciela Iturbide, Mujer Ángel, Desierto de Sonora, 1979

Hice esta foto en el desierto de Sonora, en México en 1979. Estaba haciendo un trabajo sobre el pueblo Seri para el archivo etnográfico del Instituto Nacional Indigenista. Estuve en Punta Chueca, cerca de la frontera con Arizona, durante mes y medio.

Los Seris son antiguos nómadas. Para mí esta fotografía representa la transición entre su método tradicional de vida y la forma en el que el capitalismo lo había cambiado. (…) Me gustaba el hecho de que fueran autónomos y no hubiesen perdido sus tradiciones, pero al mismo tiempo tomaban lo que necesitaban de la cultura americana.

En este día en particular, fui con un grupo a una cueva en donde había pinturas indígenas. Tomé la fotografía de esta mujer durante el camino. Yo la llamo la mujer ángel , porque parece como si pudiera volar sobre el desierto. Estaba cargando con una radio, que los Seris consiguieron de los americanos a cambio de artesanías, como cestas y esculturas, para escuchar música mexicana.

Cuando regresé de Punta Chueca, revelé la película y vi la hoja de contactos, no me percaté de esta fotografía. Después, mi editor vino a verme y me preguntó sobre ella. No recordaba haberla tomado, lo que no es algo que me ocurra normalmente, siempre sé lo que he fotografiado. Esto la hace mi fotografía favorita, un regalo sorpresa del desierto.

Graciela Iturbide

The Guardian, my best shot

Entrevista a Ken Kitano

Ken Kitano es un fotógrafo japonés nacido en Tokyo en 1968. Sus fotografías se caracterizan por ser el resultado de múltiples exposiciones. Esto es lo que dice Ken sobre la fotografía:

Me interesa el potencial que tiene la fotografía para hacer que las personas experimenten otros mundos (lejanos a su realidad). Cómo, por ejemplo, al ver fotos antiguas podemos situarnos inmediatamente en la escena. Si la fotografía puede contribuir un poco más a que los humanos tengamos ese sentimiento solidario de «estar ahí» -lo que yo llamo «empatía espontánea» hacia otros y hacia el mundo-, es una buena razón para su existencia […]

34 personas atendiendo al oficio religioso en la mezquita de Dhaka, Bangladesh, 2009.

Retrato de 34 personas atendiendo al oficio religioso en la mezquita de Dhaka, Bangladesh, 2008.

¿En qué momento decides fotografiar?

Cuando estaba en el instituto; tenía 14 o 15 años. Mi hermano me recomendó comprar una cámara, pero yo no estaba interesado en las cámaras, simplemente me interesaba la fotografía. Después, comencé a ir a la biblioteca, donde encontré libros muy buenos de algunos fotógrafos importantes como: Ikko Narahara, Eiko Hosoe, Daido Moriyama, Ken Domon, Berenice Abbott, Duane Michals, … Ahí fue cuando decidí coger una cámara y fotografiar.

Poca gente habla de tu proyecto México. En los años 90 viajas allí y fotografías las pinturas murales de algunos de los máximos exponentes del muralismo mexicano como Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. ¿Por qué éstas fotografías de murales?

Me fui a fotografiar los murales porque siempre habían sido un referente para mí. Mi trabajo está muy influenciado por la pintura mural mexicana de los años 20: Diego Rivera, Jose Clemente Orozco, … Ellos reflejaban el paso de muchísima gente en una sola imagen. Yo hago lo mismo.

En City Flow and Fusion la multitud se convierte en un rastro de luz, cada individuo pierde un poco su identidad y acaba disolviéndose en el todo. En Our Face, superpones negativos formando una imagen única en la que el individuo resultante es la suma de muchos. ¿Crees que en el mundo actual es difícil que cada individuo conserve su singularidad?

Para mí es más importante presentar el «todo» que hay en nosotros que mostrar las diferencias entre individuos. Mi objetivo no es mostrar la singularidad de cada individuo sino descubrir el valor de la existencia como un todo. 

mexico

De la serie México, depuradora del río Lerma, Ciudad de México. Diego Rivera.

¿Puedes contarnos un poco cómo es tu trabajo en el laboratorio?

El trabajo en el laboratorio es muy minucioso, no puedes permitirte ningún error. El proceso de producción de Our Face fue muy largo, implicaba proyectar negativos sobre papel, uno a uno.

En mi estudio de Tokyo, sólo puedo trabajar con papel fotográfico de 27 x 35 cm. Pero en 2009 el director del Three Shadows Photography Art Centre en Beijing me ofreció su ayuda para producir Our Face. Es uno de los pocos centros en el mundo equipados para la producción desde negativo a gran formato. Los formatos de impresión resultantes fueron de 142 x 178 cm.

Por la mañana hacía pruebas de todos los negativos en papeles pequeños, probaba diferentes tiempos y contrastes y hacía algunas proyecciones contra la pared. Después de comer hacía la copia definitiva. Pegaba el papel fotográfico a una especie de caballete de aluminio, lo cubría con una cortina blackout y después proyectaba el negativo sobre él. Después, con la ayuda de otras tres personas, ajustábamos el caballete y la ampliadora hasta que coincidieran con nuestras marcas. Una vez que lo teníamos todo colocado, quitábamos la cortina blackout y proyectábamos el negativo. Después volvíamos a cubrirlo con la cortina, y así una y otra vez, en la oscuridad. Al principio tuvimos algunos fallos, pero durante la segunda semana de producción ya teníamos el retrato de la geisha acabado.

Sigues trabajando en analógico a pesar de que cada vez más fotógrafos optan por el digital. ¿Cómo crees que serían tus resultados fotográficos si trabajaras en digital?

Llevo fotografiando desde los años 80 así que estoy muy acostumbrado a trabajar con las sales de plata. Prefiero trabajar en analógico a depender de los ordenadores. Sin embargo, pienso que la tecnología digital tiene posibilidades. En un futuro, intentaré hacer algún proyecto en digital, ¡veremos cómo queda! 

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De la serie City Flow and Fusion. Tokyo, 1990.

Our face es un proyecto abierto, en constante expansión; ¿cuándo tienes pensado empezar con los otros continentes?

Ya he terminado de fotografiar en Asia. Ahora estoy preparando el libro Our face: Asia, que lo publicará en Japón la editorial Seigensha Co. en marzo. Este año voy a empezar a hacer las fotografías de Norteamérica. Después iré a Sudamérica y América central, y acabaré en Europa y África. Algún día espero tener material suficiente que nos permita visualizar la forma en la que todos estamos relacionados en este mundo.

¿Tienes algún fotógrafo de referencia?

Tengo mucho respeto por Ikko Narahara, un antiguo fotógrafo japonés de la misma generación que la artista Tomoko Sawada. Ella también hace retratos. También me gusta mucho Hiroshi Yamazaki, cuyas obras también tratan del tiempo y el espacio.

¿Qué piensas de la fotografía asiática actual?

Creo que el panorama fotográfico asiático actual es muy activo. He formado parte de algunas exposiciones en India, Hong Kong y la mayor parte de China, y en todas ellas he tenido respuestas muy activas y favorables.

En Japón siempre ha habido mucha actividad y muchos movimientos fotográficos, mientras que otras partes de Asia que antes estaban «dormidas» han experimentado un gran desarrollo de la fotografía en los últimos 10 años. Tengo curiosidad por ver a dónde nos llevarán todos estos avances.

Retrato de 30 geikos y maikos bailando el Special Kyo Dance, Kyoto, 2003.

Retrato de 30 geikos y maikos bailando el Special Kyo Dance, Kyoto, 2003.

Retrospectiva de Alex Webb en el Centro de Arte de Alcobendas

«El color en la fotografía tiene un componente social»

Alex Webb, fotógrafo. Referente de la agencia Magnum, expone 30 años de trabajo

Entre «fascinado» y «horrorizado». Así se quedó el fotógrafo Alex Webb (San Francisco, 1952) cuando leyó Los comediantes hacia 1975. Ambientada en Haití, en los tiempos más salvajes de la dictadura de François Papa Doc Duvalier, la novela de Graham Greene le marcó por su paradójica mezcla de violencia salvaje y alegre colorido. Hasta el punto de que su lectura le llevó a tomar una decisión que marcó su carrera: se pasó al color y no volvió a hacer fotos en blanco y negro.

Hasta entonces había fotografiado los parajes y gentes de Nueva Inglaterra, «una reserva emocional donde todo ocurre cuando las puertas de las casas se cierran». Su salto al color tuvo algo de gesto revolucionario. Webb, uno de los fotógrafos de referencia de Magnum, venía de la tradición de la fotografía documental en blanco y negro. Su búsqueda del color en países como Haití, Cuba o México abriría el género a territorios coloridos poco transitados hasta entonces. Todo esto y mucho más puede verse en Alex Webb: Selecciones 1975-2004, retrospectiva de la obra del fotógrafo estadounidense que alberga el Centro de Arte de Alcobendas.

«Hacia 1975 me di cuenta de que mis retratos en blanco y negro de Nueva Inglaterra eran demasiado estáticos. Tras leer Los comediantes viajé a Haití, Jamaica y México. Allí descubrí que el color no era sólo una luz, sino que reflejaba una cultura. El color tenía un componente social», aclara. Los colores, en efecto, no son inocentes. Webb, afincado en Nueva York, asegura que en Times Square también hay colores. Pero se trata de colores «comerciales», cuya función es «vender» cosas.

Webb está obsesionado con los colores. Pese a que «nunca debes decir nunca jamás», descarta regresar al blanco y negro. Por motivos, se podría decir, fisiológicos. «Mis sensaciones con el blanco y negro surgen de la cabeza, mientras que las que tengo con el color provienen del estómago. Son sentimientos completamente diferentes».

El fotógrafo, que estudió Historia y Literatura, no cree que la fotografía posea la capacidad de la novela para contar una historia. Sus imágenes se mueven en el terreno de la «sugerencia» y la «ambigüedad». «Contar una historia no es el término adecuado para describir lo que hace la fotografía con la realidad. Una fotografía vendría a ser la imagen de un poema». Pero sería un error decir que las fotografías de Webb, protagonizadas por personajes que se cruzan y no tienen que ver entre sí, no cuentan cosas. La comisaria Lola Garrido cree que su «lenguaje narrativo» es como una «novela visual». Con todo, Webb lo tiene claro: una fotografía no debe «dar respuestas» sino «hacer preguntas».

Público.