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Entrevista a Ken Kitano

Ken Kitano es un fotógrafo japonés nacido en Tokyo en 1968. Sus fotografías se caracterizan por ser el resultado de múltiples exposiciones. Esto es lo que dice Ken sobre la fotografía:

Me interesa el potencial que tiene la fotografía para hacer que las personas experimenten otros mundos (lejanos a su realidad). Cómo, por ejemplo, al ver fotos antiguas podemos situarnos inmediatamente en la escena. Si la fotografía puede contribuir un poco más a que los humanos tengamos ese sentimiento solidario de «estar ahí» -lo que yo llamo «empatía espontánea» hacia otros y hacia el mundo-, es una buena razón para su existencia […]

34 personas atendiendo al oficio religioso en la mezquita de Dhaka, Bangladesh, 2009.

Retrato de 34 personas atendiendo al oficio religioso en la mezquita de Dhaka, Bangladesh, 2008.

¿En qué momento decides fotografiar?

Cuando estaba en el instituto; tenía 14 o 15 años. Mi hermano me recomendó comprar una cámara, pero yo no estaba interesado en las cámaras, simplemente me interesaba la fotografía. Después, comencé a ir a la biblioteca, donde encontré libros muy buenos de algunos fotógrafos importantes como: Ikko Narahara, Eiko Hosoe, Daido Moriyama, Ken Domon, Berenice Abbott, Duane Michals, … Ahí fue cuando decidí coger una cámara y fotografiar.

Poca gente habla de tu proyecto México. En los años 90 viajas allí y fotografías las pinturas murales de algunos de los máximos exponentes del muralismo mexicano como Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. ¿Por qué éstas fotografías de murales?

Me fui a fotografiar los murales porque siempre habían sido un referente para mí. Mi trabajo está muy influenciado por la pintura mural mexicana de los años 20: Diego Rivera, Jose Clemente Orozco, … Ellos reflejaban el paso de muchísima gente en una sola imagen. Yo hago lo mismo.

En City Flow and Fusion la multitud se convierte en un rastro de luz, cada individuo pierde un poco su identidad y acaba disolviéndose en el todo. En Our Face, superpones negativos formando una imagen única en la que el individuo resultante es la suma de muchos. ¿Crees que en el mundo actual es difícil que cada individuo conserve su singularidad?

Para mí es más importante presentar el «todo» que hay en nosotros que mostrar las diferencias entre individuos. Mi objetivo no es mostrar la singularidad de cada individuo sino descubrir el valor de la existencia como un todo. 

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De la serie México, depuradora del río Lerma, Ciudad de México. Diego Rivera.

¿Puedes contarnos un poco cómo es tu trabajo en el laboratorio?

El trabajo en el laboratorio es muy minucioso, no puedes permitirte ningún error. El proceso de producción de Our Face fue muy largo, implicaba proyectar negativos sobre papel, uno a uno.

En mi estudio de Tokyo, sólo puedo trabajar con papel fotográfico de 27 x 35 cm. Pero en 2009 el director del Three Shadows Photography Art Centre en Beijing me ofreció su ayuda para producir Our Face. Es uno de los pocos centros en el mundo equipados para la producción desde negativo a gran formato. Los formatos de impresión resultantes fueron de 142 x 178 cm.

Por la mañana hacía pruebas de todos los negativos en papeles pequeños, probaba diferentes tiempos y contrastes y hacía algunas proyecciones contra la pared. Después de comer hacía la copia definitiva. Pegaba el papel fotográfico a una especie de caballete de aluminio, lo cubría con una cortina blackout y después proyectaba el negativo sobre él. Después, con la ayuda de otras tres personas, ajustábamos el caballete y la ampliadora hasta que coincidieran con nuestras marcas. Una vez que lo teníamos todo colocado, quitábamos la cortina blackout y proyectábamos el negativo. Después volvíamos a cubrirlo con la cortina, y así una y otra vez, en la oscuridad. Al principio tuvimos algunos fallos, pero durante la segunda semana de producción ya teníamos el retrato de la geisha acabado.

Sigues trabajando en analógico a pesar de que cada vez más fotógrafos optan por el digital. ¿Cómo crees que serían tus resultados fotográficos si trabajaras en digital?

Llevo fotografiando desde los años 80 así que estoy muy acostumbrado a trabajar con las sales de plata. Prefiero trabajar en analógico a depender de los ordenadores. Sin embargo, pienso que la tecnología digital tiene posibilidades. En un futuro, intentaré hacer algún proyecto en digital, ¡veremos cómo queda! 

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De la serie City Flow and Fusion. Tokyo, 1990.

Our face es un proyecto abierto, en constante expansión; ¿cuándo tienes pensado empezar con los otros continentes?

Ya he terminado de fotografiar en Asia. Ahora estoy preparando el libro Our face: Asia, que lo publicará en Japón la editorial Seigensha Co. en marzo. Este año voy a empezar a hacer las fotografías de Norteamérica. Después iré a Sudamérica y América central, y acabaré en Europa y África. Algún día espero tener material suficiente que nos permita visualizar la forma en la que todos estamos relacionados en este mundo.

¿Tienes algún fotógrafo de referencia?

Tengo mucho respeto por Ikko Narahara, un antiguo fotógrafo japonés de la misma generación que la artista Tomoko Sawada. Ella también hace retratos. También me gusta mucho Hiroshi Yamazaki, cuyas obras también tratan del tiempo y el espacio.

¿Qué piensas de la fotografía asiática actual?

Creo que el panorama fotográfico asiático actual es muy activo. He formado parte de algunas exposiciones en India, Hong Kong y la mayor parte de China, y en todas ellas he tenido respuestas muy activas y favorables.

En Japón siempre ha habido mucha actividad y muchos movimientos fotográficos, mientras que otras partes de Asia que antes estaban «dormidas» han experimentado un gran desarrollo de la fotografía en los últimos 10 años. Tengo curiosidad por ver a dónde nos llevarán todos estos avances.

Retrato de 30 geikos y maikos bailando el Special Kyo Dance, Kyoto, 2003.

Retrato de 30 geikos y maikos bailando el Special Kyo Dance, Kyoto, 2003.

Eugène Atget. En poder del viejo París

Eugène Atget por Berenice Abbott.

Atget no fue un esteta. Era una pasión dominante lo que le empujaba a registrar la vida. Con la lente maravillosa del sueño y la sorpresa, “fue” (es decir, fotografió) prácticamente todo lo que le rodeaba dentro y fuera de París, con visión de poeta. Como artista, veía en abstracto y yo creo que consiguió hacernos sentir lo que veía. Fotografiar, registrar la vida, dominar sus temas, fue tan esencial para él como lo era escribir para James Joyce o volar para Lindbergh…

Se ponía en pie con el alba y, después de estudiar la luz, partía, diríase que en dirección a todas partes. Su instinto le llevaba a sitios muy extraños, donde aparentemente no había nada de interés. (…) Yo tuve el honor de fotografiarle poco antes de su muerte; no llegó a ver el resultado. Murió en agosto de 1927. Y yo creo que con su misión cumplida.

Berenice Abbott, 1929

Eugene Atget Paris

Eugene Atget, Los muelles del Sena en invierno, París, 1923.

Era un hombre viejo, con cara de actor cansado. Trabajaba rodeado de una cantidad fabulosa de documentos, placas, pruebas, álbumes, libros. Pero ¡qué documentos! Durante 30 años, Atget ha fotografiado todo París, con la maravillosa intención de hacer soñar y sorprender. Éstos no son los álbumes que un artista deja a las librerías, sino la visión que un poeta lega a los poetas. Sin ceder nunca a lo pintoresco o lo meramente anecdótico, Eugène Atget ha enfocado a la vida (…) Lo ha visto todo con una mirada que merece los epítetos de sensible y moderna. Su espíritu era de la misma raza que Henri Rousseau, el Aduanero, y su perspectiva del mundo, determinada por un medio aparentemente mecánico, es también la visión de su alma…

Robert Desnos, 1927

Eugene Atget Paris

Euegene Atget, Parque Delessert, París, 1914.

La ciudad muere. Se dispersan sus cenizas. Pero la capital soñada que creo Atget alza sus baluartes inexpugnables bajo un cielo de gelatina. El laberinto de calles sigue su curso como un río. Y los cruces siempre se prestan a citas patéticas.

Robert Desnos, 1927

Eugene Atget París

Eugene Atget, Merendero, Porte de Ménilmontant, París, hacia 1910.

Hasta su muerte, treinta años después, cultivó de forma callada su oficio.  A un observador superficial le habría podido parecer el típico fotógrafo comercial de la época. No era avanzado; trabajaba pacientemente con técnicas que cuando las adoptó eran obsoletas, y cuando murió anacrónicas. Era poco dado a experimentar en el sentido habitual de la palabra, y menos a teorizar. No fundó ningún movimiento ni atrajo en torno a sí ningún círculo. Pero hizo fotografías que en cuanto a pureza e intensidad de la visión no han sido superadas.

John Szarkowski, 1973.

Eugene Atget París

Eugene Atget, cantante callejera y organillero, París, 1898.

Durante más de veinte años he recopilado, con mi trabajo y mi iniciativa individual, en todas las viejas calles del viejo París, fotografías, en formato 18 x 24, documentos artísticos de la hermosa arquitectura de los siglos que van del XVI al XIX: antiguos palacetes, mansiones históricas o curiosas, hermosas fachadas, hermosas puertas, hermosas carpinterías, aldabas, viejas fuentes, escaleras de estilos definidos (de madera y hierro forjado), los interiores de todas las iglesias de París, etc.

Esta enorme colección, artística y documental, está hoy en día concluída. Puedo decir que tengo en mi poder todo el viejo París.

Encaminado ya hacia los 70 años sin tener para después de mis días heredero ni sucesor, me inquieta y me atormenta el futuro de esta hermosa colección de fotografías, que puede caer en manos que no conozcan su valor y acabar desapareciendo sin beneficio de nadie.

Extracto de una carta dirigida a Paul Leon, director de Bellas Artes el 12 de noviembre de 1920.

Eugene Atget, París

Eugene Atget, tranavía, Estación de Orleans, París, 1903.

Las citas están sacadas de la exposición de la Fundación Mapfre, que no os podéis perder.

Citas (de y sobre) Eugène Atget

Eugène Atget por Berenice Abbott.

Atget no fue un esteta. Era una pasión dominante lo que le empujaba a registrar la vida. Con la lente maravillosa del sueño y la sorpresa, “fue” (es decir, fotografió) prácticamente todo lo que le rodeaba dentro y fuera de París, con visión de poeta. Como artista, veía en abstracto y yo creo que consiguió hacernos sentir lo que veía. Fotografiar, registrar la vida, dominar sus temas, fue tan esencial para él como lo era escribir para James Joyce o volar para Lindbergh…

Se ponía en pie con el alba y, después de estudiar la luz, partía, diríase que en dirección a todas partes. Su instinto le llevaba a sitios muy extraños, donde aparentemente no había nada de interés. (…) Yo tuve el honor de fotografiarle poco antes de su muerte; no llegó a ver el resultado. Murió en agosto de 1927. Y yo creo que con su misión cumplida.

Berenice Abbott, 1929

Era un hombre viejo, con cara de actor cansado. Trabajaba rodeado de una cantidad fabulosa de documentos, placas, pruebas, álbumes, libros. Pero ¡qué documentos! Durante 30 años, Atget ha fotografiado todo París, con la maravillosa intención de hacer soñar y sorprender. Estos no son los álbumes que un artista deja a las librerías, sino la visión que un poeta lega a los poetas. Sin ceder nunca a lo pintoresco o lo meramente anecdótico, Eugène Atget ha enfocado a la vida (…) Lo ha visto todo con una mirada que merece los epítetos de sensible y moderna. Su espíritu era de la misma raza que Henri Rousseau, el Aduanero, y su perspectiva del mundo, determinada por un medio aparentemente mecánico, es también la visión de su alma…

La ciudad muere. Se dispersan sus cenizas. Pero la capital soñada que creo Atget alza sus baluartes inexpugnables bajo un cielo de gelatina. El laberinto de calles sigue su curso como un río. Y los cruces siempre se prestan a citas patéticas.

Robert Desnos, 1927


Durante más de veinte años he recopilado, con mi trabajo y mi iniciativa individual, en todas las viejas calles del viejo París, fotografías, en formato 18 x 24, documentos artísticos de la hermosa arquitectura de los siglos que van del XVI al XIX: antiguos palacetes, mansiones históricas o curiosas, hermosas fachadas, hermosas puertas, hermosas carpinterías, aldabas, viejas fuentes, escaleras de estilos definidos (de madera y hierro forjado), los interiores de todas las iglesias de París, etc.

Esta enorme colección, artística y documental, está hoy en día concluída. Puedo decir que tengo en mi poder todo el viejo París.

Encaminado ya hacia los 70 años sin tener para después de mis días heredero ni sucesor, me inquieta y me atormenta el futuro de esta hermosa colección de fotografías, que puede caer en manos que no conozcan su valor y acabar desapareciendo sin beneficio de nadie.

Extracto de una carta dirigida a Paul Leon, director de Bellas Artes el 12 de noviembre de 1920.

Las citas están sacadas de la exposición de la Fundación Mapfre, que no os podéis perder.

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