Nan Goldin habla sobre su último trabajo en el que retrata la infancia

Ya no fotografío adultos tanto como antes. No tengo hijos y psicológicamente la obsesión que tengo con ellos tiene bastante que ver con mis ganas de ser madre. Pero soy la madrina de los hijos de amigos por todo el mundo – en Berlín, Nueva York, Suecia e Italia. No recuerdo muy bien sobre lo que suponía ser una niña, así que quizás fotografiarlos me trae recuerdos. Son salvajes y mágicos, como llegados de otro planeta. Y todavía no están socialmente condicionados, así que pueden gritar y expresar sus sentimientos públicamente. A veces los envidio. Cuando estoy con un grupo de gente, los niños y yo nos miramos mutuamente y nos acabamos riendo de lo mismo sin mediar palabra.

He estado fotografiando niños desde principios de los ochenta y cada vez se ha ido convirtiendo en algo más importante. Veo un continuum en los hijos de mis amigos, algunos de los cuales han muerto. Es como esperar que mis amigos eduquen a un nueva especie de personas.

Los pases de diapositivas son el medio con el que mejor me expreso; son como películas que se pueden editar constantemente. Siempre van creciendo cuando los voy enseñando a lo largo de los años. Estas fotos son la segunda versión de un pase de diapositivas que expuse por primera vez en Atenas el año pasado. Las imágenes están editadas y sincronizadas con una banda sonora. La música era lo primero: todas las canciones las cantaban niños, excepto la primera que era sobre el embarazo.

Éste es uno de mis trabajos más optimistas: no se centra en la pérdida, la muerte o la oscuridad. En otros trabajos, he querido que la gente se desmayara, que vomitara o que llorara.También he querido tocarlos y hacerlos reír. Aquí no quiero que se mareen ni que vomiten, pero quiero sacar algo de esa nueva bruja puritana que caza a los niños y a su sexualidad. Todo el mundo ha salido del cuerpo de una mujer, y no debemos olvidarlo ni tenerle miedo. Me sorprende que haya tanta controversia sobre amamantar públicamente a un bebé, que se considere desagradable. O que sobre que los niños correteen desnudos, especialmente en Estados Unidos. Los niños no deberían asustarse de su propio cuerpo, es lo peor que puedes hacerle a un ser humano.

Algunas fotografías son recientes y otras de mi archivo. A todos los niños los conozco, mi sobrino, los gemelos de mi amiga Amanda, que he estado fotografiando desde 1989… Hay muchas fotos de Bruno, el chico con una carcomanía, que es el hijo de un amigo.  Hace poco encontré una nueva foto de él en la que aparece muy triste y realmente me conmueve.

En general, les encanta que les hagan fotos. Nunca preparo nada, cosa que a la gente le cuesta creer, pero es verdad. Simplemente dejo que los niños sean ellos mismos e intento averiguar quién son, y voy todo lo lejos que puedo. Me interesa cómo se identifican a sí mismos por el género. Creo que para ellos es algo fluido. Me atrae la melancolía que veo y cómo se refugian en su propio mundo. Me interesa la relación que tienen con sus padres – tanto si tienen una relación cercana como sentimientos encontrados. Hay una canción sobre un niño increíblemente cariñoso que no quiere que su madre se desnude: quiere cuidar de ella.

Me gustan los niños que se disfrazan. Probablemente mi fotografía favorita es la de mi hijastra Klara sobre una lata de pintura cantando envuelta en pañuelos. Siempre que iba a visitarlas, su hermana y ella se disfrazaban y hacían una actuación para mí.

El niño de camuflaje nació chica, pero decidió crecer como chico, después volvió a cambiar a los 15. La foto de la chica mirando a través de un agujero me recuerda mucho a mí misma, escondiéndome pero queriendo ver. El bebé en la almohada azul tenía como un año y cuando me miró sentí que sabía todo. Hay gente que dice que los niños saben todo y que la vida consiste en olvidar y quizás sea cierto. Saben algo que nosotros no sabemos porque acaban de salir del útero. Quería mostrar todo el desarrollo, así que he incluido bebés antes de que nacieran, como la de mi amiga embarazada riéndose en la bañera. Dio a luz aquella noche, cuando me fui y me gusta prensar que ese flash sacó al niño de su vientre.

No salgo con la cámara últimamente. No tengo la misma relación con ella. Nunca he considerado la fotografía como un arte elevado. Todo el mundo hace fotos, ahora hasta los teléfonos las hacen. Todo el tema digital me deprime mucho; mi proceso creativo ha desaparecido. Había un montón de cosas que podrían salir en la fotografía sin que lo supieras, cosas que no sabías que estaban ahí hasta que veías la fotografía; ahora todo es muy monótono. Y realmente nunca  me he considerado fotógrafa.

Creo que mi trabajo surge de una visión humanista del mundo, más que de una manipulación o versión teórica del arte. Trata de la gente y los lugares que amo, y eso me fascina.


Influencias: Cuando estaba empezando, John Cassavetes, Guy Bordin y August Sander. Ahora, Christer Stromholm y Anders Petersen.

Mejor consejo: No lo hagas. Hay demasiados fotógrafos. Intenta implicarte políticamente con algo que realmente importe.  Y a no ser que necesites hacer arte para seguir vivo, no lo hagas.

Momento culminante: Aprecio todo lo que va llegando y no sabía que vendrían más. Pero la retrospectiva en el Whitney, en 1996; el último libro que publiqué, The Beautiful Smile, y la exposición en el Louvre fueron momentos realmente culminantes.

Peor momento: Los últimos siete años, no he podido publicar un libro por un contrato y se me ha considerado una artista muerta.

El artículo original en inglés es de Guardian y aquí podéis ver más fotos.

A lo mejor también te interesa:

Nan Goldin habla sobre Cookie Mueller.

  1. No trackbacks yet.

¿Qué opinas?