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Lewis Carroll al otro lado del espejo. Brassaï

Han corrido ríos de tinta sobre la relación de Lewis Carroll con las niñas que fotografiaba y, más en concreto, con Alice Liddell, la niña en la que se inspiró para escribir Alicia en el País de las Maravillas. En este texto, el fotógrafo Brassaï habla de esta relación, pero sobre todo de la fotografía como medio para traspasar los límites.

Lewis Carroll al otro lado del espejo. Brassaï

Alicie Liddell por Lewis Carroll , primavera de 1860.

Al otro lado del Espejo

Brassai

Piensan algunos que a fotografía no era más que uno de los hobbies de Lewis Carroll. Estimo que era mucho más que esto e incluso que representó en su vida un papel primordial. Con ocasión de su primer contacto con la fotografía, la saludó como a una maravilla, «la nueva maravilla del mundo». Fue uno de los primeros en tomársela en serio, en ver en ella un medio de expresión digno de interés. Por otra parte, su universo repleto de trampas, espejismos, cambios de talla, guardaba una gran afinidad con a fotografía. Universo que de golpe se introduce en su casa, en el espacio irreal de la cámara oscura donde los rayos luminosos recrean al prolongarse las fugitivas e impalpables apariencias de la realidad. Revelar las imágenes latentes, captarlas, materializarlas, fijarlas para siempre es un prodigio de la fotografía que maravilla a Lewis Carroll, y que sólo la fuerza de la costumbre puede convertir en banal. Entre estas placas mutantes, transformadoras de una realidad evanescente y sus formas que adquieren nuestra vida, el autor de Alicia debía sentirse en su terreno: la muerte y la resurrección más allá de lo real, la detención del tiempo, la infinita prolongación del tiempo, la presencia de lo ausente, la ausencia de lo presente, todas estas paradojas vivió una y mil veces al hacer sus fotos.

Otra tarea que la fotografía asume en Carroll: la de válvula de escape de su vida amorosa frustrada. Nosotros los fotógrafos -para parafrasear a Carroll- somos una ralea de granujas, de mirones de ladrones. Estamos en todas partes allí donde no se nos desea; traicionamos secretos que no nos han sido confiados; espiamos sin vergüenza lo que no nos atañe y nos apropiamos de lo que no nos pertenece. Y, a la larga, nos encontramos haciendo de encubridores de toda la riqueza de un mundo que hemos asaltado. La fotografía es la que permite a este pastor tentado por el diablo exorcizar sus pensamientos impíos que, como confiesa, le perseguían sobre todo por la noche. Gracias a ella, la captación de la imagen podía sustituir a la posesión. «Era necesario -escribe André Bay, uno de sus mejores traductores y conocedores- que hiciera intervenir esta lente -la fotografía- entre la inaccesible jovencita y su sed de poseerla. Y así la tomaba a través de su objetivo».

Toda la vida amorosa de Lewis Carroll estuvo ligada a la fotografía, pasó por la fotografía. Para él la fotografía era el país de las maravillas, «el otro lado del espejo».

Brassaï, Rambouillet, 13 de marzo de 1970.

Lewis Carroll a través del espejo,. Brassaï

Alice Liddell por Lewis Carroll, Verano de 1858.

Fuente: Luna Córnea 3