‘Sé productivo y reabastece la Tierra’ de Sebastiao Salgado

El mundo está en peligro, tanto la naturaleza como la humanidad. Se ha oído tantas veces este grito de alarma que ahora es totalmente ignorado. Se organizan rutinariamente conferencias para debatir el calentamiento global, el desarrollo sostenible, el abastecimiento de agua, la desforestación, la pobreza endémica, la epidemia del SIDA, las necesidades de vivienda y otros aspectos de la crisis global. Pero la lucha diaria por la supervivencia de la mayor parte de la humanidad y la sed de confort y de riqueza de una minoría significa que, en la práctica, estos problemas fundamentales sólo se abordan superficialmente. Hemos perdido el contacto con la esencia de la vida en la tierra.

La idea moderna de que el ser humano y la naturaleza son dos cosas distintas es absurda. Nuestra relación con la naturaleza, con nosotros mismos, se ha roto. Como la especie más desarrollada, la humanidad puede tener una relación especial, a menudo dominante con la naturaleza pero eso no significa que no forme parte de ella. De hecho, no podemos sobrevivir sin ella. La rápida urbanización a la que hemos asistido desde el siglo pasado ha distanciado a la humanidad de cada animal y planta, de la esencia de la vida en sí misma. Vivimos en disonancia con los elementos que componen el universo, como si nosotros no hubiésemos aparecido del mismo modo, como si fuéramos únicamente seres racionales. Estamos despreciando las cualidades espirituales e instintivas que hasta ahora han garantizado nuestra supervivencia. Asumimos grandes riesgos cuando nos diatanciamos de las raíces de la naturaleza, raíces que en el pasado siempre nos hicieron sentir parte de un todo.

Sólo las generaciones más recientes han llegado a reconocer la posibilidad real de la destrucción de la naturaleza. Hoy, vivimos en un planeta que puede morir. Usamos energía nuclear en varios campos, en nuestra vida diaria y en programas científicos, pero realmente no llegamos a entender el riesgo que suponen los efectos secundarios de los residuos nucleares. Ya hemos acumulado una cantidad inabarcable de armas nucleares que pueden ser usadas tanto en la guerra como por terroristas. También estamos amenazados por un desastre medioambiental. Las granjas industriales y la cría de ganado a gran escala están usando técnicas que diezman los hábitats naturales, mientras que se intoxican la tierra y el agua por el uso excesivo de productos químicos. Se produce pensando únicamente en la comodidad y en lo que es fácil convertirse en objeto de comercio.Estamos dañando la estratosfera y destruyendo las últimas tierras de bosques tropicales con la reducción paralela de la fotosíntesis que nos garantiza nuestra supervivencia. Nuestra existencia está en peligro.

Todo es el trágico espejo de la situación actual de la humanidad. Se ha creado una riqueza inmensa gracias al trabajo de todo el mundo, pero está concentrada en las manos de muy poca gente, lo que siembra tensiones entre las sociedades acomodadas y  un puñado de países ricos y el resto del mundo. Producimos más comida que nunca y aún así millones de personas mueren de hambre. En las últimas décadas hemos sido testigos de los peores actos de genocidio de nuestra historia.

A lo largo del siglo XX, el crecimiento acelerado de la población y el desarrollo económico ha destruido los hábitats naturales de las zonas más templadas de hemisferio norte. Ahora, el foco de destrucción ha pasado a regiones tropicales muy diversas. Veinticinco regiones del mundo, donde están más de la mitad de las especies del planeta, han perdido un 90% de su hábitat natural; esta extraordinaria biodiversidad se enfrenta a su última batalla en menos del 1.4% de la superficie de la tierra.

Sólo en zonas salvajes la biodiversidad todavía prospera. (…)

Por ello, a pesar de todo el daño que ya hemos causado al medioambiente, todavía podemos encontrar en estas áreas salvajes, un mundo lleno de pureza e inocencia. En un intento de reconectar nuestra especie con el planeta, procuro explorar este mundo para documentar las caras sin mancha de la naturaleza y la humanidad: cómo es la naturaleza sin hombres ni mujeres, y cómo la humanidad y la naturaleza han coexistido mucho tiempo en lo que hoy llamamos equilibrio ecológico.

Este proyecto está pensado para volver a conectarnos al mundo tal y como era antes de que la humanidad lo alterase hasta resultar prácticamente irreconocible. Este proyecto es la continuación de la búsqueda fotográfica que ha guiado mis libros y exposiciones Other Americas, Sahel: L’Homme en Détresse, Workers and Migrations. En estos trabajos anteriores, no me centré específicamente en el entorno pero estaba constantemente enfrentándome al dramático deterioro de la relación del hombre con la naturaleza. Con frecuencia, la extrema pobreza y las migraciones son el resultado de la degradación y la contaminación de los recursos naturales.

También es un proyecto nacido de la iniciativa que mi mujer, Lélia Deluiz Wanick, y yo emprendimos para reforestar 1500 acres de tierra que poseemos en Brasil con las especies originales del Bosque Atlántico, una de las 25 “zonas calientes” del planeta. Desde el principio, la idea era crear un proyecto piloto que sirviera como modelo para reforestar las áreas arrasadas a lo largo de Brasil. También fundamos el Instituto Terra para dar educación medioambiental en municipios oficiales, profesores, granjeros y estudiantes. Ya hemos plantado medio millón de árboles, mientras que en nuestra escuela se ha graduado la primera generación de estudiantes. Creemos que Instituto Terra está demostrando que es posible dar marcha atrás al reloj y recuperar aquello que parecía perdido para siempre.

Concibo el proyecto como un camino potencial hacia el redescubrimiento de la humanidad de la naturaleza. Lo he llamado Génesis porque, en medida de lo posible, quiero volver al origen de nuestro planeta: al aire, al agua y fuego del que nacimos; a las especies que se han resistido a la domesticación y que todavía son salvajes; a las tribus remotas cuyo “primitivo” modo de vida se ha mantenido intocable con el paso del tiempo; y a los ejemplos supervivientes de los primeros poblados y asentamientos humanos. Este viaje representa una especie de antropología planetaria. También está pensado para proponer la conservación de este mundo aún no contaminado y, en la medida de lo posible, su expansión para que este desarrollo no sea proporcionalmente reducido por la destrucción.

Mis fotografías se dividirán en cuatro capítulos. Pero después habrá un viaje de exploración y descubrimiento, tengo una idea más clara de lo que quiero mirar de lo que me voy a encontrar.

Traducción del artículo publicado en Guardian.
Aquí tenéis la web del autor.
  1. Bajo mi punto de vista.. chochea.
    Está muy bien plantar árboles y conservar el planeta (quien no estará de acuerdo con eso), pero este neoprimitivismo y pseudoecologismo populista apocalíptico me pone de los nervios.

    • fer
    • 2 de noviembre de 2011

    Un fotógrafo como el a estas alturas puede permitirse el lujo de hacer lo que le apetezca. Y si lo que le apetece en su nuevo proyecto es transmitir un mensaje ecologista me parece digno de respeto, sobre todo cuando hay tanta pasión por medio.

  2. por dios, chochea!!!… plantar medio millon de arboles le parece a alguien una chochera…de punta deberian estar sus nervios ante tanta devastacion en el planeta, no ante un hombre comprometido con su trabajo y su ambiente… Salgado es fotografo luego de ser economista y estar tan comprometido con su trabajo que lo dejo cuando vio que sus fotografias podian impactar mas que sus informes, cuando trabajaba en el Banco Mundial. Le conoci en Caracas, y es una persona – y de los grandes fotografos-, de las mas humildes que he conocido en mi vida,y luego de ese encuentro, lo respeto aun mas de lo que lo respetaba al ver sus fotos. Poca gente tiene ese nivel de compromiso, y ojala hubiese mucho mas «concern people» en el planeta.

    • mercedes
    • 24 de enero de 2014

    no tengo la suerte de conocerlo como tú, Carlos, pero es obvio que la poca formación es poca formación, y no me refiero a la universitaria, si no a la Humana, por lo tanto la vida me ha enseñado sin ningún remordimiento a dejar de lado a aquellos a los que no hay que ofrecer las perlas. A pesar de ello, el mensaje tiene que seguir ofreciéndose en una concatenación de sensibilidades para que el ser humano no deje de ser «ser humano», que es el mensaje de Santiago.
    Lo acabo de «conocer», aun contradiciéndome, y se me cae la baba y me quito el sombrero ante su alma. Creo que es de las únicas personas que me hacen sentir culpable por haber abandono, a veces, mis ideales filantrópicos que no son nada fáciles de mantener.

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