Pie de foto: Los Rolling Stones por Annie Leibovitz
Seguimos con los especiales de aniversario, la tercera entrada más compartida de este año ha sido el Pie de foto de John Lennon y Yoko Ono comentado por Annie Leibovitz así que aquí os dejo la traducción del texto de su libro At Work en el que habla de su experiencia como fotógrafa oficial durante una gira de los Rolling Stones.
Cuando empecé a trabajar en Rolling Stone, no podíamos fotografiar una banda hasta que no venían a la ciudad. Apenas había viajado. Hice algunas fotos de los Rolling Stones cuando vinieron a San Francisco en 1971 y 1972 y recuerdo haber viajado a Los Ángeles cuando ensayaban. Tenía una ridícula idea de fotografiarlos en un coche, y mi amiga la escritora Eve Babitz me dijo que Tuesday Weld tenía un Cadillac dorado. Así que se lo pedimos prestado. Lo había hablado con Mick por teléfono y le parecía una buena idea. Probablemente estaba pensando en Elvis Presley o algo así. El grupo estaba ensayando en parking de Burbank y todos salieron para ver el coche. Dijeron que era un mal año. ‘Los coches son como el vino’, me explicó Mick, ‘hay años buenos y años malos’ y se fueron.
Truman Capote iba a escribir sobre la gira de 1972 para la revista y Jann me dijo que podía ir con ellos en dos o tres ciudades. Robert Frank estaba viajando con el grupo haciendo fotos de 16mm que más tarde se convertiría en Cocksucker Blues. El grupo se lo había encargado pero nunca salió a la luz supongo que por las escenas de drogas y sexo que grabó. Danny Seymour, amigo y asistente de Frank estaba bastante metido en eso. Murió misteriosamente mientras la película se editaba.
Estaba asombrada con Robert Frank. Aquí era un maestro. No podía creer que lo viera trabajando durante unos días. Un día cogió mi cámara, yo estaba aterrada, era como estar con Dios, la sostuvo y me dijo ‘no puedes hacer fotos de todo’. Fue un consejo reconfortante. Siempre te pierdes cosas. Le tienes apego a esa máquina, a su ritmo. Las cosas se mueven delante de ti y se supone que tienes que capturarlas, pero no siempre es posible. Aunque Robert Frank no parecía perderse nada. Era incansable. Nunca dejaba de trabajar.
Supongo que al grupo le gustaron algunas fotos de las que hice entonces y tres años más tardes me llamó Mick y me preguntó si me gustaría ser la fotógrafa de su gira. Mick es muy inteligente. Comprende que la documentación de una banda es importante. Como el presidente o la reina tienen un fotógrafo.
Mick me pidió que fuera su Cartier-Bresson. No sé a lo que se refería con eso. Creo que quería que fuera porque era joven y podía darle vidilla. Podría ser una combinación interesante. Por supuesto, había otros fotógrafos que estaban más involucrados con la música y más interesados en vivir la vida que vivían los músicos que yo. Por ejemplo, Jim Marshall. Pasaba mucho tiempo con los músicos. Eran amigos. Bob Seidemann había hecho la famosa foto de Janis Joplin desnuda llevando sólo collares y mostrando un pezón. Y también hizo la fotografía de la chica pelirroja desnuda, que parecía haber sido pintada por Boticelli, de la carátula del álbum Janis Joplin. Bob también hizo pósters para el Fillmore. David Gahr estuvo años fotografiando a músicos. Le encantaba la música. Estuvo en el Newport Folk Festival a principios de los sesenta y había fotografiado a Dylan, Springsteen y Miles Davis. Baron Wolman habia sido el director de fotografía de los comienzos de la revista Rolling Stone.
Yo admiraba a todos esos fotógrafos pero me resultaba difícil trabajar durante los conciertos. Nunca podías apartar la vista de la cámara y estabas a merced de la gente de iluminación que normalmente estaban drogados. Además, tenías que estar preparada que el público te aplastase. Al final del concierto siempre corrían hacia el escenario, así que si estabas delante, tenías que estar preparada. Dos canciones antes del final, metía todas mis cámaras menos una en la mochila y aseguraba las solapas y me la ataba alrededor de pecho. Al final, la ola de gente se dispersaba pero podías ser arrastrada muchos metros antes de que eso ocurriera. Recuerdo un concierto de Aretha Franklin en el que fui empujada prácticamente hasta el escenario. Tenías que dejar simplemente tu cuerpo suelto y no tratar de resistirte.
No obstante, le dije a Jann que quería irme de gira con los Rolling Stones y me dijo que no podía garantizarme que a la vuelta tuviera trabajo para mí pero pensé que era una oportunidad demasiado buena para dejarla pasar. Robert Frank había fotografiado a los Rolling Stones y ahora era mi turno.
El grupo estaba ensayando en un local de Andy Warhol en Montauk, al final de Long Island, así que me fue de la ciudad durante un mes, luego tuvieron el descanso y en junio comenzó la gira. Yo era muy ingenua, me llevé mis raquetas de tenis. Pensaba tomar clases de una ciudad a otra. No tenía ni idea en lo que me estaba metiendo. Me pagaban unos cuantos cientos de dólares a la semana y se suponía que debía hacer fotos publicitarias pero sólo fui capaz de hacer un par el primer día y nada más. Nunca más volví a estar despierta durante el día. Siempre estaba con el grupo.
En ese momento, pensaba que la forma de hacer las mejores fotos era convertirse en un camaleón. Convertirse en parte de lo que estaba ocurriendo de forma que nadie notase que estabas allí. Por supuesto fue increíblemente estúpido por mi parte elegir una situación así de la que formar parte. Hice todo lo que se suponía que había que hacer si vas de gira con los Rolling Stones. Fue la primera vez en mi vida que algo me sobrepasó.
Una gira de rock and roll es antinatural. Te mueves en el tiempo y el espacio demasiado rápido. La experiencia es extrema. Está la grandeza de las actuaciones y el aislamiento y la soledad que les sigue. La banda era como un grupo de chicos perdidos a los que salvó la música. Les dio la razón para existir. Cuando no estaban de gira, no pasaban mucho tiempo juntos. En la carretera, trabajaban. Mick y Keith no hablaban nunca. Se suponía que la guitarra de Keith tenía que amplificarse tan alto como la voz de Mick. Ambas se alcanzaban en una lucha romántica. Fue la primera vez en mi vida -y en aquél entonces ya llevaba cinco años trabajando en Rolling Stone– que veía cómo se hacía la música. Vi cómo se producía de manera natural. Los compases que oía en las habitaciones de los hoteles durante la gira fueron las canciones del próximo álbum, Memory Motel y Fool to Cry.
La fotografía que para mí fue emblemática de la gira de 1975 fue la de Mick en el ascensor. Era cuando se acercaba el final de la gira y no tenía los pies en el suelo. Estaba volando. Era el objeto más bonito. Como una mariposa. Etéreo. Después de tanto tiempo en la carretera, sus bailes eran muy sueltos. Era casi surrealista. Siempre estaba al tanto de dónde estaba Mick. Lo que puede parecer haber sido una molestia para él se convirtió en una fuente de consuelo. El saber que yo estaba por ahí cerca. Fue una relación de modelo/fotógrafo de tipo obsesivo. Recuerdo que me pidió que le dijera si quería que estuviese en un lugar específico del escenario en algún momento del concierto pero me pareció inabordable. No podía pensar en nada que pudiera hacer aparte de lo que ya hacía.
Al final de cada concierto había dos o tres bises planeados. Nada era improvisado. El grupo era más profesional de lo que había visto nunca. Llevaban un tiempo siéndolo. Siempre siempre se preocupaban por hacer una buena actuación, sin importarles el tamaño de la sala de conciertos. Después del último bis, cuando todo el mundo pensaba que saldrían de nuevo al escenario, salían pitando. Cada noche, Mick se echaba por la cabeza muchos cubos de agua y podía salir del escenario completamente mojado con el maquillaje de ojos completamente corrido. Se envolvía en toallas y se metía en el coche. Normalmente se iban directamente al avión pero la noche que lo fotografié en el ascensor pasábamos la noche en la ciudad. La fotografía estaba hecha subiendo a la habitación de Mick. Estábamos solos. Ambos estábamos igual de absortos. No por las drogas, sino por todo el viaje, la falta de sueño y el esfuerzo de los conciertos.
En esa gira, aprendí sobre fuerza. Sobre cómo la gente en el público puede perder el sentido de sí mismos y fundirse en una masa mecánica y frenética. Mick y Keith tienen un poder tremendo dentro y fuera del escenario. Podían entrar en una habitación como jóvenes dioses. Me di cuenta de que la proximidad de ellos me dio fuerza también. Algo así como una nueva condición. No tenía nada que ver con mi trabajo. Era fuerza por asociación.
Hice cientos de carretes durante esa gira. Sólo unas cuantas fotos se publicaron en Rolling Stone, pero no miré la mayoría hasta años después, cuando estaba organizando fotos para el libro y la exposición de mi trabajo desde 1970 a 1990. Incluí algunas de las fotografías e intenté transmitir lo duro que fue todo pero creo que no lo conseguí. Cuanto más lo intentaba, más románticas parecían las fotografías.
He estado en muchos autobuses de gira y en muchos conciertos, pero las mejores fotografías de músicos en el trabajo las he hecho durante la gira de los Rolling Stones. Probablemente haya pasado más tiempo con ellos que con cualquier otro tema que haya tratado. Para mí, la historia de las fotografías es la historia de cómo casi me perdí a mí misma y cómo volví y lo que significa estar sumamente implicada con el tema. Lo que me salvó fue tener la cámara junto a mí. Estaba allí para recordarme quién era y qué hacía. Me apartó de ellos.