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Hazle una pregunta a Enrique Meneses

Enrique Meneses es fotoperiodista, amante de África, continente que ha recorrido varias veces, la primera de ellas del Cairo al Cabo en busca de una chica que aparecía en una revista. Fue el primer periodista que subió a Sierra Maestra con Fidel Castro y el Che Guevara durante la revolución cubana. Ha fotografiado a personalidades como Martin Luther King, Salvador Dalí o Pablo Picasso. Aquí os dejo el documental de Cien Miradas de Enrique Meneses.

Tenéis una semana para hacerle vuestras preguntas. Ya sabéis que podéis dejarlas aquí, en Facebook o mandármelas al email reinatoresano@gmail.com.

Enrique Meneses Vs Gervasio Sánchez.

Gervasio, el san bernardo de los desaparecidos

Estábamos sentados junto al piano de cola de aquel comedor del Holiday Inn.  Era  un sábado cualquiera de julio de 1993, en Sarajevo sitiado. Una veintena de mesas, velas, ruidosos periodistas americanos en un par de mesas juntadas. Con ellos guapísimas chicas, casi todas estudiantas que dominaban el  inglés y que comían con los informadores más ricos de aquel salón lleno de periodistas. Nosotros también necesitábamos transporte e interpretes pero con otras tarifas. La comida servida procedía del mercado negro pero también guisqui que los americanos pedían a 100 dólares la botella .

Al fondo del comedor, un enorme cortinaje negro cubría lo que debió ser una fantástica vista, nunca supe qué se veía. Del otro lado del cortinon, los serbios. De espalda a ellos, en aquel comedor, Susan Sontag, con sus 60 años, a la que venía a dar un beso su hijo David Rieff, también periodista. En nuestra mesa redonda, Gervasio Sánchez, Alfonso Armada y yo además de un italiano que partía al día siguiente. Hablábamos de lo que hablan los periodistas en zona de guerra, de las ganas de terminar el trabajo, de lo que cada cual ha visto durante el día en tal o cual barrio de la ciudad. La visita al Hospital Kosovo para contar muertos y heridos, victimas de los francotiradores, charlar con  los cirujanos con mascarilla desgastada y casco de minero para iluminar la mesa de operaciones. “No tenemos anestesia. Lo que más hacemos es amputaciones de miembros. Están naciendo más niños que antes de la guerra”. El desafío de la vida ante la muerte, dije cuando supe el dato. “Y la falta de electricidad y televisión” me completó una joven enfermera.

Hablábamos  de nuestros recuerdos de otras zonas de conflicto. Mis jóvenes compañeros veían en mi veteranía una confirmación de que lo que hacíamos es la profesión más bella del mundo y, en algunos momentos, la más peligrosa. Cuando contaba a mis compañeros que yo fui el único periodista español del lado egipcio cuando Israel, Francia y Gran Bretaña atacaban por todos los frentes, en Octubre de 1956, no podían creer que ya había estado en la guerra del Canal de Súez, 37 años antes, cuando ninguno de ellos había nacido.

Yo había estado varios años siendo editor o con programas de radio y televisión alejado del riesgo. Yo era un desconocido en las facultades de Periodismo y Gervasio y Alfonso se escandalizaban. ¿Por qué deberían haber hablado de mi?  me preguntaba yo.Los criterios académicos y la realidad del periodismo son como el agua y el aceite. Mi reportaje de Fidel Castro y el Che en  Sierra Maestra les fascinaba y sentían vértigo al pensar que hacía cuatro décadas que yo había bajado de aquella montañas  de Cuba.

Nos despedimos prometiendo volver a encontrarnos en Madrid. Ser freelance no te permite aguantar demasiado en zona de guerra. Cien dólares diarios de hotel, cien de estudiante-interprete y otros cien del coche ,de otro universitario ,es mucho dinero cuando solo tienes la seguridad de que lo recuperarás si tu trabajo es satisfactorio. Mi acreditación era de “Tiempo” y acabé vendiéndoselo a “Diario 16″.  Pero vivir en la inseguridad, en esta profesión,  es vivir. Y aquel sábado, como si estuviésemos en una película de Fellini, con el ruido de fondo no tan lejano, de ametralladoras y morteros, apareció un pianista de frac, se sentó al piano y empezó a deleitarnos con Chopin y Strauss. Me sentí en pleno Imperio austro-húngaro. antes de que aquí, en Sarajevo, Gavrilo Princip asesinara al archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa, Sofía Chotek, y comenzase la Primera Guerra Mundial.

Desde aquel encuentro nuestro, Gervasio ha seguido un camino inédito en el mundo del periodismo y de la investigación: Se interesó por los “después” de las guerras. ¿Que había sido de aquella mujer que  perdió a su hijo en la masacre del Mercado de Sarajevo? ¿Se habría casado aquella muchacha que lloraba junto al novio herido? Buscar la Historia del después es, a veces, reconfortante ver cómo el ser humano caído se levanta y anda, con ortopedia o simples muletas, pero anda. Y los desaparecidos de Argentina, Chile, Colombia, Laos, Irak aparecen en modestas fotos que sujetan sus deudos con paciencia de siglos.

Ahora en España la gente puede ver y escuchar en exposiciones y conferencias, lo que es la misión de Gervasio, este buen samaritano, este perro San Bernardo que pacientemente reconstruye vidas e intenta minorar el dolor de las víctimas de la guerra. Al  senequismo cordobés unió Gervas la tozudez maña tras su matrimonio con Carmen “Choco” y tener a Diego al que ha educado llevándolo a los campos de batalla de Sierra Leona, Laos, Sarajevo, Kosovo o Tinduf,  para enseñarle el daño que han hecho, después de las guerras, las bombas de racimo, esas pequeñas pelotas de golf de  colores vivos y que salen por millares de las bombas portadoras.  Termina la contienda y esas pelotitas  siguen segando miembros de niños que las encuentran y quieren jugar con ellas, los campesinos arando sus campos. Para ellos la guerra no termina nunca.

El hombre que más ha hecho porque se prohibiese la fabricación y venta de esas armas, ha sido “Gerva”, el periodista que documenta y hace visibles los familiares que tienen desaparecidos, el mismo que lucha contra el empleo de niños y niñas como soldados en las guerras africanas. Gervasio Sánchez tiene un Seminario de Periodismo Humano en Albarracín, todos los otoños. Estuve en el de 2001 y ahora al cumplirse 10 años de estos encuentros veteranos y novatos.. Se han presentado 300 jóvenes periodistas y otros 60 fueron rechazados porque Albarracín tiene 1.300 habitantes y no puede alojar a más de 300.

De vez en cuando, hojeo los magníficos libros de Gervas, publicados por Blume, mientras escucho las czardas de Monti al piano y recuerdo aquel sábado mágico de julio de 1993, hace ya… ¡17 años!

Blog de Enrique Meneses.

«Oxígeno para vivir», el documental de Enrique Meneses.

Enrique Meneses por Mokhtar Atitar

Enrique Meneses, una vida de periodismo y aventura

El documental ‘Oxígeno para vivir. De la generación Mágnum a la generación 2.0’ hace balance del periodismo a través del trabajo de un insustituible testigo del siglo XX

«Yo siempre digo que tengo sangre de tinta… y un poco de güisqui». Con esta frase y con algo menos, por no decir nada, de alcohol, comienza Oxígeno para vivir. De la generación Mágnum a la generación 2.0 , el documental que ideó la periodista Georgina Cisquella con la ayuda del realizador Renato San Juan para «hacer memoria del periodismo de los últimos 50 años» a través de la carrera y la vida cotidiana del fotorreportero Enrique Meneses (Madrid, 1929).

El día de la muerte de Manolote en 1947, cuando ni siquiera había cumplido la mayoría de edad, Meneses escribió su primera noticia. Desde entonces no ha parado. «Yo sigo trabajando, no he dejado de escribir ni un día desde que tenía 15 años», cuenta en el salón de su casa de Madrid, sentado en su sillón de orejas, delante del ordenador, al lado de la televisión y con un móvil de última generación cerca. Porque desde hace siete años Meneses ha redoblado su contacto con la realidad a través de su blog y de las redes sociales. Pero para llegar a hasta este escritorio se crió primero por el mundo en busca de historias.

«Es la mejor representación del periodista que ha sabido adaptarse a los cambios tecnológicos asumiendo que el oficio sigue siendo el mismo», señala Georgina Cisquella. «Lo que más me fascinó cuando descubrí a Enrique fue su optimismo histórico y vital, su increíble memoria y lo más valioso para este trabajo, su capacidad para usar lo que ha vivido en el pasado para reflexionar sobre el presente».

Paul Newman por Enrique Meneses.

La periodista Rosa Jiménez Cano entra en el salón. «¿Qué te parece el nuevo Paris-Match?». «Es una mierda, se ha convertido en la revista Hola«. Hace más de medio siglo, la revista francesa mostraba las fotografías de Meneses en Sierra Maestra. La portada era la imagen de un rebelde empuñando un arma «solo importante para la publicación por el secuestro del piloto de carreras Fangio». Días después, aquel barbudo pasó a ser Fidel Castro, el líder de la Revolución Cubana al que Meneses siguió en su conquista de La Habana. 

El periodista se para ante una fotografía del Ché Guevara en la entrada de su casa. «Es un vintage sacado del original que Korda me dedicó en una visita a España». Una de las cientos de reliquias que acumula en su casa apiladas cerca de la chimenea, desbordando los estantes o poblando la pequeña biblioteca que hay pegada al salón. En un rimero de libros aparece el que su hija Bárbara escribió a los 15 años sobre su viaje por África. «Salí de Madrid con un equipo y siete millones de pesetas que me dio TVE para pagar la expedicion y así viajar por el continente con mis hijas Bárbara y Anne Isdabelle». En total 20.000 kilómetros, 112 días, una travesía de 11 países.

Variadas son las situaciones preñadas de historias en las que se ha visto Meneses: Sentado frente a Farah Diba, («la entrevisté en francés y al Sha en inglés, cada uno había recibido una educación»); hablando con el hijo de Martin Luther King («El día del discurso me acerqué a una mujer que lloraba. En 85 años nadie la había llamado señora y aquel día, un hombre blanco la empujó y se excusó diciéndola madam. Sus lágrimas me sirvieron para titular una pieza que luego mis jefes cambiaron»); corriendo por la avenida de los francotiradores en Sarajevo con el que el llama su redescubridor, Gervasio Sánchez.

El fotoperiodista aragonés es otro de los personajes que acompaña a Meneses en el documental. «Elegimos a periodistas como Manu Leguineche, Rosa María Calaf, Amalia Sanpedro y Gerardo Olivares no solo porque habían compartido parte de su vida con Enrique, sino porque la idea era crear un debate sobre el periodismo», explica Cisquella.

El oxígeno

Y entre memoria y memoria, el día a día. El oxígeno para vivir por culpa de un cáncer de pulmón del que ya «solo queda un centímetro». Las comidas preparadas, «alta cocina fácil de hacer». El cepillo en forma de hipopótamo rosa que guarda de cuando su hija era pequeña y que ahora usa para limpiar la cuchilla de afeitar.

Y los premios. Los reconocimientos a una vida dedicada al periodismo que su hija Bárbara le reprocha en una charla en Antequera. «Eres una emisora de radio que emite en una sola frecuencia. Siempre tratas de imponer tu visión del mundo», dice ella. En ese momento, se congelan los recuerdos. «Me puse muy triste. Georgina me dijo que si quería cortaría esta conversación, pero llevo toda mi vida defendiendo la libertad de expresión, no voy a censurar nada con 81 años».

El País.

Manifestación frente al obelisco en Washington D.C.

Os recuerdo que lo entrevistaremos en el mes de Marzo y podréis mandarle las preguntas que os parezcan. Aquí podéis ver un fregmento del documental.

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