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Pie de foto: ‘Falling man’ de Richard Drew

Un hombre, en un salto acrobático, está cayendo. Parece muy tranquilo yendo de cabeza hacia la muerte. ¿Qué pasaría por mente?

Magdalena Herrera, Directora de fotografía de GEO Magazine.

(…) No he contado cuánta gente fotografié ese día tirándose del edificio. Creo que hay unas 7 u 8 fotos de la secuencia de Falling man. Vestía una cazadora blanca y se puede ver una camiseta naranja debajo. No tengo la necesidad de saber quién era. Si hay gente que quiera averiguar quién era, me parece bien, pero para mí nunca fue una prioridad.

Creo que la gente se siente atracción y, al mismo tiempo, repulsión porque se imaginan a sí mismos en esa situación. Para mí es un momento muy tranquilo. No es una foto violenta en ningún aspecto. Creo que alguna gente siente rechazo por ella porque podría ser su destino. Pero esta fotografía no forma parte de la muerte de ese hombre, sino parte de su vida. (…)

No me obsesiona. Sólo me llama la atención que la gente aún quiera hablar de ella. A lo mejor en estos diez años han salido otras imágenes que no siguen impactando tanto después de una década. Me abruma que haya gente que la considere una imagen tan icónica y que formará parte de mi legado fotográfico. (…) Nunca la había considerado una fotografía emblemática Siempre la he visto como un ‘soldado desconocido’ que espero que represente a toda la gente que corrió la misma suerte ese día.

Richard Drew.

Traducción de algunos fragmentos del artículo publicado en The Daily Beast. La cita de arriba está sacada del homenaje que han hecho en Lightbox al 11 de Septiembre.

Entrevista a Boogie

Ésta es la primera entrevista de Convo, una serie de entrevistas que va a realizar Annals of America. Para mi gusto el entrevistador, le da mas importancia a su mudanza a «América» que a su trabajo como fotógrafo. Pero de todos modos es bastante interesante.

Durante casi 20 años, el fotógrafo serbio Boogie ha documentado las vidas de los marginados de la sociedad. Ha fotografiado miembros de bandas y drogadictos en viviendas de protección oficial de Brooklyn; cabezas rapadas neonazis en Serbia; y prostitutas transexuales en Sao Paulo, Brasil. Se ha ganado la entrada sin restricciones a mundos donde los forasteros son recibidos normalmente con violencia, desconfianza o una combinación de ambas.

Ha contado esas historias con ojo inquebrantable –sin retroceder nunca e intentando siempre mostrar un retrato verídico. “Es simplemente la forma en la que veo el mundo”, dice Boogie, “la gente que ve mi trabajo puede formar su propia opinión”

Las fotografías de Boogie tienen el poder golpearte y dejarte bloqueado, o de encender fuego en tu mente. Sus imágenes son provocativas de una forma inesperada. A medio camino entre la violencia, la pena y la cruda realidad, él se las arregla para arrancar claridad y belleza del caos.

Durante los últimos meses, he estado manteniendo la correspondencia por email con Boogie, hablando de todo, desde la muerte del sueño americano y la paternidad, hasta la vida en América después de la quiebra y qué significa la felicidad. Nuestras conversaciones han sido muy profundas, y me alegra que la entrevista de Boogie inaugure esta nueva serie.


 

 

Cuando escuchas el término “el sueño americano” ¿qué te sugiere?

El sueño americano solía significar algo, pero ahora creo que está muerto. Antes de venir a Estados Unidos, tenía la imagen de los americanos empezando su pequeño negocio y teniendo éxito gracias a su trabajo y a sus buenas ideas. Pero ahora, tú abres tu pequeña cafetería, lo haces genial, y luego llega un Starbucks y te destruye. O pagas tu seguro médico cada mes durante años, luego te pones malo y el seguro no te lo cubre, así que te quedas en bancarrota. Se escuchan cada vez más historias de gente normal de clase media luchando para llegar a fin de mes. Ya no parece un sueño.

¿Crees que es porque la vida en América se ha vuelto más dura, o que sencillamente la vida en el siglo XXI se ha vuelto más difícil en general?

Creo que la vida en general es más difícil, pero no le veo sentido. Con todos los avances tecnológicos que vemos, la vida de la gente debería ser más fácil en vez de más dura.

Tú eres de Belgrado y te mudaste a Nueva York en 1998. ¿Qué te impulsó a mudarte y que  te atrajo al instalarte en Nueva York?

Nunca planeé venir a América pero gané la lotería, y no podía dejar de venir. Teníamos amigos de familiares viviendo en Nueva York,  y al principio me ofrecieron un lugar donde quedarme. Pero una semana antes de venirme, cambiaron de opinión. Vine de todos modos, y me quedé una semana en la casa del amigo de un amigo, alquilé mi primer estudio en Queens, y el resto es la típica historia de un inmigrante.

Cuando llegaste a Nueva York por primera vez, ¿notaste el cambio cultural?

Por supuesto, fue un cambio cultural gigante. Nunca había estado en Estados Unidos antes de mudarme. Así que todo lo que sabía de USA lo había aprendido de las películas. Es decir, no sabía nada. En las películas, incluso policías detectives, tiene lofts espectaculares en el corazón de la ciudad, y ahí estaba yo en mi estudio de Queens sin televisión, con sólo un colchón y una radio vieja. Así que fue duro. Pero ¿qué puedes hacer? Lo aceptas y sigues adelante. Me llevó un tiempo adaptarme. Y si me preguntas si lo volvería a hacer, te diría que no, nunca.

 

 

¿Puedes hablarme de la experiencia que viviste durante la Guerra Civil Serbia?

En realidad fue la ruptura de la antigua Yugoslavia. Es demasiado para hablar de eso aquí, era surrealista, gente sufriendo a mi alrededor, era bastante devastador. Trato el tema con detalle en mi libro Belgrade Belongs To Me, pero sólo para darte una idea, niños y ancianos morían en los hospitales por la falta de medicina y comida (las Naciones Unidas nos impusieron sanciones económicas en 1993); la gente se suicidaba para no morirse de hambre; los índices de suicidios estaban por las nubes;  y los soldados volvían de la línea de frente medio locos.

¿Cómo influyó esa experiencia en tu forma de ver la guerra?

Me hizo sentir más cerca de los seres humanos, probablemente porque fue una experiencia directa, no estaba simplemente viéndolo en la tele.

¿Cómo escoges un tema o una persona a la que fotografiar? Y cuando la elección está hecha, ¿cómo te ganas la confianza de la gente para fotografiar esas escenas tan íntimas?

En realidad, no elijo un tema o una persona que fotografiar, ni tengo un método para ganarme a la gente. Simplemente me dejo llevar y las cosas van saliendo. Intento no juzgar a la gente y me acerco a ellos con el corazón abierto, con respeto. La gente se da cuenta de eso y se siente bien conmigo. La mayoría de las fotos que tengo de miembros de bandas con pistolas y gente disparando, las he hecho porque ellos me han pedido hacerlas. Tú no puedes preguntarle a una persona si puedes fotografiarlo en esas situaciones – imagínate ir a los barrios de protección oficial y pedirles que te dejen fotografiarlos con pistolas… Eso no podría acabar bien.

Niño jugando con una pistola, Estambul, 2007.

¿Has pasado alguna situación peligrosa cuando fotografiabas en una zona insegura?

Creo que he tenido bastante suerte, nunca me ha pasado nada malo. Siempre escucho lo que me dice mi instinto, y cuando me dice que algo se ha acabado, sencillamente me marcho. Obviamente tengo fotos bastante intensas, y esas pistolas señalándome, estaban todas cargadas, (si no, no tendría sentido tenerlas). Pero no me sentía amenazado en esas situaciones. Además, en situaciones como esa, segregas mucha adrenalina y eso te hace seguir. Sólo después me he dado cuenta de lo disparatado que era todo.

¿Qué te atrae de la fotografía como profesión?

Sencillamente, no me puedo imaginar haciendo otra cosa.

¿Crees que la fotografía puede tener un impacto en la vida de la gente?

Estoy seguro de que lo tiene pero nunca ha sido mi objetivo.  Nunca he intentado moralizar a través de mi trabajo. Yo no creo que pueda cambiar el mundo, yo sólo hago fotos e intento enseñar las cosas tal y como son.

¿Qué quieres conseguir mostrando las cosas tal y como son?

En realidad, nada. Es sólo la forma que tengo de ver el mundo. La gente que ve mi trabajo puede sacar sus propias conclusiones.

¿Disfrutas de tu trabajo?

Sí, mucho.

Brooklyn, 2003.

Has publicado muchos libros con tu trabajo, ha exhibido en galerías, y tus fotos ilustran artículos en publicaciones como Juxtapoz o Time. ¿Te consideras una persona con éxito?

Sé que suena a cliché, pero no mido el éxito con dinero o fama. Éxito es algo más profundo. Por ejemplo, estar a gusto con uno mismo sin importar en qué escalón social y financiero te encuentres en ese momento. Todas esas cosas pueden desaparecer mañana y luego ¿dónde te quedas? Creo que la mejor medida del éxito es disfrutar de tu trabajo y tu familia. No necesitas la aprobación de otra gente. Así que para contestar a tu pregunta: me encanta mi trabajo y adoro a mi familia, así que sí, creo he tenido bastante éxito.

¿Cómo mantienes un buen equilibrio entre tu vida personal y tu vida profesional?

No es muy difícil, porque no tengo muchas distracciones últimamente. Mi vida gira en torno a mi familia y a la fotografía y estoy bastante centrado en ambos.

¿Qué momentos de tu vida te han impresionado más y te han ayudado a definir lo que eres hoy?

La muerte de mi padre y el nacimiento de mi hija.

¿Cuándo murió tu padre?

Mi padre, Aleksandar, murió en 2004. Lo quería más que a nadie en el mundo. Pero creo que sólo se lo dije el día que murió. Me di cuenta de lo que es importante en la vida, y de que no estaré aquí para siempre. Algunas cosas que creí que eran importantes (dinero, etc), dejaron de serlo de repente. Me gustaría poder vivir cada día como si fuera el último. Pero entonces, no dejaría nada acabado.

¿Cuándo nació tu hija?

Mi hija Maya nació en septiembre de 2007. Ella le dio un motivo a mi vida, y las cosas empezaron a tomar sentido.

A parte de las necesidades básicas, ¿qué o quién necesitas tener en tu vida?

Mi familia y mi cámara.

¿Cómo ha cambiado tu vida desde que te mudaste de Serbia a los Estados Unidos?

En todos los sentidos posibles, y está siempre cambiando, pero es bueno. Además, cuando cambia tu vida, tú evolucionas como persona y al mismo tiempo, evoluciona tu trabajo. Es bastante excitante. Estoy constantemente inspirado, como un niño.

¿Puedes citar algún ejemplo de inspiración –gente, lugares, objetos o escenas- que atrapen tu mirada?

Viajar, por ejemplo. Ver cómo otra gente y otras culturas viven no tiene precio. Te cambia, te da nuevas perspectivas, porque ver diferentes formas de ser te ayuda a decidir qué quieres ser en tu propia vida. Pero, en realidad, casi todo me inspira. Simplemente bajando la calle  podría disparar un carrete en una sola manzana, no importa si es de gente, pájaros, nubes o edificios. Hay fotos buenas en todas partes. Creo que la cuestión está en abrir tu mente y dejar que vengan a ti.

Estación de metro Grand Centra, Nueva York, 2003.

¿Cuáles son los hitos que han marcado tu evolución personal desde que te mudaste a América?

Cuando empecé a vivir gracias a la fotografía (sobre el 2004); cuando conocí a mi esposa (2006); y cuando tuve a mi hija (2007).

¿Qué te frustra de América? ¿Y qué te impresiona o sorprende?

La situación actual en América no es bastante buena. Muchas cosas me recuerdan a cómo era Serbia antes de que estallara la guerra.  Y lo que me sorprende es que la gente todavía no se pelee por la calle.

¿Qué cosas en concreto te recuerdan a Serbia antes de que estallara la guerra?

Algo que es muy parecido es el gobierno intentando acabar con la crisis económica imprimiendo más dinero. Eso fue un desastre para Serbia, y también va a ser un desastre para este país. Toda esta palabrería de salir de esta y de recuperación es una tontería. Las leyes de la naturaleza no funcionan así.

Está pasando algo muy parecido en los medios de comunicación. Hay sólo una opinión que pueda expresarse. A cualquiera que opine lo contrario se le tacha de traidor o chiflado.

Durante el último año y medio en América se ha estado hablando de un antes y un después de la caída del mercado de valores de noviembre de 2008, de una forma parecida a cómo se hablaba de la vida antes y después del 11S. ¿Cómo ves el crack y la situación actual del desempleo y los problemas económicos?

Creo que lo peor está por venir. Desgraciadamente, creo que esto es sólo el comienzo. De nuevo, es parecido a lo que pasó en Serbia, la clase media está desapareciendo y los ricos, se están haciendo más ricos. Es una nueva forma de feudalismo.

Tokyo

Entrevista a Susan Sontag.

Cotilleando por internet me he encontrado esta entrevista. Es muy larga, así que he quitado algunos trozos y he añadido algunas fotos de las que hablan.   

La necesidad de la imagen: entrevista con Susan Sontag. (Por Arcadi Espada)   

(…) AE: «Encuadrar es excluir», dice usted en un momento del libro.
SS: Sí, la exclusión puede ser tan significativa y ruidosa como la inclusión.   

AE: Desde luego, pero querría preguntarle si no cree que esa selección puede reunir un grado tal de objetividad que lo que se excluya sea irrelevante.
SS: No pienso en fotografías de una forma tan abstracta. Cada proyecto fotográfico tiene una intención particular. Y está rodeado de una gran cantidad de contextos particulares. Pienso en la fotografía, tan famosa, de la caída de la estatua de Sadam en el centro de Bagdad. ¿La recuerda?   

AE: Sí, la estatua cayendo…
SS: La estatua cayendo, derribada, y en torno a ella un grupo de personas mirando satisfechas. No eran más de veinte personas, pero la peculiaridad del encuadre hacía creer que esas personas eran como una sinécdoque de la plaza. El espectador creía que la plaza estaba repleta de gente que aplaudía satisfecha el momento simbólico de la caída de la estatua del dictador. Era un momento muy importante porque las tropas norteamericanas acababan de entrar en Bagdad. Bien: recordará usted todo eso. Bueno, pues lo cierto es que esas veinte personas eran las únicas que estaban en la plaza. Yo he visto otras fotografías de aquel momento, en la plaza, tomadas con gran angular. La plaza está prácticamente vacía.   

AE: Pues en ese caso la foto era falsa. Porque resulta contradictoria con lo que excluye.
SS: ¿Contradictoria? Yo hablaría más bien de énfasis. Ese encuadre pone el énfasis en un lugar… Otra fotografía, otro encuadre. La niña quemada por un bombardeo de napalm en una carretera de Vietnam. La foto forma parte de un paisaje mucho más grande. La carretera está abarrotada de gente que huye despavorida y ella es una más en la tragedia. Naturalmente, el hecho de centrarse en una parte de la imagen y excluir el resto es una forma de dirigir el significado de la foto, de subrayar lo que se pretende que vea el espectador. Luego hay otra cosa importantísima: las fotos no llegan desnudas ni se muestran desnudas. El pie de foto, el contexto donde la foto aparece, quién la está contemplando y por qué, todo eso es fundamental para configurar el sentido definitivo que la foto acabe adoptando.(…)   

AE: Resumiendo: encuadrar es excluir pero no siempre con las mismas consecuencias.
SS: Desde luego. Si no, todas las fotos inducirían a error. Y no todas las fotografías son erróneas ni mienten. Yo no digo esto. No tendría sentido decir una cosa así.   

AE: En cuanto a la objetividad…
SS: La objetividad no es un término que yo tenga en gran estima. No creo que explique demasiado. En parte porque es un elemento polarizado, parte de una dicotomía. En el momento en que dices objetivo obligas a hablar de subjetivo. Y no es eficaz. Es, como si dijéramos, una alternativa demasiado cruda. Y no creo que sea la forma correcta de hablar de fotografía. Lo que hay que buscar en las fotografías es que sean capaces de darnos la mayor cantidad de información posible sobre una situación cualquiera que se ha producido, que ha sido real. Entendiendo siempre, claro está, que sobre una situación real la información será siempre incompleta. Yo creo que la tensión entre objetividad y subjetividad crea muchos problemas falsos, y que la primera obligación de cualquier análisis es evitar la posibilidad de que aparezcan problemas falsos.(…)   

James Natchwey, 11S

 

AE: La ausencia de fotos en la catástrofe del 11 de septiembre. De fotos de cadáveres…
SS: Me pareció muy mal. Yo soy partidaria de que circule siempre la mayor información posible.   

AE: Aunque sea brutal.
SS: Las fotos brutales exigen una brutalidad previa que es necesario conocer. Con la que es necesario encararse. Una sociedad democrática debe someterse a ese tipo de ejercicios. Si no se convierte, en cierto sentido, en una sociedad cómplice de la brutalidad.(…)   

AE: ¿Por qué deberíamos verlo?
SS: Si se parte de la idea de que hay fotos que ayudan a entender la realidad, la cuestión se aclara. Aunque no de una manera contundente, absoluta, porque siempre habrá resquicios por donde se colarán los derechos y los sentimientos de los otros. En realidad mi libro está dedicado a saber cuánto puede mostrarse de lo real. A mi entender esta es una pregunta clave.   

Nic Ut, 1972

 

AE: De la guerra puede mostrarse muy poco, dice usted repetidamente.
SS: La guerra. Las fotos nos transmiten una cierta imagen de la guerra, vinculada al acontecimiento, al estallido, a una acción determinada. Pero lo crucial de la guerra es lo que sucede después. ¿Cómo se fotografía lo que sucede después? O pensemos en la hambruna de África. ¿Cómo se fotografía el hambre, más allá de las circunstancias agónicas de estos niños esqueléticos que vemos cíclicamente cuando en un poblado o una región determinada la situación se desborda? Bueno, éste es un problema muy importante. Mucho más importante que si a raíz de un hecho concreto se muestran o no determinadas fotos que puedan ofender el gusto, la moral o la sensibilidad.(…)   

AE: Permítame que le lea a los lectores la cita de Hazlitt, a propósito de la atracción de la maldad: «¿Por qué —se pregunta Hazlitt— siempre leemos en los periódicos las informaciones sobre incendios espantosos y asesinatos horribles?» Y responde: «Porque el ‘amor a la maldad’, el amor a la crueldad, es tan natural en los seres humanos como la simpatía».
SS: Sí, me parece que Hazlitt tiene razón. Y Burke, que decía que las desgracias de los demás nos procuraban placer.   

AE: ¿No le parecen apreciaciones algo cargadas de malditismo literario?
SS: No, la verdad. (…)   


AE: Insisto: ¿no cree que hay alguna literatura que va muy cargada de demonio? El propio Bataille, que usted también cita a propósito de la foto del prisionero sometido a la tortura mortal de los cien cortes.
SS: Me es indiferente. En realidad la literatura me es indiferente. Diga que cito porque queda bien.   

AE: Muy bien.
SS: Yo parto de la realidad. Ni me interesa Hazlitt, ni Burke, ni Bataille, ni Baudelaire, ni el malditismo, ni lo demoníaco, ni nada de eso. ¿Sabe lo que a mí me interesa?   

AE: ¿…?
SS: Ruanda.   

AE: El genocidio.   

SS: El genocidio a cuchillo de Ruanda. La literatura es totalmente secundaria. A mí me interesa la realidad. En seis semanas, ochocientas mil personas, OCHOCIENTAS MIL PERSONAS, fueron asesinadas en Ruanda. Por sus vecinos. POR SUS VECINOS. Cada una de esas personas murió de una manera individualizada, pasada a cuchillo. Mire la historia de la humanidad. Mírela fijamente: ¡le importa un rábano lo que dicen los escritores! Ruanda. ¿Sabe usted lo que es Ruanda?   

AE: No, no lo sé.
SS: Ruanda es un pequeño país. Un pequeñísimo país. Más pequeño que Cataluña. Y con un noventa y cinco por ciento de sus habitantes que son católicos. ¿Para qué tengo que leer a Baudelaire?   

AE: ¿…?
SS: Yo no apelo a la autoridad del intelectual. Insisto en que nadie ha escuchado al intelectual. Tenemos que redescubrir el retorcimiento de los seres humanos. Yo cito a estos escritores no para refugiarme en su autoridad, sino sobre todo para decir qué extraño es que sigamos redescubriendo a cada paso lo mismo. Qué extraño es que redescubramos lo evidente. Qué extraño es que no nos hayamos convertido todavía en adultos morales o psicológicos. Lo siento: me siguen sorprendiendo estas crueldades indescriptibles de los seres humanos.   

AE: Mostrar el dolor. Hace treinta años dijo usted en Sobre la fotografía que la exhibición repetida del dolor anestesiaba la percepción.
SS: Siempre estoy en discusión conmigo misma. Hoy mismo ya me discuto cosas de este último libro. Imagínese lo que pienso de lo que escribí hace treinta años. Pero, en fin, creo que no es cierto que la exhibición de las imágenes del dolor anestesien la conciencia del hombre.   

AE: Este punto de vista acabó convirtiéndose en un lugar común. Hay muchos directivos en los periódicos que se niegan a exhibir cadáveres invocando su punto de vista, aunque no sepan que es suyo.
SS: Sí, parece que ha llegado a convertirse en un lugar común.   

AE: ¿Qué le hizo cambiar de opinión?
SS: La realidad. La imagen de Cristo, por ejemplo. ¿Cuántos años llevan sus fieles contemplando ese hombre ensangrentado, agonizante, desnudo, a tamaño natural? Si fuera cierto que nos acostumbramos al sufrimiento, hace mucho que los católicos habrían dejado de conmoverse. No lo han hecho. Esto es lo real. A veces tenemos que someter lo que pensamos a este tipo de verificaciones decisivas. Si te sientes comprometido con determinadas imágenes, las hayas visto una o cien veces seguirás sufriendo. (…)   

Sebastiao Salgado

 

AE: ¿Cree que la belleza es un término operativo en este tipo de imágenes?
SS: Una foto puede ser terrible y bella. Otra cuestión: si puede ser verdadera y bella. Este es el principal reproche a las fotografías de Sebastiao Salgado. Porque la gente, cuando ve una de esas fotos, tan sumamente bellas, sospecha. Con Salgado hay otro tipo de problemas. Él nunca da nombres. La ausencia de nombres limita la veracidad de su trabajo. Ahora bien: con independencia de Salgado y sus métodos, no creo yo que la belleza y la veracidad sean incompatibles. Pero es verdad que la gente identifica la belleza con el fotograma y el fotograma, inevitablemente, con la ficción. (…)   

AE: Usted suele hablar bien del periodismo. Más allá de sus simulacros, ¿cree que el periodismo nos ha hecho más solidarios al extender el dolor de los demás?
SS: Todo en el siglo veinte ha sido un arma de doble filo. También el periodismo. Es verdad que nos ha permitido saber de los otros, de sus tragedias y de sus necesidades. Pero también ha contribuido a una globalización cultural y moral que en buena parte está asentada sobre premisas falsas. El periodismo ha llenado nuestra vida de imágenes falsas. Es verdad: tenemos una idea de lo que pasa en el mundo como nunca nadie la tuvo antes. Pero a veces esa idea es demasiado nominal. Y se mezcla con la propaganda. Ya ve usted que voy de un extremo a otro. De un filo a otro. Aunque quizá lo peor de esta propaganda diseminada por el periodismo sea este mensaje: «Esto es lo que hay en el mundo, ahora ya lo conoces, pero poco puedes hacer para cambiarlo». Esta impotencia. Este aviso de que el conocimiento de las cosas no se transforma en una energía para cambiarlas. La posibilidad, incluso, de que tanto y tan variado conocimiento llegue a aturdirnos y a reforzar la impresión de que el cambio es más complejo de lo que es en realidad. Porque luego es cierto que observadas las cosas de cerca, una a una, no parecen tan complejas.   

AE: Sí, la saturación, el agobio mediático.
SS: Y la posibilidad de que los horrores puedan acabar convirtiéndose en un espectáculo. Yo defiendo el periodismo. Soy una gran defensora del periodismo. Viví en Sarajevo al lado de los periodistas. Comprobé cómo trabajan. Puedo decir que la mayoría de ellos son gente honrada. Y, sobre todo, no son gente endurecida, como quiere el tópico, sino que tratan de contribuir con su trabajo a la mejora de las condiciones de vida generales. Cuando la gente habla de la corrupción del periodismo hay que mirar en muchas direcciones. También en la dirección de los propietarios de los periódicos. O sea que, en este sentido, Baudrillard y demás podrían tener su parte de razón, cuando sugieren que debido a esta corrupción el común de los hombres se vería en dificultades crecientes para distinguir entre las imágenes y la realidad. Pero esa visión siempre sugiere un menosprecio de lo real, y del que sufre lo real, falso: aun hipnotizada, drogada, la gente no pierde el sentido de lo real.   

AE: La gente…
SS: Déjeme explicarle un anécdota significativa. Mire, después del ataque a las Torres Gemelas, varios grupos de personas que habían conseguido escapar fueron apareciendo por las calles. Los iban entrevistando las cámaras de televisión. Estaban todos ellos cubiertos de ceniza, agobiados, aterrorizados. Les ponían el micrófono en la boca y les preguntaban cómo se sentían, cómo había sido, esas cosas. Algunos de ellos explicaban: «Ha sido como una película». ¿Quiere eso decir que lo real y lo ficticio ya no se distinguen? En absoluto. Esa fue una interpretación muy extendida en aquellos días, pero falsa. Lo cierto es que cuando se produce un trauma de estas características se tarda un poco en absorber la realidad. Hace cien años estas gentes habrían dicho que era como un sueño. Hoy dicen que como una película. Pero a nadie de aquellos que salían se le habría ocurrido dudar de que aquello fuese cierto. Sólo decían que les sorprendía mucho que lo que habían visto en las películas se hiciese de pronto realidad. Era su forma de significar la magnitud de la catástrofe. No de significar sus dudas. Lo que importa de las personas son las experiencias propias. ¿Me deja que le cuente otra anécdota?   

AE: Y mil que contara.
SS: 1969, en el sur de Marruecos. Pleno desierto. Una pequeña cabaña con luz eléctrica y un café con televisión. Armstrong acaba de pisar la Luna. Yo me acerco al hombre que sirve el café. Por la tele se ven los saltitos de los astronautas. Yo se lo comento al hombre: «¡Es fantástico, la gente está en la Luna!» Mueve la cabeza y dice que no. «¡Cómo que no!», le digo y casi le obligo a salir fuera, y mirar al cielo, donde brilla la Luna. «¡Están ahí!», le digo, señalando indistintamente la Luna y la televisión. El hombre se ríe, me mira y me dice: «¡Qué va: es sólo televisión!» En cierto modo está bien fiarse de las experiencias personales.   

AE: Al final del libro dice usted que la guerra es inefable.
SS: Sí, me acuerdo.   

AE: Es desmoralizador.
SS: ¿Por qué?   

AE: Es desmoralizador que el arte no sirva en los momentos gigantescos.
SS: No es cero o cien. No se trata de que no sirva. Se trata de que cualquiera que haya visto la guerra sabe que su representación poco tiene que ver con ella. Sí, está Tolstoi, está Goya. Pero no estaban allí. El ruido, por ejemplo, el ruido de la guerra. Si no ha estado no puede imaginárselo. Como un concierto de rock en el que usted estuviera con la oreja pegada al altavoz y multiplicado ese ruido por cinco. ¿Donde está ese ruido? ¿En qué cine? ¿En qué sala de concierto? ¿En qué teatro? El arte sólo es un gesto en la dirección de esas experiencias. Un gesto solo, aunque imprescindible.

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