Archive for the ‘ Libros ’ Category

Country Fictions. Juan Aballe

Juan Aballe. Country Fictions

Restaurante ‘La Tía Pura’, La Mancha, 2011.

La ilusión de escapar de la sociedad contemporánea, los mitos y esperanzas construidos alrededor de la naturaleza se unen a la extrañeza y la nostalgia de mirar a una vida que quizás nunca llegue a vivir.

Country Fictions. Juan Aballe

Eva, 2011.

Es prácticamente seguro que las buenas fotografías surgen de las palabras, de las palabras bien dichas. Lo que ocurre, lo que acontece, genera palabras, a continuación llegan las fotografías. Es necesario hablarlo antes, es muy difícil hacer fotografías sin haberlo dicho antes, es complicado ver sin decir. Ver es hablar con una cámara, es necesario el universo de las palabras y también el de la visión, tan diferentes, son profesiones diferentes. Para ver es necesario ser fotógrafo, ello implica un decir visual, un expresar sin palabras, un idioma que muestra pero no explica, tan sólo el poder de lo visual, es necesario un pensamiento visual, lo visto sin ser descifrado, no se habla como lo hacen los escritores de palabras, no es traducible. Es necesario ser fotógrafo. Una vez conseguido ello, comienza nuestra narración.

Eduardo Momeñe, ensayo sobre Country Fictions.

Country Fictions. Juan Aballe

Dani y Marisol, 2012.

¿Qué te impulsó a comenzar Country Fictions?

El proyecto surgió en un momento de mi vida en que varios amigos se planteaban ir a vivir al campo y esa idea se convirtió en una opción real. Era un pensamiento que en parte me ilusionaba, pero también sentía que mi relación con la naturaleza tenía una fuerte carga de idealización. Country Fictions se fue convirtiendo en una manera de explorar mi relación con el medio rural y de lidiar con esos sentimientos contradictorios desde lo visual.

La fotografía me permitía también lanzar al aire muchas preguntas que yo mismo me hacía al respecto y reflexionar sobre varios temas que me interesaban. Desde el concepto de paisaje o el abandono del campo hasta la necesidad humana de creer en algo mejor, todos ellos son hilos conductores del proyecto.

Country fictions. Juan Aballe

La cama de Urs, Pirineos, Navarra, 2012.

¿Ha cambiado la relación que tenías con la naturaleza después de hacer este trabajo?

Más que cambiar mi relación con la naturaleza creo que a través del proyecto he logrado comprender mejor esa relación. La realización y la edición de las imágenes durante varios años implica ir tomando muchas decisiones, de manera que el trabajo fotográfico al final define mucho más a quien toma esas decisiones que al mundo que fotografía. En ese sentido Country Fictions ha sido un proceso de aprendizaje.

Además de las imágenes, la vivencia personal, los lugares y las personas que he conocido también me han enseñado mucho. Indagar en la relación con la naturaleza lleva a preguntarse sobre las necesidades sociales y personales, la gestión del tiempo, el trabajo o la capacidad de renunciar a ciertas cosas.

Country Fictions. Juan Aballe

Eva, 2012.

¿Cómo te diste cuenta de que el trabajo ya estaba terminado? 

Llegó un momento en el que sentí que todo lo que quería decir estaba dicho, estaba en los negativos. A partir de entonces se trataba de empezar a descartar elementos e ir a lo esencial. Mi objetivo era hablar desde la sencillez para lograr transmitir emociones a veces complejas.

El proceso de edición fue bastante largo ya que decidí dejar reposar las imágenes y enfrentarme a ellas semana tras semana durante meses para saber de cuáles podía prescindir y cuáles aguantaban el paso del tiempo. Por otro lado el reto era encontrar un equilibrio en la selección y secuenciación de las imágenes que comunicara lo que yo quería pero dejara suficiente espacio de interpretación al espectador. Podría haber seguido editando indefinidamente pero después de un año decidí que tenía que sacar el proyecto a la luz. Hablando de su proceso creativo en el cine, Jim Jarmusch recordaba una cita de Paul Valéry que decía: “Un poema nunca se termina, sólo se abandona”. Creo que esa idea define bastante bien mi experiencia con la edición de Country Fictions.

Country Fictions. Juan Aballe

Valle en Asturias, 2011.

¿Qué influencias has tenido a lo largo de este proyecto? 

Cuando comencé con Country Fictions estaba muy interesado en el paisaje como construcción cultural. La primera fotografía que realicé del proyecto es el paisaje que aparece en primer lugar y fue la que me animó a seguir adelante durante los primeros meses. Me interesó mucho el libro Breve tratado del paisaje de Alain Roger, que habla del paisaje como “artealización” ajena a la naturaleza. Gracias a un taller con Simon Norfolk empecé también a interesarme por la simbología de los paisajes de Claude Lorrain y su influencia en los románticos o los pintores de la Escuela del Río Hudson.

En cuanto a los retratos, las influencias creo que son más fotográficas, con numerosas referencias a la tradición documentalista que traslado al contexto del proyecto.

Es difícil hablar de autores en concreto porque las influencias visuales y literarias son muy diversas y evolucionan a lo largo del tiempo. Pero si tuviera que elegir una novela probablemente sería La carretera, de Cormac McCarthy.

Country Fictions. Juan Aballe

Depósito y olivos, La Mancha 2011.

Recomiéndanos un libro.

El antropólogo inocente de Nigel Barley. Es la crónica de un etnógrafo británico que se traslada a África para convivir con una tribu poco conocida. Aunque aparentemente no tenga nada que ver, creo que es un libro muy recomendable para fotógrafos.

Country Fictions. Juan Aballe

El valle, Pirineos. Navarra, 2012.

Country Fictions acaba de ser publicado por Fuego Books, una editorial de fotolibros lanzada por Ángela y Gustavo Alemán cuya intención es hacer «libros hermosos, libros peligrosos, libros que queman.» Con Country Fictions, su primera publicación, lo han conseguido y ya ha entrado en la lista de los 35 mejores fotolibros del año de Andy Adams y está entre los 10 favoritos de C.A.P.E

Country Fictions de Juan Aballe

Web de Juan Aballe

Martina Hoogland Ivanow. Demasiado cerca

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Far too close comenzó como una investigación personal sobre mi relación con el viajar, y sobre el viajar como un método de creación de trabajo. ¿Por qué es necesario viajar lejos para adentrarse en uno mismo? Y, ¿por qué es mucho más fácil, por lo menos para mí, describir lo que está lejano geográficamente que lo que está más cercano emocionalmente?

Martina Hoogland Ivanow

Es un trabajo sobre la distancia emocional y geográfica. Las imágenes de mis viajes a los extremos más lejanos de los continentes son solapadas con imágenes de interiores de mi casa, de familia y de amigos. Hay fotografías de Siberia, de la Isla de Sakhalin, de la Tierra del Fuego y de la Península de Kola en Laponia rusa que tomé entre 2001 y 2005, e  imágenes de Estocolmo, que hice del 2006 al 2008.

Martina Hoogland Ivanow

Son  lugares al final de los continentes o lugares donde la gente, por la percepción de estar lejos, tiene escondidas cosas que no quieren que sean encontradas. Por ejemplo, en la península de Kola, en el norte de Rusia, hay bases militares, prisioneros… es un lugar donde se esconden desechos nucleares y cosas parecidas. Estos lugares tienden a ocultar historias oscuras.

Martina Hoogland Ivanow

También está el punto de vista poético de sentirte más cerca de ti mismo en estos lugares inhóspitos, y por ello atraen a ciertas personas.

Martina Hoogland Ivanow

Al principio miraba un mapa y empezaba a investigar sobre un lugar, luego iba allí por un par de semanas y veía lo que podía encontrar. Al final fui más específica con lo que trataba de encontrar, pero esto me ocurre con todos mis proyectos. En un principio intento ser un poco más indecisa y según me acerco al final intento estar más centrada.

Martina Hoogland Ivanow

En Estocolmo me di cuenta que las cosas que pude compartir y ver en algunas casas de mis parientes, libros, interiores, una almohada o telas, eran las mismas cosas que encontraba en mi propia casa. Tal vez estaban relacionadas con un vínculo familiar, más que con una cercanía emocional. Así [con imágenes] traté de describir el lugar, en vez de la cercanía a la persona o la intimidad.

Martina Hoogland Ivanow

Era consciente de estar haciendo las cosas de cerca, tan cerca que no se podía ver nada. Estaba tratando de describir esa falta de perspectiva, la ironía de que es más difícil ver las cosas que están muy cerca de nosotros.

Martina Hoogland Ivanow

La oscuridad es una forma de abstraerse, o de dar una atención especial a ciertos detalles. (…) A veces encuentro mejor reducir la información antes que dar demasiada.

Martina Hoogland Ivanow

La edición y la selección del libro fue una experimentación con el ritmo de la perspectiva, una exploración de dos posiciones aparentemente opuestas de proximidad, a través de la experiencia de cercanía y de la distancia.

Martina Hoogland Ivanow

Hay unas imágenes que especialmente simbolizan esto para mí, como el niño en el aire con zapatos plateados, la escalera en el agua, las dos hermanas de la portada (mi abuela y su hermana) o el caballo en busca de contacto con los ojos.

Martina Hoogland Ivanow

Es una meditación visual, tanto física como emocional, de cercanía a un tema y la lejanía a un lugar.

Martina Hoogland Ivanow

Fuentes:

Julie Cirelli

Dossier Journal

Another

Martina Hoogland Ivanow

martina hoogland ivanow

Rinko Kawauchi. Imágenes que hablan

Rinko Kawauchi

Me gusta reflexionar sobre la vida y el mundo a través de la fotografía. Es el mejor método para mí. (…) Hay muchas maneras de comunicarse en fotografía, por lo que es una forma de originalidad. Me gusta encontrar algo nuevo, algo que no he visto con anterioridad.

(…) Cuando fotografío intento seguir mis instintos, más tarde analizo el porqué  he fotografiado y la imagen me da la el motivo. Hay una colaboración, un intercambio entre mi obra y yo. Entiendo que es muy difícil de explicar, pero es como trabajo.

Rinko Kawauchi

Para mí, el espacio y el tiempo no son importantes, quiero mostrar una esencia más poética y abstracta, añadir demasiada información a la imagen es algo que puede molestar, desviar la atención del mensaje principal. Sencillamente creo que demasiados detalles crean confusión y como resultado se pierde el mensaje que trato de comunicar. El tiempo tampoco es importante. Es como en el universo, donde el concepto ‘tiempo’ es inútil. Me gustaría desnudar ideas subconscientes que tienen valor en cualquier lugar que fotografío.

(…) Mi trabajo sempre quiere revelar los indicios de vida, como los ciclos, por ejemplo. Es lo que necesito para vivir, por lo que diría que es mi tema.

Rinko Kawauchi

Desde que era una niña me encanta el formato libro más que ningún otro.

(…) La edición es muy importante en mi trabajo, es uno de los aspectos fundamentales, pero también una parte, fotografiar, editar, publicar. Todas forman parte del mismo proceso. Al tener las imágenes impresas delante, me hablan.

Rinko Kawauchi

[Sobre Iluminance] Es uma metafora de nuestra vida, en la que tenemos diferentes puntos de vista. Hay muchas maneras de ver el mundo.

(…) Quería ver cómo es nuestro mundo a través de mi trabajo. Mi motivación es ésa. Creo que el mundo está hecho de muchos fragmentos, por eso he hecho secuencias de imágenes iguales (mismo tamaño, misma manera).

(…) Podría decir que Iluminance es en sí mismo mi vida. El proceso de realización de mi trabajo es mentalmente terapéutico.

Rinko Kawauchi

Es difícil definir lo que es la belleza, depende de las personas, pero yo todavía pienso que compartimos las mismas cosas.

Rinko Kawauchi

Fuentes:

Dalpine

Photo/Graphy. Massimiliano Tiberi

Aperture

Pingmag

‘Life’s a beach’ de Martin Parr

Genial Martin Parr en este vídeo donde presenta su último libro ‘Life’s a Beach’ del que se han hecho 1000 copias, con formato de álbum familiar y todas firmadas.

En esta entrada de su blog, habla un poco más de la fascinación que siente por las playas.

La playa es un lugar donde se cruzan el mundo público y el privado, una curiosa mezcla de intimidad y defensa. Aquí, un lugar sin estructura, se abarrota y transforma temporalmente, por medio del ritual y el artefacto, en un territorio personal. En la cercana proximidad a otros que hacen lo mismo, un poco como si estuviesen atrapados en un largo vuelo, la gente baja la guardia, revelando los secretos de su cuerpo, costumbres y relaciones a cualquiera que le importe o se atreva a mirar, mientras ellos sueñan y dormitan en la arena.

Si estáis en Madrid, el 25 de octubre a las 20h participará en la conferencia ‘Nuevas Plataformas para la Fotografía Contemporánea’ en Matadero Madrid. La entrada es libre hasta completar aforo y habrá traducción simultánea.

‘La última sesión’ de Marilyn Monroe por Brent Stern

«Quieres fotografiarme desnuda, ¿verdad?»

Bert Stern, la última persona que retrató a Marilyn Monroe, recuerda el impacto profesional y emocional que tuvo la sesión de su vida. Todo un festín erótico que no gustó a ‘Vogue’ en su día, hace ahora 50 años. «Olvidé que estaba casado. Estaba enamorado», confiesa. «Era mucho más guapa de lo que esperaba»

Parecía un buen principio. Era jueves, 21 de junio. En Los Ángeles hacía calor, pero ella había querido esa ciudad y él cruzó el país para encontrarla en el hotel Bel Air, suite 261. Él reservó allí sin saber que era uno de sus hoteles favoritos. De Nueva York llevó vestidos, pañuelos, collares. Y encargó tres botellas de Dom Pérignon. La esperaron cinco horas,él y su champán. Y Marilyn apareció, sonriente, esbelta, casi transparente, «hermosa, trágica y compleja», que diría él. Todo había empezado bien. No acabaría igual.

Porque Marilyn Monroe cumplió su tarea, y Bert Stern la suya. Aquel junio de 1962, la actriz posó para el fotógrafo con y sin ropa, rubia y morena, pensativa y a carcajadas. Pero nunca vio esas imágenes publicadas: el 5 de agosto aparecía muerta en su cama junto a un bote vacío de barbitúricos. «Entonces supe que mi historia de amor con Marilyn había acabado», explica Stern medio siglo después al recordar el adiós de su musa, de la que apenas mes y medio antes había tomado las 2.571 imágenes que cambiarían su carrera.

Aquellas fotos fueron bautizadas The last sitting (La última sesión). Ahora él desmenuza las impresiones acerca de la ?por qué no? mayor estrella del cine en un libro editado por Taschen con muchas de esas imágenes del que solo hay 1.962 copias, a 750 euros cada una, con notas del dos veces Pulitzer y biógrafo de la actriz Norman Mailer. Stern da cuenta de ello en conversación telefónica desde Nueva York. «Es mi sesión más popular», repite incansable. «No sé si la mejor, pero la más popular. Soy el fotógrafo que hizo las últimas fotos de Marilyn Monroe».

Para Stern, por cuya cámara habían pasado Twiggy o Audrey Hepburn, la diva era un reto. Recién contratado por Vogue, volando a Roma para retratar a Elizabeth Taylor en Cleopatra, Monroe se cruza por su mente. Y consigue una cita. «Tenía una llamada de mi secretaria. ‘Marilyn dice sí, Vogue dice sí. Los Ángeles. 21 de junio’. Hice las maletas».

Eran las primeras fotografías de Monroe para la revista. «Necesitaba descubrir algo no capturado», cuenta Stern en el libro. Richard Avedon le había hecho unas lujosas fotos para la revista Life, «estupendas para el mundillo, pero no íntimas. No daban ninguna sensación de quién era ella». Dispuso todo: intimidad, luz, complementos. Sin saber de cuánto tiempo dispondría ni el humor de la diva. Ella, al fin, apareció. «Olvidé que estaba casado, olvidé mi vida en Nueva York. Estaba enamorado. Era mucho más guapa y más fácil de trabajar de lo que esperaba».

El sol se ponía sobre California. Él preparó sus cámaras («una Hasselblad en blanco y negro y una Nikon de 35 milímetros. Aún deben estar por mi apartamento») y preguntó con cautela de cuánto tiempo disponían. «¿Estás de broma?», replicó ella. «¡De todo el que queramos!». «Ya es mía», pensó Stern. Fotográficamente hablando.

Él le enseñó los complementos. «¿Quieres fotografiarme desnuda, verdad?». «Es una buena idea», dijo él, dudando si Monroe aceptaría. «No estarás exactamente desnuda, tienes un pañuelo». «¿Cuánto podrás ver?», inquirió ella. Depende de la luz, afirmó él. Norma Jean solo pidió una última opinión: a su peluquero, al que le pareció «una idea divina». Y descorcharon el Dom Pérignon.

Todo dependió de la luz. Una Norma Jean de 36 años, delgada pero curvilínea y sensual, se transparentaba bajo un pañuelo. «Estaba llena de ideas», asegura Stern. Las luces realzaban su piel transparente y su pelo de plata, las primeras arrugas bajo los ojos y los surcos de su boca. Y una marca en el costado, recuerdo fresco de una operación de vesícula. «Vi la cicatriz. Una imperfección que solo la hacía parecer más vulnerable y acentuaba la suavidad de su piel. Era de color champán, de color alabastro…Podías meter un dedo en su piel, como probar un merengue recién hecho».

Pero Stern no probó nada. «No discutimos de nada. Solo tomamos fotos, fue todo lo que hicimos», rememora por teléfono. Y descarta conspiraciones que aseguran que con la actriz había personal de seguridad e incluso algún miembro del clan Kennedy. «Estábamos nosotros, su peluquero y el hombre que le maquilló los ojos. Prefirió no llevar más maquillaje, solo se puso crema en la cara y el eye-liner. De su propio maquillaje». De fondo, All I have to do is dream, de The Everly Brothers. «Música de aquella época».

Hasta que amaneció. Monroe quedó contenta a medias con el trabajo. Ella misma tachó algunas de las pruebas de revelado que no la mostraban en la perfección deseada. Hay páginas con 24 negativos de los que se salvan apenas cuatro. A Vogue tampoco le convenció. ¿Y los vestidos y el glamour? Stern guardó sus inservibles contactos.

Modelo y fotógrafo se reencontraron con más ropa y una estilista para supervisar todo. Un vestido negro de Dior resaltaba la palidez de la estrella, que quiso jugar como la primera vez: peluca negra, camisa blanca, collar de perlas. Un abrigo de pieles que solo roza su cuerpo. Una cama medio deshecha. El mismo escaso maquillaje. Disparo a disparo, recuento final: 2.571 fotos.

«Su belleza estaba en su espíritu», explica él, con voz serena. «No creo que pudiera hacer una sesión así actualmente. La recreamos con Lindsay Lohan para New York Magazine, pero estaba copiando mis propias fotos. No hay nadie a quien desee fotografiar hoy. Las otras estrellas no son nada comparadas con Marilyn Monroe».

Cinco semanas más tarde, el mundo despedía a la chica de las tres botellas de champán. Ese 5 de agosto, Monroe llamó a Stern. «Nunca cogí esa llamada. Me lo contó alguien años después. Habría hecho todo lo que hubiera podido para ayudarla. Nunca imaginé ese final, jamás. Pensé que era feliz con su vida y su carrera», narra con abrumadora seriedad. Otras cinco semanas después salía Vogue, con 10 páginas sobre Marilyn, sus primeras en la revista y su despedida, apenas una muestra de esa intimidad. El resto aguardó 20 años en un cajón hasta que, en 1982, la revista Eros publicó las imágenes de esa Marilyn definitiva. Dieron la vuelta al mundo. La última sesión, la que comenzó con un encuentro entre dos desconocidos con cinco horas de retraso, un pañuelo transparente y una cicatriz se convirtió en la más sincera. Marilyn necesitaba sus 2.571 grandes despedidas.

María Porcel Estepa 12/11/2011

El País.

‘Peregrinación’, el último trabajo de Annie Leibovitz

Cataratas del Niagra

El último trabajo de Annie Leibovitz se titula Pilgrimage, (Peregrinación), y en él no aparecen actores, modelos ni políticos, de hecho no fotografía a una sola persona. Es un recorrido por lugares y objetos relacionados con gente que le importa.

El proyecto lo concibió con Susan Sontag pero, tras la muerte de ésta y la mala racha financiera que sufre, lo dejó apartado. Agobiada por el dinero y los abogados, decidió pasar unas semanas con sus hijas en las cataratas del Niagra para recompensarlas. Nada fue bien durante el viaje, pero cuando por fin llegó a las cataratas se quedó “impresionada por la belleza del agua” y esa foto se convirtió en el comienzo de esta peregrinación así como en la portada del libro.

Fue un infierno hacer este libro con todo lo que estaba pasando. Me decían constantemente que no me daría dinero y que lo dejara. Pero realmente quería hacerlo. Tenía que salvar mi alma.

Patio de la casa de Georgia O’Keeffe en Abiquiu, Nuevo México.

Una de las visitas más emocionantes fue a Nuevo México:

Cuando era joven, Georgia O’Keeffe representaba un gran concepto, una idea estereotípica, para nosotras, de lo que es ser mujer. Pero esa idea nunca llegó a calar realmente en mí.

Fue a su casa y, en cuanto entró a su estudio, empezó a llorar.

Fue muy emotivo. Ella fue real. Fue muy criticada. Volví varias veces. Lo primero que me llamó la atención es lo poco que necesitas. Ella tenía sus vistas. Su cama. Hacía sus propios pasteles. Tenía música, adoraba la música. ¡Tenía los mejores altavoces! Pero no demasiadas cosas.

En cuanto al hecho de fotografiar objetos y lugares en lugar de personas, como siempre ha hecho, comenta:

Tuve que aprender a fotografiar objetos. No conocemos a Thoreau, ¿verdad? Lo único que tenemos es su trabajo y sus cosas. La primera vez que vi la cama de mimbre en la que dormía, me sentí tan desbordada que no sabía como afrontarlo. (…) He tenido una sensación parecida a la que tengo cuando fotografío a las personas. En realidad, nunca me alejo de la gente. Para mí, éstas también son fotografías de personas. Es lo único que nos queda para conocerlos. Me enfrento a las cosas que se están desvaneciendo, desmoronando, desapareciendo. ¿Cómo podemos conservarlas?

Habitación de Virginia Woolf en Charleston, Inglaterra.

Hablando del proceso de creación artística, comenta:

El talento es algo que puede tener cualquiera, pero puede desaparecer. Necesita que lo alimenten, que lo cuiden. Lo mejor de hacerse mayor es que sabes lo que haces -si te centras en algo. No es que sea más fácil pero te vuelves más fuerte. Peregrinación es una ejercicio para cuidar lo que hago. Mis libros son la forma que tengo de expresarme por completo.

Y concluye:

Animaría a cualquiera a que hicieran su propia lista. Mi libro es una meditación de cómo vivimos. Es una idea anticuada pero siempre deberías intentar hacer lo que te encanta hacer.

Laboratorio de Ansel Adams en Carmel, Calif.

Fuente y más fotos en el NYTimes.

Aquí tenéis una entrevista en la que habla del libro. Y si alguien anda por Nueva York, esta tarde estará firmando el libro a las 7 pm aquí y el 9 de diciembre estará en el ICP.

A lo mejor también te interesa:

– Entrevista: 10 Preguntas a Annie Leibovitz.

– Biografía de Annie Leibovitz (I)  y (II)

– Annie Leibovitz At Work.

– Annie Leibovitz vs Diane Arbus y Richard Avedon.

Pasqual Maragall se autorretrata

Autorretrato en móvil de Pasqual Maragall

El político edita un conmovedor libro con imágenes tomadas con su teléfono

«Cuando ya no puedes cambiar la realidad, lo que haces es fijarla; aunque en el fondo estás reordenando el pasado». El ex presidente de la Generalitat Pasqual Maragall, que padece la enfermedad de Alzhéimer, explica así por qué publica ahora un libro con fotografías hechas con su teléfono móvil . Su título, Pasqual Maragall mira (Editorial Blume), no solo es un juego de palabras con su segundo apellido, es también la escueta definición de un trabajo tan seductor como este político de raza. Él insiste en fijar su imagen, que no es otra cosa que fijar su propia memoria.

El libro va acompañado por una exposición en el Arts Santa Mónica de Barcelona, que se inauguró ayer con la presencia del propio Maragall y que podrá visitarse hasta el 8 de diciembre.

La elección del móvil como herramienta es decisiva. Como señalaba ayer el director del centro, Vicenç Altaió, las nuevas tecnologías transforman la memoria y crean una cultura de la memoria visual. En este caso, añadió, estamos ante la «tecnología democrática» por excelencia.

El libro tiene su origen en la relación de Maragall con la fotógrafa Caro García, que en 2008 compartió un viaje con la familia del ex alcalde de Barcelona por Argentina y de vuelta autoeditó un volumen con las imágenes que había tomado y se lo mandó. Pasqual le contestó con un mensaje en el que incluía una foto y el siguiente comentario: «¡Qué poderosas son las imágenes!». «¿Por qué no lo hacemos con las tuyas?», fue la respuesta de García. Y así arrancó el proyecto. Maragall y García seleccionaron 178 imágenes de las casi 1.000 que había hecho a lo largo de un año. No tenían suficiente resolución, por lo que decidieron imprimirlas y trabajar con las copias, lo que les permitió una dosis de creatividad. La construcción del libro no es cronológica, sino en base a criterios estéticos y derivados del juego que establecieron. «Descubrimos que las fotos se emparejaban por razones, que podían ser estéticas, documentales o narrativas», explicaba ayer García.

«La fotografía es un vicio de ex», ironizó Maragall, «de ex alcalde, de ex político… Cuando ya no puedes cambiar la realidad, lo que haces es fotografiarla y, como mucho, retocarla estéticamente. En realidad lo que haces es reordenar el pasado». El presente, añadió, «es el día a día y el futuro es incierto». Tan incierto, admitió, como la evolución de esa enfermedad cruel que padece que borra la memoria, que nos borra, y de la que Maragall habla sin tapujos. «Estoy diagnosticado y no se sabe cómo avanzará la enfermedad, pero espero que los científicos encuentren una solución y mis nietos ya superen el alzhéimer». El trato que hicieron Maragall y García fue que solo podían utilizarse fotos hechas por él. No sorprende que buena parte sean autorretratos ante espejos y superficies reflectantes. Pero él tiene otra explicación: «Supongo que tiene que ver con la enfermedad, con la necesidad de fijar la presencia». Y añade coqueto: «Y también con la egolatría».

La mitad de los beneficios de la venta del libro se destinará a la Fundación Pasqual Maragall Alzheimer Internacional.

El País.

Más fotos.

«Éramos unos niños» de Patti Smith.

Como ya sabréis, el miércoles pasado Patti Smith, ganó el Premio Nacional de Literatura de EEUU por la memoria en la que narra su relación con Robert Mapplethorpe. Aquí os dejo un fragmento y las primeras páginas en pdf… La verdad es que te deja con ganas de más.

Solíamos reírnos de cuando éramos pequeños. Decíamos que yo había sido una niña mala que intentaba ser buena y él un niño bueno que intentaba ser malo. A lo largo de los años, aquellos papeles se fueron invirtiendo hasta que terminamos aceptando nuestra doble naturaleza. Albergábamos principios opuestos, luz y oscuridad.

Yo era una niña soñadora y sonámbula. Irritaba a mis profesores con mi precoz capacidad lectora unida a una incapacidad para aplicarla a nada que ellos consideraran práctico. Todos acababan diciendo que fantaseaba demasiado, que siempre tenía la cabeza en otro sitio. No sé dónde estaría ese sitio, pero yo a menudo terminaba en el rincón, sentada en una banqueta a la vista de todos con un sombrero cónico de papel.

Más adelante, hice a Robert dibujos grandes y muy detallados de aquellos cómicos momentos de humillación. Él disfrutaba con ellos y parecía valorar todas las cualidades que repugnaban a otros o los alejaban de mí. A través de aquel diálogo visual, mis recuerdos de infancia se hicieron suyos.

Éramos unos niños, Patti Smith.

Primeras páginas en pdf.

Un libro recoge las fotografías de Steve Schapiro en distintos rodajes.

 

Robert De Niro en el rodaje de Taxi Driver.

 

Flashes tras la cámara de Scorsese

¿Hablas conmigo?’ (You talkin’ to me?’). Esta frase, una de las más míticas de la historia del cine transporta al espectador 34, casi 35, años atrás. La Guerra de Vietnam terminaba y Paul Schrader ‘vendió’ a Martin Scorsese un guión centrado en la vida de uno de los veteranos bélicos.

Al cineasta le gustó la idea y siguió adelante. Así nació ‘Taxi Driver’y, con ella, Travis Bickle, un pistolero solitario, casi psicótico que para ‘huir’ de su insomnio decide trabajar de taxista nocturno por las calles de un Nueva York muy lejano al que ahora conocemos. Prostitución, drogas, mendicidad… sus lujosas avenidas, que no lo eran tanto, estaban repletas de ‘escoria’. Algo que Travis quería borrar.

El fotógrafo Steve Schapiro también pertenecía al mundo cinematográfico pero desde otra perspectiva. Sus obras pertenecen a más de doscientos rodajes de películas entre las que se incluyen ‘El Padrino III’ o la propia ‘Taxi Driver’, considerada toda una leyenda del cine.

Ahora, Taschen publica una edición limitada a 1.000 ejemplares firmados por el fotógrafo, con cientos de imágenes realizadas desde detrás de las cámaras manejadas por Scorsese. Un punto de vista diferente que permiten al lector ‘viajar’ y rememorar el rodaje de aquella película que ha sido calificada por Time como una de las 100 cintas mejores de la historia. En el prólogo es el propio director el que escribey recuerda las anécdotas de una cinta que quedó en la historia para siempre.

En las instantáneas, además de aparecer un jovencísimo Robert De Niro también sorprende el debut en la gran pantalla de Jodie Foster, encarnando a una pequeña prostituta, o la imágenes de Harvey Keitel, entre otras. Pero no sólo se pueden ver las fotografías de la película sino también las conversaciones del director con cada uno de los protagonistas o incluso imágenes de ellos ‘entre bastidores’.

El Mundo

Más fotos.

Salen a la luz fotografías privadas de Frida Kahlo

El álbum secreto de Frida Kahlo

Un libro recupera las fotografías más íntimas de la pintora mexicana

Como la mayor de las riquezas secretas en una isla del tesoro, las joyas estaban allí, encerradas, sin que nadie supiese lo que ocultaba el archivo. Pocas veces el mundo del arte se ha visto conmocionado con un descubrimiento así. Cuando Frida Kahlo falleció en 1954, con 47 años, Diego Rivera donó la Casa Azul de Coyoacán al pueblo de México para que se convirtiese en el museo de Kahlo. Sin embargo, los archivos fotográficos de la artista eran también los de él (en vida, ella los había fusionado en uno) y Rivera los guardó. Poco antes de morir, pidió a su albacea, Lola Olmedo, que sus papeles no vieran la luz hasta 15 años después de su muerte. Durante 50 años aquellos armarios y cómodas repletas de fotografías permanecieron sellados. Hasta que en 2006 la luz iluminó sus secretos.

Y aparecieron 6.000 fotografías. Vibrantes, familiares, artísticas, dedicadas, personales, inspiradoras, turísticas, trucadas, recortadas y algunas, solo algunas, hechas por la misma Kahlo. En esa cornucopia fotográfica, Pablo Ortiz Monasterio, fotógrafo e historiador, ha escogido las 400 más relevantes, muchas de ellas inéditas, que ahora aparecen en el libro Frida Kahlo, sus fotos (RM).

Desde México, Monasterio describe así el descubrimiento: «Colección fotográfica de una artista fundamental del siglo XX con obras de grandes maestros de la lente, como Man Ray, Brassai, Álvarez Bravo… reflejo de una época y entrañable registro de una familia ampliada de gente talentosa». Porque entre esas 400 fotos solo cuatro, firmadas entre 1929 y 1930, pueden haber sido realizadas por Frida, pero en todas ellas, en su selección, está la mano de la artista mexicana del siglo XX.

Para arrancar el paseo fotográfico, una pista crucial. Guillermo Kahlo, descendiente de judíos húngaros, padre de Frida, era fotógrafo. Y un amante del autorretrato. El libro, estructurado en siete capítulos temáticos, dedica uno a sus orígenes y otro a la obra del padre, a los centenares de fotografías que Frida guardó de su progenitor. Como apunta Monasterio, «Guillermo Kalho cultivó el autorretrato por décadas. Cuando Frida, por razones médicas, debe permanecer en cama y comienza a pintar, lo que le sale natural es el autorretrato. No lo hurta, lo hereda. El tema es polémico, pues cuando los estudiosos comenzaron a revisar la obra de ella era habitual decir que Diego le sugería qué pintar y cómo. Ahora, el grupo de autorretratos del padre propone otra perspectiva».

El capítulo titulado Cuerpo roto, que enlaza directamente con la parte más conocida de la obra pictórica de Frida Kahlo, se abre con una radiografía de su torso realizada tres meses antes de su muerte, con esa columna destrozada tan familiar para sus seguidores. «Me fascinan esas fotos», confiesa Ortiz Monasterio. «Son muy elocuentes para entender quién era Frida, cómo enfrentaba el dolor y la sensualidad. ¡La foto de Frida con mirada coqueta mostrando la cintura, me parece lo máximo!». En un retrato horizontal, la artista aparece boca abajo en una cama. Su mirada, insinuante, divertida, se escapa desde los pliegues de la almohada. Es 1946 y, como muchísimos otros testimonios de los tratamientos médicos, está firmada por Nicolás Muray. En otros retratos vemos cómo tiran de su cabeza para estirar la columna, observamos los aparatos médicos más cercanos a instrumentos de tortura que a tecnología creada para el alivio del paciente. Cuando se cierra el libro, uno piensa más en Frida mujer que en la artista. Incluso los más saturados con la doliente imaginería de la mexicana encontrarán un antídoto en este puñado de imágenes entrañables.

El País

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