Entrevista a Clemente Bernad (II)

Aquí tenéis la segunda y última parte de la entrevista a Clemente Bernad. A ver si os gusta.

Clemente Bernad por Iñaki Porto

Últimamente, muchos fotoperiodistas están realizando multimedia en los que se mezcla fotografía y vídeo, ¿crees que es una vía a investigar o prefieres separar ambas cosas?

Creo que es una vía muy adecuada para conseguir lo que finalmente se desea hacer, que no es otra cosa que contar una historia con la mayor eficacia posible, y esa eficacia pasa en estos momentos por saber utilizar adecuadamente la tecnología disponible. La validez siempre tendrá que ver con el acierto con que se utilicen estas soluciones, y seguramente estemos siendo testigos en este momento de una producción masiva y probablemente experimental e ingenua de las soluciones ”multimedia‘ , por lo que habrá que ver cómo se reposa esta especie de fiebre y cómo cada cual es capaz de adaptarlo con coherencia a su trabajo y a sus necesidades. Al fin y al cabo no se trata de acumular imágenes y sonidos de cualquier manera en una línea de tiempo (algo por otra parte tan viejo como el cine) , sino que se abre de manera renovada la fascinante puerta de la narración con imágenes y en este caso bajo la responsabilidad casi siempre directa del propio autor.

Fer: En todos estos años de fotoperiodista, ¿has tenido alguna o muchas veces la sensación de que utilizaban tus imágenes para dar un mensaje que no tenía nada que ver con la realidad que tú habías visto?

Siempre. Creo que lo verdaderamente decisivo es el uso que se haga de las imágenes, el contexto en que se muestren. La lectura final que se haga de ellas depende de una forma tan directa de ello que las características intrínsecas de la propia imagen quedan en un segundo plano. Por eso es siempre necesario estar muy atento a la manera en que se nos presentan los discursos visuales: cómo se muestran, quién hace el discurso y en qué condiciones, con qué intenciones, en qué tipo de soportes, etc.

Las fotografías son extremadamente frágiles y volubles, por lo que su sentido depende casi por completo del contexto en que se inserten. Esto no significa que no se puedan contar historias eficazmente  mediante imágenes, sino que hay que saber siempre cuáles son las reglas de juego, algo particularmente importante teniendo en cuenta que las fotografías han estado revestidas desde su nacimiento de una especie de aura de infalibilidad y exactitud en la representación, lo que evidentemente es falso.

Creo que es inútil tratar de luchar contra los diferentes usos y sentidos que pueda adquirir una imagen fotográfica una vez que es puesta a disposición del público. En cualquier caso siempre queda la posibilidad de tratar de explicar adecuadamente cuál es la intención y el sentido original de una determinada imagen, pero admitiendo que cada lector la hace suya legítimamente de manera diferente. Pretender lo contrario casi rayaría en una suerte de totalitarismo comunicativo, aunque no hay que perder de vista que, como en todo, la construcción de discursos y su ” éxito‘ público depende en gran medida de quién sepa utilizar adecuadamente determinados recursos, y que muchos de ellos se encuentran sospechosamente controlados por el poder. Por eso defiendo el trabajo riguroso sobre las narrativas que se producen y tratar de conocer los contextos, para construir discursos abiertos y flexibles pero también consistentes.

En uno de tus textos mencionas: «el fotoperiodismo -si es que aun existe” ¿tan mala salud crees que tiene el fotoperiodismo en estos momentos?

Bueno, ese es el comienzo de una reflexión que pretende indicar que el fotoperiodismo, si existe, ya no es posible encontrarlo en aquellos soportes que lo albergaron tradicionalmente, lo que condiciona enormemente su identidad. La verdad es que la salud del fotoperiodismo nunca ha sido buena, por múltiples razones que tienen que ver con el propio lenguaje que utiliza (las fotografías entendidas de forma espuria como evidencia o prueba testimonial), con las empresas que controlan los medios de comunicación, con los constantes avances tecnológicos que determinan la manera en que se crean contenidos y cómo se distribuyen. Así que el concepto de “crisis” casi es sinónimo de fotoperiodismo. De todas maneras al fotoperiodismo se le podría aplicar aquello de la ”mala salud de hierro”, es decir, seguramente es ahora cuando se están haciendo los mejores trabajos, los más implicados, los más complejos y los que tratan de llevar el fotoperiodismo a unos lugares en los que jamás estuvo, así que una de las grandes batallas sea probablemente cómo hacer llegar con efectividad esos discursos al público sin que naufraguen en un océano de banalidad y uniformización.

¿Que aconsejarías a alguien que esté empezando en este momento en el mundo del fotoperiodismo?

Que no olvide que al final se trata de “contarlo”, ni más ni menos, con toda la sencillez y toda la complejidad que eso comporta. Que el documentalismo bebe de los hechos de la vida de las personas, que suelen ser contradictorios y difíciles de entender, y que por ello hay que asumir que los discursos documentales son a menudo también contradictorios y ásperos, y que buscar atajos que lo hagan todo más comprensible y fácil no significa más que abaratar el discurso y confundirlo con otro tipo de producto, más cercano a la creación. Que tenga en cuenta que los discursos documentales siempre molestan, duelen, escuecen, plantean preguntas incómodas y muestran cosas que no nos gusta ver, y que por tanto en muchas ocasiones habrá que tener en cuenta las dificultades, las piedras en el camino, las diversas censuras, etc. Que se encontrará para tratar que modifique su discurso. yo o creo en las misiones, ni en los apostolados de ningún tipo, pero creo que es necesario tener cierta determinación para no ceder a esos cantos de sirena. Si no, quizás lo mejor sea quedarse en casa y dedicarse a otra cosa.

¿Cuáles son los fotoperiodistas del panorama actual que te parecen más representativos?

Desde hace unos cuantos años siento que se ha modificado el concepto de grandes referentes en cualquier disciplina y desde luego también en fotografía y en fotoperiodismo. Las fronteras se disuelven y todo es mucho más ambiguo y menos estático. Es difícil reconocer entre tanta variedad de producción y tanto estímulo a figuras de gran peso y trascendencia como Cartier-Bresson, Capa, Frank, etc. con trayectorias seminales, estables y reconocibles. Ahora son tiempos de mucha mayor ambigüedad, de liquidez, de dosis pequeñas, de relatos fragmentados, y por ello lo que más valoro son esos pequeños detalles de enorme valor dispersos en trabajos concretos y fascinantes menos ligados que nunca a nombres determinados o agencias concretas. Quizás tenga que ver también con que cada vez valoro más el fondo de las historias, es decir, de qué me están hablando, mucho más que quién me lo está contando.

En alguna entrevista has comentado que te gustan más los encargos profesionales que los trabajos personales, entre otras cosas por ser capaz de ver más allá de lo que a ti te interesa ¿te resulta fácil involucrarte en un encargo aunque realmente el tema no te interese?

Me gusta cualquier forma de comenzar una historia, sea por iniciativa personal o como un encargo profesional. Cada una tiene sus características propias, sus ventajas y sus inconvenientes. Personalmente, he mantenido una actividad paralela entre esas dos formas de trabajar, pero de la misma forma que en los proyectos personales vuelcas con intensidad todos tus fantasmas, tus obsesiones, tus problemas…, y te enfrentas con angustia a la libertad que te ofrece ser tú mismo quien marca los límites, en los trabajos profesionales hay un mundo desconocido que comienza tras el encargo a veces farragoso y aparentemente mecánico y sin interés. Normalmente he encontrado más posibilidades y más ramificaciones a partir de encargos profesionales en apariencia sin recorrido que después han ido creciendo de forma insospechada.

Respeto mucho a los profesionales que son capaces de afrontar un encargo con iniciativa, rigor y seriedad, sin dejarse arrastrar por esa especie de afectación propia de muchos proyectos personales que terminan siendo trabajos interminables, repetitivos, casi onanistas, en los que el autor es incapaz de desprenderse de sus prejuicios y de sus estereotipos y en muchas ocasiones tampoco de someterse al criterio de otras opiniones. Creo que hay una gran confusión en este sentido, porque muchos encargos profesionales han adquirido con el paso del tiempo un estatus que tiende a ocultar su verdadero origen, lo que lleva a pensar erróneamente que se construyeron desde la iniciativa personal, como si el trabajo profesional fuese un estigma.

A lo largo de toda tu carrera, ¿ha habido historias que te hayan marcado especialmente en el plano personal? ¿Cuáles?

En realidad, todas las historias afectan de una u otra manera en lo personal. En mi caso después de todo este tiempo de trabajo, siento que las historias que más me han marcado son las que hablan de aquello que me es culturalmente más cercano. Esas historias son las que me exigen más esfuerzo, las que me plantean más dudas, las que me aportan más satisfacciones y también más sinsabores. De entre ellas, es sin duda mi trabajo Basque chronicles, sobre el conflicto político en Euskal Herria, el que más me ha afectado, en todos los sentidos. Creo que conocer las claves de aquello sobre lo que quieres trabajar es algo que aporta indudables ventajas pero que también somete a innumerables tensiones, dudas, sospechas, vacilaciones, etc., Es muy difícil gestionar tu propia distancia respecto al tema y a veces es muy decepcionante pensar en el propio lugar que uno ocupa.

En alguna ocasión has comentado que «el profesional y el aficionado se han puesto a la misma altura, los dos con la misma capacidad para elaborar un discurso» ¿Qué sentido tiene entonces seguir apostando por esta profesión?

Creo que el periodista tiene que ser forzosamente un intermediario que se sitúe entre los hechos y el lector, que sepa discriminar adecuadamente todo aquello que ve, contrastarlo eficazmente y ser respetuoso con aquello de lo que habla, buscando la verdad periodística, ese concepto tan vapuleado y que aún lo es más cuando hablamos de fotoperiodismo. Lo que no tengo tan claro de un tiempo a esta parte es el asunto de la profesionalidad de esa figura, por cuanto grandísimos profesionales han quedado apartados de la cadena productiva del periodismo y sin embargo siguen elaborando grandes historias en otros soportes y distribuyéndolas al margen de los grandes medios, probablemente en una situación personal a veces más cercana al amateurismo. Por otra parte, ¿qué pensar de las historias que no atraen el interés de ningún periodista y que ven la luz a través de la mirada competente de alguien que da un testimonio adecuado? Recordemos que para dar testimonio es necesaria la presencia de un discurso, y creo que en realidad lo importante es que ese discurso sea pertinente y correcto, independientemente de cómo se denomine a quien lo realiza.

¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?

Siempre desarrollo varios proyectos simultáneamente. Actualmente, trato de cerrar algún proyecto antiguo retomándolo más de diez años después de haberlo interrumpido, mirándolo a la luz del presente. Me gusta mucho pensar en mis proyectos como algo moldeable, abierto, flexible y modificable en todos los sentidos. El paso del tiempo hace que jamás seamos la misma persona, y me gusta la sensación de mirar con ojos nuevos también lo que se hizo hace años y de volver a transitar por los mismos caminos para comprobar mi propia fragilidad.

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